Salambó | Crítica

Estética de la crueldad y el fasto

  • Alianza publica 'Salambó', la gran novela histórica de Flaubert, ambientada en el Cartago de Amílcar Barca y escrita tras su proceso judicial, fruto del escándalo que suscitó el realismo adulterino de su 'Madame Bovary'

El escritor francés Gustave Flaubert. Ruan, 1821-Croisset, 1880

El escritor francés Gustave Flaubert. Ruan, 1821-Croisset, 1880

Cuando se van a cumplir dos siglos del nacimiento de Flaubert, Alianza recupera esta espléndida novela del autor francés, cuya primera intención, si hemos de creerlo, era la de dar una “idea del color amarillo”. Salambó, para quienes la conozcan, es una novela histórica ambientada en Cartago, durante la primera guerra púnica, cuyo nombre se debe a una sacerdotisa, hija de Amílcar Barca, y cuyos amores con el libio Matho son el desencadenante del espectáculo de suntuosidad y violencia con el que Flaubert, lector atento y minucioso, quiso honrar sus conocimientos del mundo antiguo.

Salambó cumple con la estética cruel y misteriosa, vinculada al ayer, del tardorromanticismo

Publicada en 1862, Flaubert escribe Salambó tras recibir la condena por su Madame Bovary, al igual que Baudelaire había sido condenado por Las flores del mal,y ambos a instancias del fiscal Pinard, cuya perspicacia crítica debe reconocerse, incluso en su sentido adverso. No deja de ser curioso, por otro lado, que fuera Barbey d'Aurevilly, el gran teórico del dandismo y mentor de Baudelaire, quien deplorara la obra de Flaubert por su tedioso y vulgar prosaísmo. ¿Por qué decimos esto? Porque Salambó es una novela que cumple escrupulosamente con la estética del tardorromanticismo y el simbolismo donde militó Barbey, y acaso sea superior a su gran obra sobre la chuanería, la excelente y postergada La hechizada. Una estética que exige el fasto, la crudeza y el misterio de la Historia, como veremos o lo hemos visto en Morau y Delacroix; pero una estética, hija de la hora romántica, donde lo que se pretende, junto a la recreación científica del ayer (recuérdese Los últimos días de Pompeya de Bulwer-Lytton, publicada en 1834), es la de escamotear una actualidad que el artista considera roma y falta de poesía. Así, una parte importante del XIX querrá descubrir en el ayer un último destello de lo lo sagrado. Y junto con el ayer, el magnetismo del Mal, de la crueldad -aquellos Cuentos crueles de Villiers-, que triunfan terminando el siglo.

Sepa el lector que estas son las fuerzas que componen Salambó: un poderoso cientifismo histórico, puesto en servicio de una robusta oscuridad poética.

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