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Cofradias

Noche sólo de cofradías

  • La afluencia de público fue menor en las primeras horas y hubo un repunte tras el amanecer · Mucho frío y ningún incidente relevante: el control de la venta de alcohol redujo el número de 'botellonas'

TRANQUILIDAD. Ésa fue la tónica predominante de la Madrugada de 2010. Una noche en la que la ausencia de incidentes relevantes fue la tónica más destacada y en la que las seis cofradías pudieron realizar su estación de penitencia con su habitual lucimiento (las de capa) y sobriedad y recogimiento (las de cola).

Para los anales de las cofradías esta última Madrugada pasará a la historia como la del estreno de las mujeres nazarenas en el Gran Poder, la de la primera salida de la Esperanza de Triana con la medalla de la ciudad tras su imposición el sábado de pasión, la del 30 aniversario de la banda de cornetas y tambores del Cristo de las Tres Caídas de Triana, la de la Macarena con ese tocado a tablas con tono dorados y plateados siguiendo la estética más pura de Rodríguez Ojeda, o la del compromiso de las hermandades de capa para agilizar la entrada en sus templos.

También se recordará la noche por el frío, aunque no tanto como hace tres años, y por una menor presencia de público en las calles, sobre todo a primeras horas, aunque sí se vio un repunte a medida que avanzaba la noche y una eclosión ya por la mañana para ver las entradas de los cortejos.

En esa frontera que marca el fin del Jueves Santo y el comienzo de la Madrugada, la medianoche, en la ciudad se van sucediendo toda una serie de acontecimientos que la preparan para lo que está por llegar. Los nazarenos del Gran Poder y el Silencio camino de San Lorenzo y San Antonio Abad, o los músicos inmaculados de las Tres Caídas rumbo a Triana, se mezclan con las hermandades que vuelven apresuradamente a sus templos añorando aquella Semana Santa en la que aún no le habían perdido una hora al reloj.

El regreso del Valle

El Valle, para muchas personas, marca el inicio de la Madrugada. En el regreso de la hermandad se viven algunos de los momentos más íntimos de toda la semana. Es el reencuentro con la belleza de cada año. Instantes sublimes en un escenario idealizado. Un regreso marcado cada año en el itinerario de la memoria de aquellos que lo viven. Apenas dos filas de personas a ambos lados de la calle y una legión de fieles devotos de la Virgen que llora que se colocan delante de su paso con el debido respeto. No hay bullas ni empujones innecesarios, ni un grito de más (ni de menos) en los acólitos. La Dolorosa avanza por las calles Rioja, Cerrajería y Cuna majestuosa. Se suceden las marchas, las selectas marchas del Maestro Tejera. No hay vulgaridad. Todo es elegancia y buen gusto. Un tesoro que, afortunadamente, muchos aún no han descubierto y se puede disfrutar en armonía.

En este momento comienzan a sucederse los acontecimientos. Los armaos han visitado al Señor de Sevilla en San Lorenzo, con bastante menos público que otros años, y caminan raudos, a paso marcial, camino de la basílica por ese itinerario de devoción que une San Lorenzo y la Macarena por Conde de Barajas, la Alameda, Correduría, Feria y Resolana. Todo está a punto de desbordarse. La llegada de los armaos a la Macarena es ese punto de inflexión que anuncia que ya no hay vuelta atrás.

Para este año se habían anunciado mayores medidas de control y seguridad para evitar que se repitieran los incidentes del pasado. El control de la venta y consumo de alcohol por la calle trajo consigo que se vieran bastante menos pandillas haciendo botellona en lugares próximos al paso de las cofradías, como las plazas del Duque y de la Concordia. También hubo una reducción del apagado de luces al paso de las procesiones. Esto se pudo comprobar en la salida y entrada del Silencio, que hasta este año se realizaba con el alumbrado apagado.

Mientras que el Silencio pedía la venia en la Campana, se producía la salida casi simultánea del Señor del Gran Poder y la Macarena. Recogimiento y algarabía. Las dos caras de la Madrugada.

Aniversario en triana

Minutos más tarde comenzaba a salir la Esperanza de Triana. Esta hermandad había pedido en su boletín de cuaresma que la gente se echara a la calle y que no se dejara amedrentar por lo que quieren hacer daño a la Semana Santa. Desde primeras horas de la tarde había muchas personas apostadas a las puertas de la capilla de los Marineros para ver la salida. Varias novedades presentaba la cofradía. Por primera vez salía la Virgen con la medalla de la ciudad, la original y no la réplica que lucía hasta ahora. También se estrenaba la reformada capilla para mayor comodidad de los nazarenos. La banda de las Tres Caídas cumplía 30 Madrugadas tras el misterio. La estación de penitencia en Triana estuvo dedicada a la banda por esta efemérides, como recordó el hermano mayor, Adolfo Vela, al llamar al paso.

Salía la Esperanza de Triana cuando el Señor de la Sentencia estaba entrando en la Campana. Un reconocimiento merece la banda de la Centuria que con menos de la mitad de músicos que otras suena maravillosamente bien, aunque a veces se echen en falta más marchas clásicas. El esfuerzo de la Macarena para cumplir los horarios fue encomiable. Hasta de a 4 se dispusieron los nazarenos en los tramos para poder ganarle minutos al reloj. A las 3:45 Juama Martín llamó al paso de los Gitanos y dedicó la levantá a las hermandades del Lunes Santo que no pudieron salir. Llegó la Macarena a la Campana a las 4:30, mientras la cruz del Calvario bajaba por O'Donnell. Impresionante saeta de Manuel Lombo a la Virgen en un transitar sublime y sin concesiones a la galería por el inicio de la carrera oficial. Más acelerada que otros años fue la entrada del Señor de los Gitanos. "Vamos a demostrar que queremos al Señor", decía el capataz con la voz rota pidiendo una y otra vez más paso. Detrás del Señor de la Salud desfilaba la agrupación Virgen de los Reyes en la que puede ser su última Madrugada en los Gitanos.

Por la mañana se pudo comprobar ese repunte de público que sale desde primeras horas a buscar a las cofradías. En San Lorenzo, entró el Señor sin apreturas. Se podía llegar fácilmente y encontrar un buen lugar en la plaza. Lo mismo ocurría en la Magdalena con el Calvario. El regreso de las tres de capa a sus templos fue una fiesta. La Macarena entró en su basílica sobre las dos y cuarto de la tarde, media hora antes de que lo hiciera la Esperanza de Triana. Poco después, los Gitanos fue la última en recogerse.

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