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El arte de la ficción | Crítica

Acotación del enigma

  • Firmamento reúne los tres textos de la brillante discusión literaria entre los novelistas Walter Besant, Henry James y Robert Louis Stevenson acerca de la naturaleza y el alcance de la ficción 

Los protagonistas de la contienda: Walter Besant, Henry James y Robert Louis Stevenson

Los protagonistas de la contienda: Walter Besant, Henry James y Robert Louis Stevenson

En su notable introducción, Álvaro Uribe explica la génesis y la naturaleza de esta contienda. Después de que, en abril de 1884, Walter Besant diera una conferencia sobre “El arte de la ficción” en la Royal Institution de Londres, los escritores Henry James y Robert Louis Stevenson se vieron sucesivamente concernidos, y ofrecieron su respuesta en las páginas del Longman's Magazine. James, con el mismo título usado por Besant; Stevenson, acudiendo al magisterio de Swift y titulando su réplica como “Una humilde amonestación”; amonestación que no era en absoluto humilde, pero sí, ciertamente, admonitoria.

Besant vindica el arte narrativo frente a los dos/tres artes predilectos del XIX: la pintura, la música y la poesía

Como señala con precisión Uribe, Besant defendía una narración realista, fortificada por la moral; James, un arte narrativo, fruto del subjetivismo; y Stevenson, una ficción emanada de los propios medios lingüísticos. Todos ellos, no obstante, no son sino diversos aspectos de un mismo problema, que Besant plantea al vindicar el arte narrativo frente a los dos/tres artes predilectos del XIX: la pintura, la música y la poesía, cuya inmediatez, cuya facilidad para aproximarse a los sentimientos del público, las privilegiaron sobre el resto de las disciplinas artísticas. Lo que se escenifica en la contienda Besant-James-Stevenson no es sino la secuencia establecida ya por Lessing en la segunda mitad del XVIII, y donde se discierne el tema a tratar (Besant), de su modo de percepción (James) y de las herramientas propias de cada arte (Stevenson). Esto es lo que se recoge en su Laocoonte o sobre los límites de la pintura y la poesía, y lo que cada cual a su modo, más de un siglo después, expondrán, polémicamente, como si de distintos “sistemas” se trataran.

Lo cierto, sin embargo, es que dichas opiniones, vertidas con brillantez y excelencia, no hacían sino acotar, desde distintos flancos, la propia cuestión de la naturaleza del arte, que llegará a su limes dos décadas después, cuando Kandisky, por ejemplo, prescinda de la imitación de lo “real” (Besant) y ciña su pintura a la visión particular (James) y a los medios pictóricos de fijarla (Stevenson). Con lo cual, en esta educada discordancia victoriana nos hallamos con un episodio crucial del arte contemporáneo: con el último estadio que precede y sustenta, que anuncia y posibilita teóricamente a las vanguardias.

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