Copa del Rey

Del sueño a ser un sevillista más en el Camp Nou

  • El 10 de febrero se cumplía en Getafe la ilusión de quien ansiaba ser partícipe directo de un título del Sevilla. El 23 de marzo, el Xerez le sacaba el caramelo de la boca

CUANDO el 10 de febrero de 2010 se acababa el sufrimiento del Sevilla en Getafe, un hombre lanzaba un suspiro hondo al aire. Manuel Jiménez Jiménez había llevado al equipo de toda su vida, al Sevilla Fútbol Club, hasta la final de una competición oficial. El Sevilla estaba ya clasificado para disputar el último partido de la Copa del Rey de 2010 y ese día nadie podía presagiar, por mucho descontento que existiera entre los aficionados, que el arahalense no se sentaría en el banquillo en la fecha para la que fuera fijada esa finalísima. Pero el fútbol es caprichoso y no entiende de ningún sentimentalismo. Tanto que José María del Nido tuvo que sufrir uno de los tragos más amargos de su mandato cuando decidió un mes y medio después, el 23 de marzo de 2010, que Jiménez no podía seguir ni un día más en el banquillo, que aquel gol de Leandro Gioda le ponía el finiquito definitivo a la etapa del técnico al frente de la entidad nervionense.

sacrificio

El presidente del consejo de administración no pudo soportar más la presión del entorno, de ese ente tan complicado de personalizar y que incluye a muchos y variados sectores, que había criticado con ferocidad a la figura de Manuel Jiménez a pesar de que los resultados de éste habían respondido en todo momento a las exigencias impuestas desde el propio club. Porque a ese gran sevillista no lo echaron los números, por supuesto que no, ya que su Sevilla, después de los dos puntos que dejó escapar lastimosamente frente al colista Xerez, que después también ganó en otro montón de sitios, estaba a esa misma distancia de la cuarta plaza, la que conducía a la previa de la Liga de Campeones y que entonces ostentaba el Mallorca con un calendario muchísimo más complicado por delante. Otro dato más igualmente significativo: el Valencia, el tercero, estaba aocho puntos de distancia y antes de las dos últimas jornadas ligueras, ya sin ninguna trascedencia para los hombres de Emery, figuraba exactamente a esos mismos ocho puntos.

Ésa era la defensa de Jiménez, unos números irrefutables que indicaban que su equipo, en la única temporada completa con él al mando, había concluido en la tercera posición de la tabla. Y que se había clasificado para la final de la Copa del Rey después de dejar en la cuneta al coloso Barcelona por mucho que Guardiola optara por darle minutos a los menos habituales en el partido de ida; y que había pasado con nota las dos fases clasificatorias en la Liga de Campeones en las que dirigió al equipo, aunque después decepcionara en los octavos de final; y que también alcanzó las semifinales de la Copa 2008-09, aunque ahí sufriera una de las grandes decepciones de su carrera con aquella vuelta lamentable en San Mamés frente al Athletic Club. Su único fracaso de verdad llegaría en la Copa de la UEFA en la que cayó eliminado en un grupo con un nivel clarísimamente inferior.

Porque es evidente que las debacles del equipo eran fracasos rotundos de Manuel Jiménez mientras que los éxitos eran obra de Luis Fabiano, Kanoute, Jesús Navas o el jugador al que le tocara ponerle el nombre propio en cada momento puntual al éxito de una plantilla al completo. Más o menos lo contrario a lo que ha acaecido desde que se produjera el despido del técnico para dar paso a una nueva etapa con Antonio Álvarez al frente de la plantilla tras el fallido intento del club de darle el mando a Luis Aragonés Suárez.

mejor ambiente

La decisión de Del Nido y de Monchi era, incuestionablemente, necesaria en aquellos momentos, aunque otra cosa fue que fallara el sustituto previsto, ya que eso sí ofreció cierta imagen de improvisación dentro de un club que presume, con razón muchas veces, de las estructuras a la hora de tomar todas las medidas de cierta relevancia. ¿Y valió para un cambio profundo en lo futbolístico? Pues sí y no. Antonio Álvarez apostó por otra línea de juego, aunque el actual entrenador admite en una entrevista en este mismo suplemento que en el fútbol profesional difícilmente se puede disfrutar dentro de un campo de fútbol. ¿Qué ha cambiado entonces? Bien sencillo: el entorno. Lo que antes era objeto de un comentario de texto continuo para buscar el lado negativo del discurso del máximo responsable ahora es lo que debería ser siempre, algo tan simple como la normalidad. Ya no está el sevillista al que se le esfumó el gran sueño de ver a su equipo ganar un título con él en el banquillo. Pero en el Camp Nou habrá un sevillista llamado Manuel Jiménez Jiménez en las gradas animando a los suyos.

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