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Síndromes expresivos | Los pronombres

Iniesta de mi vida y otras tropelías del 'brikindans'

El futbolista del Barça Andrés Iniesta. El futbolista del Barça Andrés Iniesta.

El futbolista del Barça Andrés Iniesta.

Iniesta de tacón perfecto para Fábregas. Viene también Navas. Aparece Torres. Está de delantero centro Iniesta. ¡Para él va ese balón! Le cae a Cesc Fábregas. Toca para Iniesta… ¡Iniesta! ¡Chuta Iniesta! ¡Goooool! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Iniesta de mi vida! ¡Gol de Iniesta! ¡Gol de España! ¡A falta de cuatro minutos somos campeones del mundo! ¡Frotó la lámpara! ¡Salió el genio!... ¡Andrés Iniesta!

Sí, querido lector, Paco González, José Antonio Camacho y su mítico: "¡Iniesta de mi vida!". Y de la tuya, y la suya, y la nuestra y la vuestra, y la de todos. "¡Iniesta de mi vida!", como recuerdo de varias generaciones de telespectadores ávidos de gestas épicas. Una nación unida en el nosotros, sin atender a lo tuyo ni lo mío. Un grito de "nosotros" en cada rincón de España frente a un "ellos", disfrazados de naranja. "¡Iniesta de mi vida!". Contigo aprendimos el sentido de un sentimiento común inquebrantable. "¡Iniesta de mi vida!". ¡Qué alegría vivir en los pronombres!

Con una sonrisa nostálgica, aún gozo con la imagen del gol de Iniesta con su pierna derecha y, detrás suya, un abrazo en cada reunión de españoles. Nos costó lo suyo derrotar a la Naranja Mecánica con un experto entrenador de pelo cano, que a sus jugadores animaba sin descanso para pasar a la historia como el primer combinado nacional holandés en alcanzar la gloria futbolística. Desgraciadamente, no contaban con la figura de Iniesta de mi vida. El mago frotó la lámpara. "¡Memorable, celestial, divino, eterno! ¡Inieeestaaa!", en la voz quebrada de Alfredo Martínez.

Debo reconocer que, con la emoción, me he venido arriba y he destrozado la lengua que tanto amo con cuatro incorrecciones imperdonables. Señor, ten piedad. Sí, querido lector, nadie es perfecto. Iniesta de mi vida ha conseguido arrastrarme al fango del barbarismo gramatical a golpe de pronombre dislocado y fuera de sitio.

¿De verdad no te has dado cuenta de las cuatro tropelías lingüísticas tecleadas en el párrafo anterior? Tal vez me respetas y admiras tanto como a Iniesta, eximio seguidor de estas columnas dedicadas a la corrección de la lengua española. Yo también te quiero.

En efecto, lo confieso: he pecado de soberbia y, por este motivo, me veo obligado a expiar mis pecados en forma de reconocimiento explícito de mis errores en el uso de los posesivos. Uno… el brikindans. Perdón, querido lector. Hay días en los que es mejor no levantarse. Me centro en el asunto de los posesivos:

  1. Es imperdonable la combinación de los pronombres posesivos con adverbios espaciales y temporales como en la estructura: "Y, detrás suya, un abrazo en cada reunión de españoles". Por lo tanto, lo correcto y aceptado por la RAE es la variante: "Y, detrás de él, un abrazo en cada reunión de españoles».
  2. A pesar de los avisos, es habitual el uso incorrecto del posesivo en sintagmas en los que aparecen sustantivos que designan partes del cuerpo. En concreto, lo normativo hubiera sido: "La imagen del gol de Iniesta con la pierna derecha" en lugar de "la imagen del gol de Iniesta con su pierna derecha". Ya imaginamos que la pierna pertenece al bueno de Andrés.
  3. La norma gramatical siempre insiste en que los posesivos que aparecen en la expresión de modismos deben concordar en número y persona con el primer pronombre de la serie. Así, mi error (siempre producto de la emoción del momento) ha sido alterar la concordancia en la frase: "Nos costó lo suyo derrotar a la Naranja Mecánica" en lugar de la correcta: "Nos costó lo nuestro derrotar a la Naranja Mecánica".
  4. Como muchos hispanohablantes, a veces olvidamos de forma involuntaria la existencia del adjetivo relativo "cuyo". Nos suena como arcaico y fuera de contexto y, en su lugar, recurrimos a una combinación de partículas cada vez más repetida "que su". Los filólogos y estudiosos de la lengua española han bautizado esta construcción con el nombre de quesuismo. Por tanto, me he pasado de frenada en la frase: "Con un experto entrenador de pelo cano, que a sus jugadores animaba sin descanso" en lugar de la recomendable: "Con un experto entrenador de pelo cano, a cuyos jugadores animaba sin descanso".

¿Se puede superar?

El síndrome de Iniesta de mi vida nos avisa de la importancia de escribir siempre en un entorno tranquilo y alejado de emociones desestabilizadoras. Así, esta recomendación es vital en la composición cotidiana de textos escritos en el ámbito profesional, así como en cualquier comunicación pública. Con total seguridad, una estructura gramatical incorrecta proyecta una imagen desfigurada del emisor.

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