Síndromes expresivos 10 | El seseo

Acento de pobres

El humorista Manu Sánchez (Dos Hermanas, Sevilla, 1985). El humorista Manu Sánchez (Dos Hermanas, Sevilla, 1985).

El humorista Manu Sánchez (Dos Hermanas, Sevilla, 1985). / Carlos Gil

"No sé si yo hablo muy rápido o tú escuchas muy lento", se pregunta con toda la guasa del mundo el humorista sevillano Manu Sánchez, cuando un supuesto paladín de la fonética castellana le afea su acento ceceante. En este país (España), ya todos conocemos la inclinación de sus naturales a emitir juicios absolutos (y simples) a cuestiones complicadas e interpretables. Sí, querido lector, uno está curado de espanto.

El ibérico siempre se ha caracterizado por lamentar el éxito del vecino, más que el fracaso propio. Así, esta pauta de pensamiento se aplica a diferentes ámbitos de la existencia, como el político, el económico, el sociológico y, por qué no, el lingüístico. Como consecuencia, acodado en la barra del bar o en plena reflexión de doscientas palabras en la pantallita de un móvil de última generación, el español ha decidido, por aplastante mayoría en la reunión de colegas, que existen rasgos fonéticos de primera categoría y otros de naturaleza inferior. Las dos Españas esta vez enfrentadas por la corrección articulatoria de determinados sonidos. Gracias a Dios, atenúan las críticas porque les divierte esa musicalidad de las eses y zetas, articuladas en las zonas meridionales.

El otro día, mi insigne compañero de fatigas José Luis Taboada me aconsejó, con su criterio siempre certero, que examinara los datos presentados en el “Anuario del español en el mundo 2020” y, sobre todo, me llamó la atención sobre algún apunte general que, en muchas ocasiones, pasa desapercibido en los análisis posteriores: se estima que son 489 millones los hispanohablantes nativos, más otros 22 millones de estudiantes de español como lengua extranjera. Como dijo la exministra de Asuntos Exteriores, nuestra lengua “goza de excelente salud” tanto en su difusión como en las expectativas de futuro. Bueno, todo según la subjetividad de cada uno.

Si me piden sinceridad en la redacción de estas líneas, no creo que los garantes de la pureza fonética de nuestra lengua común hayan saltado de alegría al analizar las cifras y gráficos del informe. Como podrán imaginar, el crecimiento de hablantes nativos no se debe a una explosión demográfica en las regiones distinguidoras de los sonidos que corresponden a las letras s, z y c. “El invierno demográfico” es una realidad incuestionable en aquellas heroicas tierras, donde nació la lengua castellana. Por lo tanto, la sagrada pureza del idioma será mancillada por la llegada al mundo de decenas de miles de bárbaros seseantes.

Así, cada vez que un locutor de radio, artista de moda, presentador de televisión, representante político u otro personaje público muestra su peculiar forma de articular las palabras con los grafemas s, z y c, los herederos lingüísticos de Rodrigo Díaz de Vivar desempolvan sus espadas oxidadas y condenan a los cuatro vientos la manía seseante en la pronunciación de muchos hablantes incautos: seresa por “cereza”, plasa por “plaza”, sapato por “zapato”. Menos lobos, Caperucita.

¿Se puede superar?

¿Superar qué? ¿La pronunciación de las letras c (ante e, i) y z con el sonido de la s? ¿Que de una santa vez ciertos hablantes perciban este rasgo lingüístico como una peculiaridad fonética en nuestra lengua sin connotaciones peyorativas? Es divertido desprestigiar determinados usos como el seseo y, por el contrario, ensalzar la confusión entre los pronombres átonos de 3ª persona lo, la, le. Un par de detalles pueden ayudar a responder las cuestiones planteadas:

  1. Según la RAE, “el seseo es general en toda Hispanoamérica y, en España, lo es en Canarias y en parte de Andalucía, y se da en algunos puntos de Murcia y Badajoz. También existe seseo entre las clases populares de Valencia, Cataluña, Mallorca y el País Vasco, cuando hablan castellano, y se da asimismo en algunas zonas rurales de Galicia”. ¿Cómo se te ha quedado el cuerpo, cabesa?
  2. México cuenta con una población de unos ciento treinta millones de habitantes. No sé si los hijos del Cid son conscientes de que el seseo es un rasgo articulatorio común a todos ellos. De igual forma, en su vecino del norte se estima que hay casi cincuenta millones de hablantes de español que también se atreven a no esconder su “vulgar” seseo. ¿Iniciamos una Reconquista lingüística de los territorios corruptores de la esencia de la lengua española? 

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