Noche Cerrada | Crítica

América Profunda

  • Sajalín publica la primera novela en veinte años de Chris Offutt, una historia de un veterano de Corea metido a contrabandista de alcohol

El escritor estadounidense Chris Offutt (Lexington, Kentucky, 1958).

El escritor estadounidense Chris Offutt (Lexington, Kentucky, 1958). / Sandra Dyas

Hay que tener mala suerte para sacar un libro el día 11 de marzo y que el día 13 el Gobierno decrete el estado de alarma, se cierren todos los negocios no esenciales (se podría discutir si las librerías lo son o no, pero en esta pandemia no se las consideró así) y te quedes con una pila de libros sin vender hasta tres meses después. Y hay que ser muy bueno para que, una vez levantado el estado de alarma, se agote la primera edición en cuestión de días porque tus lectores han ido en masa a comprar el libro que se les quedó empantanado por culpa del coronavirus. Es lo que le ha ocurrido a Noche Cerrada, la novela del escritor estadounidense Chris Offutt (Lexington, Kentucky, 1958) publicada por la editorial Sajalín.

Noche cerrada es el número 43 de la colección Al Margen, donde, como le gusta decir a su editor, se encuentran algunos de los mejores jardineros del mal que pueden leerse hoy en día en español. Edward Bunker, Hubert Selby Jr, Ted Lewis, Newton Thornburg, Gene Kerrigan, Eddie Little, James Fogle o el recientemente fichado Jordi Cussà son algunos de sus exponentes, por citar sólo a unos cuantos de un sello que mantiene, libro tras libro, unos estándares de calidad muy altos. Tan es así que el editor se niega a publicar la tercera novela de la serie Carter, de Ted Lewis, pese al éxito de las dos primeras, porque la última no da el nivel.

Offutt no es un jardinero del mal al uso, no es un yonqui rehabilitado ni fue atracador de bancos o farmacias ni pasó por la cárcel, que se sepa. Su reseña biográfica dice que encadenó más de cincuenta empleos recorriendo EEUUa dedo. Aquello sin duda le convirtió en un catedrático de la América profunda, la de las destilerías ilegales de whisky, la del contrabando y el tráfico de drogas, la de la pistola al cinto y la mecha corta para saltar ante la más mínima provocación, la de los tipos pendencieros que aguardan en un bar a que llegue el primero al que le puedan partir la cara, la de los rednecks orgullosos de su analfabetismo funcional, la de las plantaciones de marihuana y la de los cazadores furtivos que pululan por una tierra tan bella como inhóspita.

Al escritor le conocimos el año pasado en España, donde hasta entonces estaba inédito pese a que su primera obra salió a la luz en EEUU en 1992. Tuvieron que pasar 27 años para que Sajalín, cómo no, la trajera a la lengua de Cervantes. Era una colección de relatos titulada Kentucky seco, nombre con el que se conoce al bourbon obtenido en las destilerías clandestinas. Incluía nueve cuentos ambientados en esos bosques próximos a los Apalaches, con personajes que quieren más a los animales que a las personas (aunque casi en cada página muriera un perro) y con jóvenes a los que se desprecia porque quieren estudiar.

También el año pasado se publicó en España una especie de autobiografía del autor, centrada en la relación con su padre, con el impactante título de Mi padre el pornógrafo. En esta ocasión lo hizo la editorial Malas Tierras, un sello que nació poco antes con la reedición del Dog Soldiers de Robert Stone, y que este año ha ganado unos cuantos puntos rescatando del olvido (en coedición con Underwood) la novela Berg, de Ann Quinn, escritora británica considerada maldita que se quitó la vida en una playa de Brighton en los años setenta, y que tampoco habíamos tenido el gusto de disfrutar en nuestra lengua.

Pero al lío. Resulta que Andrew Offutt, padre de Chris, fue uno de los principales autores de novela erótica de EEUU, y publicó más de 400 trabajos de este género bajo una veintena de seudónimos. También dominó la ciencia ficción. El caso es que, como bien dijo el hijo, heredó de su padre un rifle y 800 kilos de porno. Todavía tiene más guasa que el hombre se dedicara a escribir novela erótica para pagar la ortodoncia de su hijo. El caso es que, gracias a estos dos libros, ya conocíamos algo de este Chris Offutt del que no teníamos ni idea de su existencia hace un año, aunque resulta que había sido guionista de series de la HBO como True Blood oTreme.

Por eso sabíamos que Noche cerrada iba a estar bien. A diferencia de Kentucky seco, no hubo que esperar demasiado para la edición española, pues el libro es de 2018. Era, de hecho, la primera novela que sacaba el autor en veinte años. La historia es la de un veterano de la guerra de Corea, Tucker, que mintió sobre su edad para alistarse y a su regreso a EEUU se ve inmerso en una serie de peripecias que lo llevan a casarse con una adolescente, primero, y a verse obligado a trabajar para un contrabandista de alcohol para mantener a su familia.

Es una novela corta, no llega a las 250 páginas, más que suficiente para construir a un personaje profundo y con una personalidad compleja. Es inteligente, tierno con sus hijos y con su mujer, duro cuando tiene que ponerse para sobrevivir, y sobre todo un hombre íntegro, con un código de conducta aprendido en el Ejército que llevará a rajatabla por mucho que desempeñe una actividad ilegal. Offutt domina la narración omnisciente y deja algunos diálogos para enmarcar. (Aquí merece al menos una mención la excelente traducción de Javier Lucini).

Baste uno de ellos para concluir esta reseña:

"–Haré que el sheriff se te pegue al culo –dijo Tucker–. Has intentado abusar de tu sobrina, que no tiene más de catorce. Acabarás en la trena. 

Tío Boot se rió, un sonido brusco que dio lugar a una tos ronca. Escupió sangre.

–Hijo –dijo–. El puto sheriff soy yo".

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