El Santo Entierro

Lección de historia por Alfonso XII

  • Cuerpo consular, autoridades y academias, en el cortejo de la cofradía

La abuela se fue con uno de los nietos a ver la Trinidad. El abuelo, Agustín López Correa, cogió al otro nieto, también Agustín de nombre como él, nueve años, y lo colocó en el mejor de los palcos para ver en primera fila el Santo Entierro: encima de un contenedor de basura frente al número 1 de la calle Alfonso XII.

El nieto sabe tanto de cofradías como de fútbol, lo que le permitía, en el inventario de hermandades, jugar con los nazarenos de la Hiniesta y con Andrés Iniesta. Su abuelo bregó mucho para que su nieto disfrutara ayer con los tres pasos del Santo Entierro, con el vistoso cortejo, los soldados de Gladiator y lo que el niño pensó que era el Papa de Roma, por quien tomó al cardenal de Sevilla.

No es desdeñable el currículum cofradiero del abuelo: sevillano de la calle Sol, fue bautizado en San Román. Sus dos nietos son nazarenos de los Gitanos. Tuvo un fugaz episodio de costalero: una chicotá para sustituir a un amigo en la entrada de la Trinidad. Y haciendo la mili en Melilla desfiló como refuerzo de los legionarios con el Cristo de la Buena Muerte de Málaga. Agustín nació el 12 de marzo de 1939, "un mes antes de que terminara la guerra. Nuestra promoción fue la más escasa de la historia, los hombres estaban en las trincheras o en los cementerios". Era oficial de calderería y se jubiló en Lipasam, dueña del contenedor donde colocó a su nieto. Emigró en Alemania, Francia, Holanda y Suiza. En la cocina del centro Español de Neuchâtel vio a la Pasionaria, la duquesa de Medina-Sidonia y Fosforito. "Llegaba la Semana Santa o la Feria y se me caían las lágrimas. Convencí a mi señora para que nos volviéramos a Sevilla. Ella no quería, la vida aquí estaba muy mala". "Niño, mira la Canina".

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