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Comunicación

"¡Que paren las rotativas!"

Bernardo Díaz Nosty

Catedrático de Periodismo de la Universidad de Málaga

La crisis de la prensa es anterior a la actual recesión. En realidad, es el fruto de la inadaptación tecnológica de una industria vinculada a un soporte informativo y publicitario de altos rendimientos económicos que, después de una profunda reconversión en las técnicas de edición, en los años setenta y ochenta del pasado siglo, no supo, ya en los noventa y después, liderar las oportunidades que abría Internet. Nadie, en aquel momento, y menos cuando el rendimiento industrial alcanzaba máximos históricos, suponía que la reconversión acometida tenía una vigencia de poco más de dos décadas.

 

Hoy, nos encontramos en el punto en el que aquellos profundos cambios manifiestan las consecuencias del desajuste entre sistemas flexibles de alta capacidad de flujo -edición electrónica y pre-impresión- y sistemas rígidos sin conectividad e interacción con los primeros -impresión en soporte papel-. La potencialidad comunicativa de los sistemas informáticos aplicados a las redacciones y el uso de las telecomunicaciones se desvanecía durante el largo proceso de impresión, distribución y venta. 

 

Veinticinco años después, la exclamación "¡Que paren las rotativas!" se entiende como el anuncio del fin de un soporte y no tanto como la instrucción que ordena parar las máquinas para incorporar una noticia de última hora. El proceso que desemboca en un nuevo medio continuo de integración digital ha superado la línea divisoria que, durante quince años, ha mantenido vivas dos expresiones de una misma matriz informativa, con preponderancia del papel, y se dispone a abandonar, como sistema industrial de producción y distribución, el viejo modelo. El futuro es digital.

 

Pero los aspectos relacionados con lo que se entiende por periodismo no se reducen a una cuestión de soporte. Con frecuencia se limita la mirada a las transformaciones de los medios informativos en relación a las extensiones tecnológicas, poniendo en suspenso aspectos que están estrechamente ligados al papel que juega la comunicación en la construcción y estabilidad de las expresiones sociales. El medio continuo de integración digital nace como una expresión natural de un escenario que, en términos culturales y económicos, propende a ser global. Pero también de un tiempo de cambio de paradigma, en el que las audiencias -la sociedad- intervienen en la construcción de la realidad de forma activa, con soluciones de comunicación no imaginadas tan solo hace dos décadas. Del derecho a la información, que apela al conocimiento de la realidad, se pasa al derecho de acceso a la narración colectiva.

 

En España, con un entorno de desaceleración de la inversión publicitaria, de reducción drástica en los presupuestos de las administraciones públicas y descenso generalizado del consumo, las preocupaciones de los editores suelen estar dirigidas más hacia los riesgos del cierre de sus cabeceras que a la definición de las respuestas de transición al medio digital. Una orientación estratégica que, sin embargo, empieza a ser dominante en otras naciones menos castigadas por la crisis, donde el objetivo del cobro de la información consumida se ha convertido en cuestión prioritaria.

 

La transición al nuevo escenario alcanza al conjunto de los medios, pero su efecto es mucho más directo sobre la prensa porque ésta es, en términos de producción y distribución, la más distanciada del estándar digital. Pero también, por ser un vehículo exclusivo de información, es el más sujeto a las tensiones que desde las audiencias reivindican un periodismo cercano y participativo, que no debe confundirse con la sustitución de la mediación profesional, sino con la necesidad de crear un discurso que contemple la interacción colaborativa con la sociedad. El periodismo, en su proyección digital, converge con las nuevas habilidades informativas de la sociedad y la competencia, especialmente de las nuevas generaciones, en el manejo de herramientas de comunicación antes inexistentes. Hoy, un joven perteneciente a la moda de su tiempo emplea extensiones tecnológicas mucho más potentes, en el acceso a fuentes y en los recursos informativos, que las de un profesional del periodismo hace veinte años. No solo ha cambiado la dirección de una demanda más exigente, sino las posibilidades constructivas de las audiencias en el ejercicio del acceso a los medios.

 

La muerte del periodismo impreso ha sido anunciada desde hace más de cuatro décadas, pero lo que en los primeros vaticinios era una especulación intuitiva o una simple hipótesis, hoy se apoya en los datos estadísticos que marcan una clara tendencia hacia el colapso. Esto es, hacia la constatación, por parte de los editores, de que no existe futuro para un sistema de producción y distribución obsoleto. Ha cambiado también, en el contenido de los pronósticos, el alcance cultural e industrial de la desaparición de la prensa y de las causas que lo determinan. 

 

La amenaza que, en los años sesenta y setenta del pasado siglo, se atribuyó a la preeminencia de la televisión y el consiguiente trasvase del periodismo al escenario de la imagen, hoy tiene una naturaleza muy distinta. La cuestión se centra en la migración del medio de un soporte a otro, sin que necesariamente desaparezca la matriz cultural y cívica de éste, y el nacimiento de una expresión mediática más poderosa, con virtudes de integración narrativa inimaginables hace medio siglo.

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