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Sólo sombras | Crítica

Prontuario de asombros

  • Elba publica una excelente colección de retratos, obra del historiador del arte cubano Alvar González-Palacios, cuyo vínculo principal es el arte: el arte y su disfrute, su elaboración, su pérdida o su acopio

El historiador del arte Alvar González-Palacios (Santiago de Cuba, 1936)

El historiador del arte Alvar González-Palacios (Santiago de Cuba, 1936)

El cubano Alvar González-Palacios, historiador del arte afincado en Roma, acaso peque de modestia desde el título mismo de esta obra, dedicada a un heteróclito y selecto friso de personajes vinculados, de alguna manera, al arte. Quiere decirse, pues, que no solo se trata, como indica el autor, de siluetear unas sombras contra la pared de la historia, ya que ello implicaría confundir la carne del personaje con la oscuridad de su figura proyectada. El proceder de González-Palacios parece ser otro, cuya finalidad última es la de dar la idea o la impronta de un personaje a través de alguna anécdota o predilección artística. O dicho a la inversa, la de distinguir el asombro y la necesidad del arte de quienes lo encarnaron o lo disfrutaron con mayor o menor fortuna.

Un atractivo añadido en estas siluetas es el carácter, no siempre complaciente, con el silueteado

Esto incluye, como es lógico, no solo a artistas como Canova y Proust, y a historiadores como Focillon y Venturi; incluye a coleccionistas y artesanos, o a meros habitantes palaciegos, cuyo vínculo con el arte puede ser el del propietario apasionado, vulgar o desdeñoso. Un atractivo añadido en estas siluetas es el carácter, no siempre complaciente, con el silueteado. Es el caso de Hemingway, de Gertrude Stein, de Borges, de Karen Blixen y de algún otro damnificado por la acotación brillante y maliciosa -pero también ajustada a término- de González-Palacios. Hay otras indicaciones, de singular perspicacia, que afectan a la naturaleza misma del arte y su no coincidencia con el artista. Asi ocurre con Proust, y su mediocre “filosofía del moblaje” (Poe), a pesar de una obra donde abunda la suntuosa recreación de interiores. Esto misma disonancia será aplicable a Kavafis. Disonancia que el propio Proust acaso explique en Sobre la lectura. Lo cual no obsta para que obre, de modo radical, contra una concepción romántica del artista.

Hay numerosos retratos cortesanos (Felipe II, Federico el Grande, Catalina de Rusia, Maria Antonieta...), destinados a resumir distintas formas de concebir y acopiar el arte. Es el retrato de Canova, sin embargo, como embajador vaticano ante la Francia derrotada en Waterloo, el que mejor define una forma coleccionismo moderno, indistinguible de la rapiña. En aquella ocasión, Canova pudo traer de vuelta a Roma el propio fundamento del ideal neoclásico: aquel Laoconte que habían fabulado y acotado Winckelmann y Lessing.

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