Cofradias

Sillas que hacen fracasar las placas

  • De poco han servido las advertencias municipales, pues el asiento plegable sigue en auge en las calles.

UNA cosa es prohibir y otra aconsejar. Una es obligar a obedecer y otra, muy distinta, dejarlo todo a la voluntad ajena. El Domingo de Ramos de 2015 ha constatado que las costumbres en la Semana Santa han cambiado y la fiesta se ha sumergido en un parasitismo. Los espectadores ya son sujetos pasivos de la celebración. No se mueven. Simplemente se parapetan en una acera, se adueñan de ella y consumen lo que pasa por delante. Ya sea una cofradía o una manifestación del sursuncorda.

Las repetitivas señales colocadas por el Ayuntamiento hispalense -hasta provocar la contaminación visual del paisaje (definición cursi donde las haya)- han tenido poco efecto en el público que viene a ver cofradías. Ha caído en saco roto. Allí, donde se aconseja que no se abran los asientos que colonizan las vías esta semana, se vieron de nuevo. Y no sólo por personas mayores (que hasta cierto punto resulta comprensible), sino por jóvenes en edad de patearse la ciudad en busca de pasos.

En la semana de Pascua de 2014 el delegado de Fiestas Mayores, Gregorio Serrano, dio a entender que tomaría medidas para controlar el uso de la silla pegable. Desde entonces ha transcurrido un año y cuando los pasos han vuelto de nuevo a las calles el gobierno local se encuentra a las puertas de un periodo de campaña electoral. Ésta es una de las razones para que en lugar de prohibir se haya optado por aconsejar. Así reza en las numerosas placas que pueblan el centro de Sevilla estos días: "Por su seguridad. No usar sillas plegables en este cruce". Pero la advertencia, a tenor de lo visto ayer, ha servido para poco.

Desde primera horas de la tarde se vieron las sillas que ya se han convertido en complemento indispensable cuando se viene a ver pasos. Señoras que junto al bolso y la botella de agua llevaban su asiento abatible. También se vieron -y mucho- en personas jóvenes. Adolescentes, niños y hasta treinteañeros con su asiento para ver cofradías. Si antes el programa de mano era un elemento de primera necesidad desde el Domingo de Ramos, ahora son las famosas sillitas las que no se pueden olvidar en casa cuando se viene a presenciar los cortejos penitenciales.

Los veinteañeros actuales, edad que antaño era ideal para buscar los pasos y sortear las bullas o meterse en ella con el respeto al público que allí llevaba tiempo esperando, ocupan el viario público ya sea con la famosa silla o con las posaderas. Y a pocos importa que haya colocada una placa que recomiende lo contrario. La apropiación del espacio público es algo sintomático de una sociedad donde se piensa en lo propio y poco en lo común. La Semana Santa constituye, como fiesta viva, el mejor reflejo de la época en la que se desarrolla.

Pocos minutos después de las tres de la tarde ya había una docena de personas sentadas en esta especie de carrera paraoficial que se conforma desde hace varias primaveras en la calle Rioja. Jesús Despojado no pasaba por allí hasta las 16:30. Una vez que la cofradía de Molviedro abandonó esta vía, se hizo otra vez el vacío -cuando más apretaba el calor- para volverse a poblar de sillas cuando la Estrella puso la cruz de guía antes de las 19:30.

La llegada de la corporación trianera provocó que en la calle Reyes Católicos florecieran sillas como el azahar en estos días. Eso sí, sólo en una acera, la que se encontraba al cobijo de la sombra, pues en la de enfrente no había nadie que se atreviera por temor a una lipotimia.

También se vieron sillas en la Plaza del Duque (especialmente en la parada de taxis), en Javier Lasso de la Vega y en Doña María Coronel al paso de la Cena, una calle donde ayer se aconsejaba que no se utilizaran. Está claro que el fenómeno de las sillitas sigue al alza. Cada vez son menos los que se resisten a vivir la Semana Santa sin ella. Y los fenómenos no entienden de año electoral.

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