DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Cofradias

Por Viriato de uno en uno

  • vestidor de nazarenos· Cada Domingo de Ramos una veintena de miembros de la familia Prados se visten para la procesión en la casa de Consuelo y Baldomero · Los siete hijos del coronel mantuvieron la tradición. La más pequeña murió un Domingo de Ramos · Las hermanas Reyes y Consuelo vuelven antes y preparan el refrigerio: huevos fritos y torrijas a las tres y media de la mañana

Entre las calles Cervantes y Quevedo. La estampa se repite todos los Domingos de Ramos. Es el día más largo. Donde el tiempo se detiene. Antes habrá bromas, copitas, el aperitivo, la alegría del reencuentro. Pero llega un momento en que el rito se adueña de los concelebrantes. La acción tiene lugar en casa de Baldomero y Consuelo, que hacen de anfitriones. Por una tradición más que secular, la familia Prados está vinculada a la hermandad de la Amargura. El bisabuelo, José María Prados Vera, ingeniero de Obras Públicas en el edificio de la Pirotecnia, abrió la senda. La siguió su hijo, el coronel José Prados Parejo. Artífices de este Macondo cofrade que en 2011, centenario de la creación del Silencio Blanco, recordará estos cien años sin soledad.

Consuelo es la cuarta de los siete hijos del coronel. Esa posición intermedia es como un guiño diplomático para abrir las puertas de su casa de la plaza de San Martín a la familia. La hermosa precisión de ese conjunto de impares se quebró con la muerte de la más pequeña, Inmaculada. Y quiso el destino que muriera un Domingo de Ramos. 4 de abril de 1971. "Murió a la hora que tenía que salir la Virgen. La cofradía no salió porque estaba diluviando. La enterramos el Lunes Santo y todas las flores que no sacó el paso de palio las llevaba mi hermana en las coronas".

Por eso en el rito nunca falta una oración por los que ya no están. Ángel Prados, prejubilado del sector de la banca, que lo ha sido todo en la Amargura, lleva el timón de la ceremonia. La casa es este Domingo una algarabía de sobrinos y tías. Han llegado de Simón Verde y de Nervión, de Santa Clara y hasta de Huelva. A los sones de Silencio Blanco y de Amargura, empiezan a ponerse las túnicas. "Siempre de uno en uno y de menor a mayor", cuenta Ángel. Han encendido el incienso en la casa. Salen en silencio a la plaza de San Martín y se dirigen a San Juan de la Palma por Viriato "uno detrás de otro, nunca en pareja".

Así han educado a la cuarta generación: Ángel, Alejandro, Reyes, Íñigo, Pablo, Álvaro, José María, Carmen, Jesús, Andrés y Mara, que es Amargura en hebreo. El bisabuelo creó el Silencio Blanco, nombre de la revolución de seriedad que se le imprimió a la cofradía al final de la primera década del siglo XX: se limitó la edad a los 18 años, se suprimió la centuria de armaos.

Todo el año es Domingo de Ramos en la familia Prados. "Los niños llegaban antes a la pila de la iglesia que a los juzgados", dice Ángel. Su padre, el coronel, captaba nuevos hermanos. Cuando llevaba la mayordomía de la hermandad, en las bodas de sus hijos automáticamente oficiaba el ingreso en la hermandad de los hijos políticos. Así entró en la cofradía Baldomero Domínguez, aparejador, esposo de Consuelo Prados. Reyes, hija de Ángel, viene todos los años con el tiempo justo desde Madrid, donde presenta el telediario en Telemadrid.

Baldomero llegó a salir de nazareno de Santa Marta, pero el amor lo hizo "amarguro", como él dice, lo que simultanea con la hermandad del Rocío del Salvador. Consuelo y Reyes Prados regresarán antes a casa, como todos los años, para preparar la recompensa por la estación de penitencia: huevos fritos y torrijas a granel. "Por eso salimos de nazarenos", bromea Ángel Prados Rodríguez.

Se repetirá el ritual: primero se vestirá Jesús, que estudia Económicas y de niño hizo un comentario de texto en los Maristas sobre esta historia de familia. Ángel Prados, el banquero, será el último. Y todos por Viriato. El hijo del coronel es ahora camarero del Señor, aunque siempre fue con la Virgen. A Reyes, su mujer, la conoció en el coro del Divino Redentor. "Cantando Noche de Paz", precisa ella. "Igual que ahora, que se conocen en una discoteca o por internet", dice su hijo. El año pasado fue el único Domingo de Ramos desde 1962 que Ángel no vio entrar a su Virgen. Le extrañó no ver a Reyes, su mujer, ni en los palcos ni en el Valle. Baldomero, su cuñado, el único que no sale de nazareno, mientras la cofradía estaba en la calle la llevó en coche al hospital para que la operasen de una hernia estrangulada.

Ingeniero. Coronel. Aparejador, Cantante. Una de las ramas de este árbol genealógico. La periodista de Telemadrid vuelve mañana al trabajo. Su padre vive cada año una emoción distinta. Que añade a su álbum de emociones: con hitos como el Domingo de Ramos de 1998 en el que como fiscal de paso de la Virgen la paró junto a Laredo un siglo después de que se quemara "con mi abuelo al frente". "Le echaron un manto de la Merced de Pasión". O su entrada mágica al convento de las hermanas de la Cruz, al sepulcro de Santa Ángela, nazareno "solo, descalzo". Personaje de Quevedo y Cervantes. Por Viriato.

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