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Nación de nostalgia

  • A través de filmes como 'El espíritu de la colmena' o 'En el balcón vacío', Castro de Paz analiza el exilio en el cine

Un fotograma de 'El espíritu de la colmena' (Victor Erice, 1973), el gran filme del exilio interior.

Un fotograma de 'El espíritu de la colmena' (Victor Erice, 1973), el gran filme del exilio interior.

Tres ensayos breves, íntimamente relacionados, se presentan aquí en versión ilustrada y ampliada. Son obra de uno de los mejores, quizás el mejor, de los historiadores actuales del cine español, el gallego José Luis Castro de Paz, catedrático en Santiago de Compostela y autor de algunos libros -por ejemplo la monografía dedicada a Fernando Fernán Gómez, Un cinema herido. Los turbios años cuarenta en el cine español (Paidós), o Del sainete al esperpento. Relecturas sobre el cine español de los años cincuenta (junto a Josetxo Cerdán)- que más han contribuido a desterrar tópicos sobre nuestro cinema nacional, en especial sobre los cineastas bajo el franquismo, aquellas sufridas generaciones casi siempre despachadas con injusticia desde las anteojeras ideológicas y los prejuicios; a veces también mezclados con el oportunista interés generacional (la famosa diatriba de Juan Antonio Bardem en las Conversaciones de Salamanca de 1955).

En un momento de Cine y exilio. Forma(s) de la ausencia, el propio Castro de Paz, mientras busca antecedentes a esa veta "del mito" que trata de definir a partir de títulos como En el balcón vacío de Jomí García Ascot, El espíritu de la colmena de Víctor Erice, Furtivos de José Luis Borau o Madregilda de Francisco Regueiro, y por tanto vuelve la vista a títulos de Mur Oti, Serrano de Osma, Vajda, Ruiz Castillo, Llobet-Gràcia..., homenajea a sus camaradas de profesión (los Perucha, Zunzunegui, Company, Requena, Téllez, Pena, Sánchez-Biosca...), es decir, a aquellos historiadores que desde el análisis textual y la contextualización histórica se han volcado en hacer comprender que en el cine español, como en cualquier otra cinematografía, se trata de advertir y familiarizarse con todo un "depósito de formas fílmicas" esencialmente vinculado a una tradición cultural. Hablamos de un esfuerzo encomiable destinado a alejar el debate de las superficialidades de los juicios del gusto para hacer ver que el cine español existe, es uno concreto, específico, atravesado por paradigmas formales que reelaboran herencias populares de manera compleja y sugerente.

El autor es uno de los mejores, quizás el mejor, historiadores actuales del cine español

Y esto es lo que ejecuta aquí el fino y concienzudo analista Castro de Paz, la persecución de uno de estos esquemas, el de aquellas "escrituras que apuntan al mito" en palabras de González Requena escritas en referencia a un corpus de filmes inaugurado por El espíritu de la colmena, su "red de conceptos" (dificultad del mito, necesidad de convocarlo y de lidiar con el problema del sentido ante la ausencia del padre y de la palabra fundada, lo que la descendencia asume como un melancólico anhelo de lo perdido ante el abismo de la muerte y la locura) y características formales (densidad no realista, ceremoniosidad, aleteo de lo mágico, autorreflexidad). Perseguirlo, como antes hicieron otros, para mejor definirlo y ampliarlo, en este caso con un cuidadoso y excelente examen de En el balcón vacío (1962), la poco vista película de Jomí García Ascot y María Luisa Elio, quienes desde México dieron traducción formal y espesor estético a la experiencia del exilio como nadie lo ha hecho hasta ahora. Autobiográfica (la vida herida por la irrupción de una Guerra Civil que arrasa a una familia inaugurando un "tiempo para llorar" que se exacerba cuando las décadas de exilio se encabalgan con la nostalgia de la infancia) y warburgiana (resonancias iconográficas, gestuales y estilísticas que sobrevivieron de manera apasionante en el posterior filme frankensteiniano de Erice), En el balcón vacío reanima el patrón de "ausencia paterna, guerra, muerte e incurable herida del deseo" que Castro de Paz había identificado en esos clásicos de los 40 y 50 (Vida en sombras, La sirena negra, Las inquietudes de Shanti-Andía, Marcelino pan y vino...) donde la privación del objeto amoroso y las subsiguientes soledad y melancolía afilaban la metáfora del país arrasado y desmoralizado y de su cohorte de ciudadanos traumatizados.

Es este "aire densísimo y espectral" el que el autor detalla en su análisis del filme de Ascot y Elio, un desmenuzamiento que, al hilo de la condensación reflexiva de los títulos del modelo mítico, le permite, cerca de los presupuestos de Raymond Bellour, rastrear esa esquiva zona de la dimensión estética cinematográfica que tiene que ver con el reflejo del propio funcionamiento íntimo de las máquinas del cine: arte de espectros, fantasmagorías de lo que una vez estuvo delante de la cámara impregnando en el celuloide la huella de su futura ausencia; película debajo de la película que aquí se entrevé mejor, al invocarse la ficción agujereada, en tanto memoria herida que va y viene entre un pasado fracturado y un presente doliente que le devuelve a las imágenes y sonidos el vértigo de una virtualidad "entre-tiempos" liberada del límite de las convenciones narrativas.

Completado con otro estudio -y una memoria historiográfica alrededor de este título decisivo- de El espíritu de la colmena, es decir, equilibrado el mapa de las ausencias con el exilio interior, las buenas ideas de este libro se cierran con otra versión de la trascendencia artística de las humillaciones de la guerra: el paseo ensayístico por el rostro y la voz de la actriz gallega María Casares, otra trasterrada (hija de Casares Quiroga) que desde la obligada separación de la lengua y tierra natales y el desapego por el arte de las luces y las sombras supo inocular un inefable suplemento de melancolía a las mujeres despreciadas y abandonadas a las que interpretó.

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