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Discursos políticos del New Deal | Crítica

El domador de fieras

  • Se recogen aquí los discursos e intervenciones de Roosevelt, fruto del 'crack' del 29, cuya formulación política sería conocida como New Deal, el nuevo contrato entre el poder y la ciudadanía

Franklin D. Roosevelt en 1939

Franklin D. Roosevelt en 1939

Weinberg, en Un mundo en armas, recuerda un episodio no muy decoroso de la diplomacia estadounidense. Ya en la proximidad de la guerra, la embajada londinense recomendó a Roosevelt distanciarse de algún modo de Keynes, dada su equívoca condición sexual. A pesar de ello, estos discursos del New Deal, extraordinarias alocuciones de un hombre excepcional, no pueden entenderse sin la contribución del economista inglés a la política de Estado, y cuyas Consecuencias económicas de la paz, escritas tras el Armisticio, anunciaban tanto la futura asfixia de Alemania como una distinta concepción de la economía, no meramente arbitral, como la que dirigió a las democracias liberales al crack del 29.

¿Qué encuentra aquí, pues, el lector hodierno, el lector actual, que acaso ignore la estatura y el músculo político de mister Roosevelt? En un primer momento, se encuentra con un mundo en crisis, cuya naturaleza y cuyo relieve pudieran equipararse, sin dificultad, a la recesión que hemos sorteado en estos años. Otra similitud es la urgencia y el desconcierto de la clase política ante unos hechos, no del todo imprevistos. La diferencia crucial entre un momento y otro debe buscarse en la variedad de herramientas (monetarias, productivas, financieras), que hoy se ofrecen al poder político, y que son hijas -fruto de la urgencia, la conmiseración y el arrojo- de las que adoptara Roosevelt, entre otros, para vadear aquel infortunio.

Estamos, pues, ante el albor de una política intervencionista, que obra contra la marginalidad de los gobiernos de entonces. No podemos olvidar, por otra parte, que el mundo de entreguerras contó con el insólito acicate del experimento soviético, ofrecido como alternativa política (en breve se verá acompañado por el fascismo), lo cual explica algo del proceder y las necesidades de aquella hora. Añadamos la sagacidad de Roosevelt para amaestrar a la prensa, para utilizarla como medio de promoción y proyección política, y nos habremos situado, acertadamente, en el umbral ideológico de nuestros días.

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