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Cuaderno de Choisy | CRÍTICA

Ventanista

  • Miguel Ángel Arcas tomó su confinamiento como una ocasión para la mirada, la reflexión y la escritura en libertad que nos entrega en este cuaderno

Miguel Ángel Arcas (Granada, 1956). / TRISTAN LAVERGNE

Miguel Ángel Arcas (Granada, 1956). / TRISTAN LAVERGNE

EN La vida en suspenso, el diario del confinamiento de Jordi Doce, el autor se temía -casi se disculpaba preventivamente- de los riesgos de dar a la luz lo que iba escribiendo durante esos días inéditos en los que permanecimos en casa para tratar de cortar el avance del Covid. Reconocía correr el riesgo de articular una "bitácora-tostón" (Vila-Matas dixit), o de escribir como "maîtres desdeñosos", como hicieron "ciertos columnistas senior". Las palabras que surgieron en el confinamiento son una caja de bombas; pueden ir preñadas de afectación o candidez, envejecer fatal. Se trata de una tinta demasiado fresca. Sin embargo, a estas alturas de la era poscovid, no resulta extraño toparnos a menudo con libros que se insertan en ese momento excepcional de nuestras vidas.

Cubierta de la obra, prologada por Eloy Tizón. Cubierta de la obra, prologada por Eloy Tizón.

Cubierta de la obra, prologada por Eloy Tizón.

Cuaderno de Choisy, de Miguel Ángel Arcas, sortea casi todos los peligros de las publicaciones del confinamiento. Digo "casi" porque, en este tiempo de estrictos guardianes de la moral, habrá quien no le perdone al poeta, aforista y editor granadino la dulzura, el buen talante, la intimidad, la memoria, la guasa, el amor vivo y el vigoroso juego vanguardista en plena "guerra" y su repliegue.

Después de un ictus y una operación de corazón, Arcas arriba en París el 15 de marzo de 2020, el día después de que en España se decretara el estado de alarma. Allí abre su cuaderno, y en él nos brinda la vida interior de quien ha llegado a la madurez, como persona y como escritor, de una manera envidiable: desprovisto de artificios, sin necesidad de engolar la voz ni de salir guapo en el texto, abierto y suyo, emocionado y en calma.

La hibridación de géneros, el juego vanguardista y la reflexión poética transcurren sin forzamientos

Cuaderno de Choisy es un compendio de buena literatura, en el que la hibridación de géneros -los aforismos saltan como en un circo de pulgas, todo chorrea poesía, encontramos relatos al más puro estilo aubiano o teatrillos como la Tragicomedia de Tarasquito el Confinado…-, los juegos vanguardistas -intertextualidades, sueños a lo Cirlot, confusión entre la realidad y la ficción, una sopa de letras…- y la reflexión poética, es decir, de corazón -sobre el padre y su piel futura, el hijo y el silencio, la madre y la muerte, las amantes, los amigos, la celebración del amor (ese milagro), la memoria arrebatada; también sobre el oficio de escribir y editar…- se nos presentan sin forzamientos, con la naturalidad de una voz sin complejos. Quizá por eso se lanza además a 'relatar', dicho sea de la manera más popular posible. 'Relatar' es volver a decir las cosas. Hay en algunos de estos textos un 'relatar' que concierne a la oralidad, a la historia antigua o reciente, trascendente o no, que merece volver a ser contada, compartida como manera de revivirla, de volver otra vez los ojos hacia ella. "Soy fácil de definir: vi como un loco", escribe Alberto Caeiro. El confinamiento es el entorno, la circunstancia que le permite ponerse a mirar y a mirarse "como un loco". Se declara "ventanista", y no me extraña.

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