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Santiago Isla | Escritor

"Creo que tengo la obligación de ser optimista, más allá de mis circunstancias"

  • Con tono de tragicomedia el madrileño aborda en su segunda novela, 'Los juegos florales', publicada por Espasa, los desencantos y peculiaridades de su generación, la de los nacidos a partir de los 90

Santiago Isla (Madrid, 1994) es escritor y músico.

Santiago Isla (Madrid, 1994) es escritor y músico. / José Angel García

-Una novela titulada Los juegos florales, con uno de los más célebres autorretratos de Egon Schiele en la portada y que versa sobre escritores, ¿es una invitación al malditismo?

-A mí el malditismo me puede hacer gracia como pose, pero en la vida real me parece algo horrible. Todos los escritores y creadores que encasillamos como malditos han llevado una vida tremendamente desgraciada, han sufrido muchísimo y en multitud de ocasiones no han visto su obra reconocida, ha sido a posteriori, una vez fallecidos. Baudelaire, por ejemplo, tuvo una vida miserable, estaba en guerra permanente con el mundo y con frecuencia le escribía a su madre para pedirle dinero. Para la ficción y el imaginario, el malditismo, genial, para la vida real es una mierda.

-Diferentes escritores han hecho del "mundo literario" casi un género más. Valle Inclán, Camilo José Cela, Francisco Umbral, Juan Manuel de Prada, y ahora usted que realiza un especie de revisión 3.0 en su novela. Se ha pasado del carajillo al gin tonic, pero ¿en la esencia sigue siendo igual ese mundo?

-Los nombres que menciona me pesan demasiado, yo no sé si puedo actualizar a alguien, y mucho menos a Umbral. En Los juegos florales, más que al mundo literario, que también aparece, he tratado de reflejar el mundo artístico y muy especialmente a aquellos que, más que ser artistas, juegan a ser artistas. Unos personajes que me he encontrado con cierta frecuencia y que siempre me han llamado mucho la atención. Gente con la vida resuelta que juegan a ser escritores, cineastas o artistas plásticos.

-Metaliteratura, metaficción, ya que se incluye entre los personajes, pero también ofrece aquí un retrato generacional o iconográfico, gracias al cual repasa las modas o los consumos culturales. ¿Se siente cómodo dentro del epígrafe "novela generacional"?

-No me importa. Aunque no quisiese formar parte de una etiqueta concreta, me van a adjudicar una. Por eso le doy una importancia muy relativa a las etiquetas. Sí considero que puede entenderse como una novela generacional porque hay una serie de temas que abordo, que entiendo son muy visibles a una generación muy concreta, de aquellos nacidos en la década de los noventa o finales de los ochenta, que es mi generación.

"Abordo temas muy visibles en mi generación y trato de reflejar el mundo de los que juegan a ser artistas"

-Aun siendo muy autocrítico, incluso burlón, con su generación y sus formas de mostrarse al mundo, también transmite un halo de esperanza, de no todo está perdido.

-En Los juegos florales, el protagonista, Ignacio Benavides, es un hombre muy frustrado, que es algo, por otra parte, muy generacional: la frustración y la tolerancia a la frustración. En este caso concreto, la intolerancia a la frustración, más bien. El creerse ser merecedor de algo muy grande y, sin embargo, no ser capaz de dar los pasos necesarios para llegar hasta ahí y alcanzar el objetivo. A pesar de todo esto, de ver la vida a través de los ojos de este personaje, tan frustrado, quería mantener un halo de esperanza, porque considero que hay que tenerla. Yo soy joven y creo que tengo la obligación de ser optimista, más allá de mis circunstancias personales, o las de cada cual. Ya tendré tiempo de vivir la frustración. Tengo 26 años, acabo de publicar mi segunda novela, sólo tengo motivos para mirar el futuro con optimismo y he tratado de contagiar a la novela de ese espíritu.

-Como en su anterior novela, Madrid ocupa un papel muy destacado. Uno de sus personajes, en un viaje a Marbella, dice: "Madrid, me carga", que puede entenderse como una actualización del célebre "Madrid, me mata". ¿Marca la procedencia o si usa la geografía es por recurrir a ámbitos conocidos?

-En mi anterior novela -Buenas noches-, Madrid pesa más. Esta novela, sin embargo, podría transcurrir perfectamente en Sevilla. Bastaría con cambiar el nombre del barrio pijo en el que viven los personajes pijos, y el nombre de los restaurantes y demás establecimientos, porque seguro que es fácil encontrar los equivalentes. Madrid tiene ese papel relevante porque es el lugar que más conozco, y porque a los personajes les marca su procedencia. Igualmente, también utilizo que la novela transcurre en verano para retratar a los personajes por el lugar que escogen para pasar sus vacaciones. El que va a Marbella es muy diferente que el que va al pueblo de su abuela, en la provincia de Segovia.

Retrato de Isla con su segunda novela, 'Los juegos florales'. Retrato de Isla con su segunda novela, 'Los juegos florales'.

Retrato de Isla con su segunda novela, 'Los juegos florales'. / José Angel García

-En su novela, muestra a un grupo de personajes con importantes inquietudes culturales. Lo que nos traslada a que nunca como ahora había habido tanta facilidad para acceder a la cultura, en cualquiera de sus manifestaciones. ¿Las personas de su generación, son conscientes de ello, lo aprovechan?

-Hasta cierto punto. Tener todo al alcance de la mano casi propicia que lo valoremos menos. El que yo pueda acceder en cualquier momento a todas las grandes películas o series quizá consiga que lo valore menos que si tuviera que ir al videoclub, esperar, pegarme la caminata, devolverlas, etc. Seguramente lo valoramos menos, es cierto, pero el que haya ese acceso es muy bueno. Pero también hemos de tener en cuenta que ese acceso a la cultura debe producirse con las adecuadas condiciones. Pongo el ejemplo del Museo del Prado: es bueno que haya tramos horarios en el que sea gratuito, que su precio sea asequible; lo que no tendría sentido sería llevar los cuadros del museo al Metro. Cultura accesible, sí, pero respetando cómo se muestra.

-Aunque terriblemente actual, por el despliegue de hábitos y productos que nos conectan con el presente, también es una novela a contracorriente. Temáticamente, o recurriendo a iconos, estoy pensando en Serge Gainsbourg, que tal vez no están muy presentes en su generación.

-La mayoría de esas referencias iconográficas del pasado vienen por el personaje de Julio Gasset, que es el de más edad de la novela, roza los cuarenta. Es un personaje muy frívolo y muy nostálgico de una época que no ha vivido realmente. Y Gainsbourg es un ejemplo. Se trata de una nostalgia absurda, pero que también es sintomática de mi generación. A mí me encanta la música de los 70, y cuando era más joven tenía fijación por el Londres de los 60. Qué absurdo, ¿verdad?

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