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'A corazón abierto'

Los héroes discretos de Elvira Lindo

  • La escritora recrea la historia de sus padres en 'A corazón abierto', una novela en la que su autora reivindica a la generación que salió adelante con su esfuerzo en los años del franquismo

Elvira Lindo, este martes en el Teatro Central, donde presentó su libro.

Elvira Lindo, este martes en el Teatro Central, donde presentó su libro. / José Ángel García

"En la habitual idealización de los muertos, tan practicada en el ámbito familiar, hay una falta a la verdad que me saca de quicio", escribe Elvira Lindo en A corazón abierto (Seix Barral), un proyecto personal en el que la autora recrea las vidas de sus progenitores desde una premisa: que "siempre fueran ellos. Que yo no me inventara rasgos que no tenían", explica la narradora, que esta semana presentó en Sevilla su nuevo libro de la mano del Centro Andaluz de las Letras.  

La obra es así "fiel a cómo eran Manuel y Antonia. Yo percibía desde niña que eran dos personalidades diferentes, interesantes, peculiares". Él, detalla Lindo, poseía un carácter "explosivo, arbitrario, original", mientras que ella "estaba en las antípodas: era una mujer reflexiva, sosegada, dulce". Tal vez por ese contraste, y por la "gran pasión" en la que convergieron antes de que la vida "les sacudiera", la escritora albergaba la pretensión de que "esas dos personas que yo conocí, tanto como se puede conocer a unos padres, se convirtieran en personajes literarios". 

Lindo fabula con sus historias a partir de dos momentos determinantes en sus biografías: la operación a corazón abierto en la que intervendrían a la madre y otro episodio que vivió el padre en su infancia, cuando el niño atraviesa solo y desamparado un Madrid destruido, recién acabada la guerra, una experiencia que forjará en el muchacho el ánimo de un superviviente.

Lindo no quiso idealizar a sus padres, se marcó “no inventar rasgos, que siempre fueran ellos”

Vivencias con las que la narradora rinde su particular homenaje a esa generación de perdedores que salió de la miseria con su esfuerzo y que sacó adelante un país. "Los jóvenes de barrio como yo creíamos que debíamos reivindicar únicamente a aquellas personas que habían luchado en la Guerra Civil y habían conocido el exilio, ese perfil politizado de alguien que había sido víctima del franquismo. Nuestros padres no tenían para nosotros nada épico", reconoce. "Este libro", apunta su autora, "es un acto de justicia, una forma de darle a sus vidas el valor que tenían", dice la escritora, que también aborda la infancia de su padre en una ópera, El niño y la bestia, en la que se embarcó gracias a su sobrina la oboísta María Lindo. 

A corazón abierto reconstruye la peripecia de esa pareja y la familia que crearon con saltos temporales y distintos puntos de vista. "No siempre es esta primera persona de ahora, quien soy hoy, la que describe los hechos, aquí se suceden las personas que yo he sido. La niña, la adolescente, la adulta... Quería explorar cómo miraba a mis padres en cada momento", analiza Lindo, que alterna también los variados escenarios –Palma de Mallorca, Málaga, Cádiz o la presa del Atazar, en la "sierra pobre de Madrid"– por los que pasó el clan. "Eso se debió al deseo de progresar de mi padre, alguien que venía de la nada y que por su trabajo como auditor nos llevó de un sitio a otro de la geografía española, hasta el punto de que cada uno de los hijos nacimos en un lugar distinto", desvela Lindo.

Elvira Lindo. Elvira Lindo.

Elvira Lindo. / José Ángel García

La exploración de ese pasado  ha proporcionado a la novelista algunas revelaciones inesperadas. Por ejemplo, que ese matrimonio de sus padres que con los años había derivado en una relación tormentosa empezó con un cariz luminoso. "En el material gráfico del que disponía, que habíamos recopilado mis hermanos y yo, comprobé que en los años 50, cuando eran novios, había una gran pasión entre ellos. Otras veces había visto los álbumes familiares y no había reparado en ciertos detalles: en cómo se tomaban de la mano, cómo se miraban, con una espontaneidad y un amor que yo no había apreciado anteriormente". 

Lindo ha asumido también que tal vez las burlas que le dedicaban sus hermanos tenían una lógica. "Cuando eres la pequeña te persigue el estigma de que eres la caprichosa, la mimada, y yo me he resistido toda la vida a esa etiqueta. Pero con este libro he caído en la cuenta de que, por ejemplo, cuando estábamos en Palma de Mallorca los domingos me iba a la cama de mis padres a dormir entre ellos... y entonces tenía ya diez años. Sí, he descubierto que mis hermanos tenían algo de razón", evoca entre risas. "Pero desligarme de mis padres era complicado: para ellos perderme a mí como niña, y admitir que ya era adolescente, fue traumático".

"Nuestros padres", dice, "no tenían para nosotros nada épico. Este libro es un acto de justicia, da valor a sus vidas”

El reencuentro con sus antecesores, esa madre de corazón frágil cuya alegría fue corroyendo el desengaño, y ese padre bravucón y expansivo que evitaba la cobardía y la tristeza, ha brindado a la narradora un consuelo al que no quería poner fin. "Costó mucho terminar este libro, mi editora [Elena Ramírez] puede confirmarlo. No quería soltarlo, como una mujer que está feliz con su embarazo y no quiere parir", confiesa. A pesar de que volvía la vista en ocasiones a "acontecimientos traumáticos", Lindo vivió de una manera "sensorial" el retrato que trazaba de sus padres. "Quería olerlos, tocarlos, y eso me creó una especie de cobijo. El otro día hablábamos Antonio [Muñoz Molina, su marido]  y yo que hoy alguien que quiera informarse está en un estado de confusión, no sabe qué pensar sobre el mundo en el que está viviendo, porque todo ocurre demasiado rápido. Él me decía,  porque le gusta mucho el arte, que se refugiaba en el mundo antiguo, y pienso que a mí este libro me ha dado ese cobijo", dice sobre una novela que "podía haber sido más larga, pero debía llegar a los lectores. Todavía me asomo a la habitación de Antonio y le digo: Esto lo tenía que haber contado, ¿verdad?, era importante [ríe]. Yo no doy por acabada esta historia. Si dentro de 10 o 15 años tengo buena salud y sigo viva, tal vez haya un segundo libro".

Entre las incógnitas que alberga ahora Lindo despunta una: qué habría sido de su madre si no hubiese muerto joven. "Le dio tiempo a votar por primera vez, pero no vio todo lo que ha cambiado España después. Las hijas de finales de los 70 y principios de los 80 dimos un salto importante, nosotras no queríamos ser como habían sido nuestras madres, pero con el tiempo esa generación de mujeres que hoy son mayores también evolucionó. Hoy las ves en las manifestaciones del 8M y te das cuenta de que también han hecho un viaje impresionante. Me da mucha pena que mi madre se perdiera eso".

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