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El Santo Entierro

Saludos que empiezan y terminan

  • Monseñor Asenjo asistía por primera vez y Monteseirín puede que por última

El Santo Entierro es una cofradía, o procesión cívico-religiosa como dicen los ortodoxos de la palabra, para verla en la carrera oficial. Quien no quiera perderse un detalle del suculento cortejo debe tener su abono en silla o palco. De lo contrario es imposible analizar minuciosamente cada complemento de las personalidades que acuden a representar y a saludar con cabeceo insistente a amigos y conocidos. Las sillitas aquí tienen poco uso, a no ser que uno sea afortunado y pueda hacerse un hueco en los escasos metros que separan la iglesia de San Gregorio del inicio de la carrera oficial.

El arranque de la cofradía tiene ese aire decadente en las capas que arrastran los nazarenos que portan las bocinas delante de la cruz de guía, precedida por dos monaguillos con faroles de mano más propios del catálogo de Ikea que de un cortejo de estas características. Poco después llegaba uno de los pasos con más literatura (y guasa) de la Semana Santa, el del Triunfo de la Santa Cruz (que es lo políticamente correcto), o la Canina (como dice la mayoría de los mortales).

La representación de las cofradías trajo la más amplia variedad cromática del cortejo. Las de vísperas, como Torreblanca, fueron las más numerosas. Niños y no tan niños distraían los minutos de espera intentando acertar de qué cofradía se trataba. Por la Campana pasaban túnicas y antifaces que no se vieron el Lunes Santo a causa de la lluvia.

Sobre la alfombra de pétalos rojos lanzados a la Virgen de la Esperanza trinitaria discurría el paso del Cristo Yacente. Tras él, un escuadrón de romanos de andar recio y plumas cortas que iban precediendo a la representación de distintas instituciones, organismos y órdenes de la ciudad. Un adelanto de Corpus, con menos calor pero con más distracción. Cerraba este tramo el representante del Rey, el general jefe de las Fuerzas Terrestres, Virgilio Sañudo, monseñor Asenjo y Alfredo Sánchez Monteseirín. La primera para el arzobispo y la más que posible última para el alcalde. Bienvenida y adiós. Comienzo y final en el Santo Entierro.

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