EN todas las hermandades sevillanas han existido desde siempre hermanos que han dejado su impronta en la idiosincrasia de sus propias corporaciones. Cofrades extraordinarios que, no obstante las dificultades de los siglos, han estado a la altura intelectual que requerían los tiempos, con notable seducción de futuro para generaciones venideras de cofrades. Fue éste el caso de don Tomás Pérez y Pérez, hermano mayor de Jesús Nazareno entre 1595-1635. Impulsor del célebre Voto de Sangre Concepcionista de 1615, ha pasado a la historia por ser -como bien sabemos- uno de los promotores del Misterio de la Inmaculada Concepción en nuestra ciudad y su antiguo reino mucho antes que se proclamara por la Iglesia dogma de fe el 8 de diciembre de 1854.

El sustituto de Mateo Alemán al frente de la Archicofradía de la Santa Cruz en Jerusalén extendió también la devoción al Dulcísimo Jesús Nazareno por todo el Reino de Sevilla mediante la aplicación de la reglas de su antecesor y la fundación de numerosas filiales. Además, fue el organizador en 1627 de un hospital para amparar a los venerables sacerdotes ancianos de Sevilla, mediante los fondos el patronato de Isabel Gómez de Cabreros por el instituido en 1611. Pues muchos presbíteros ancianos de nuestra ciudad vivían en la mayor indigencia. Obstinada carga económica para la Hermandad que arruinaría sus modestos ingresos. Igualmente, ya anciano, en 1625, promovió un nuevo juramento ahora a favor del misterio de la Asunción de la Santísima Virgen, que sólo su muerte en 1635 impidió consolidar.

Hombre con fama de santo, su memoria fue rescatada a comienzos del siglo XIX por el secretario Antonio María Ruano para elevar un expediente de beatificación al Palacio Arzobispal de Sevilla, que durante la invasión napoleónica se perdió. Un hombre de su tiempo en fin, de la Contrarreforma, que recordamos hoy con emoción y justicia este año en el IV Centenario del Voto de Sangre Concepcionista como modelo a seguir. Y con la venia, proclamamos: Gloria Nazanerorum Civitatis Hispalensis.