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De libros

Un catalán andaluz

  • Lara Bosch se rodeó de amigos con diferentes ideologías. En su gestión, y en la vida, trató de acoger y compartir los criterios de una sociedad plural.

NO sé si todos los hijos del sevillano José Manuel Lara Hernández y la catalana María Teresa Bosch resultaron ser en sus caracteres una mezcla de su padre y de su madre, pero el primogénito, José Manuel, lo fue sin duda. Heredó de su padre, histórico editor, su espíritu emprendedor y atrevido, la cercanía y la espontaneidad, la capacidad de riesgo y la generosidad. De su madre le vino acaso la prudencia, la lucidez silenciosa y el amor a la literatura. De ambos le llegó la ambición de progreso que no sólo se tradujo en el desarrollo del propio bienestar familiar sino en la manera de ser un hombre de su tiempo. Hijo de un tiempo nuevo, pues, José Manuel Lara Bosch trató por su cuenta en el colegio y en la Universidad, en los círculos culturales y en la empresa con toda clase de nuevos españoles y con todos logró no sólo entenderse sino cultivar afectos. Todo ese proceso construyó un carácter que le permitió rodearse de buenos amigos de distinta procedencia ideológica o de origen social y le otorgó en consecuencia una manera de pensar y de vivir muy apta para la convivencia. Obtuvo la recompensa del aprecio y el afecto de quienes le trataron desde diferentes pensamientos. Porque si llegó a ser un conservador, que mantuvo algunas de sus costumbres familiares y modos de ver el mundo, éste no fue incompatible nunca con el hombre de progreso que lo habitaba y cuya sencillez le proporcionó siempre la cercanía a los trabajadores de su empresa, que fue en buena parte una familia hasta donde pudo, ni le faltó una conciencia lúcida que le hiciera un gestor de éxito, atento a las realidades sociales. Se entregó al desarrollo de la empresa cultural heredada y desde su responsabilidad no sólo tuvo la mejor relación con sus escritores y con otros editores y libreros sino que apoyó nuevos proyectos culturales y dio siempre respuesta generosa a iniciativas públicas ajenas a sus negocios. Pero si no cabe negarles talento a sus progenitores -un matrimonio tan bien avenido como complementario- José Manuel Lara Bosch, que vio venir otros cambios, entre ellos el del mundo de la comunicación como nuevas formas de negocio, hizo más fecunda su herencia desde la rectitud y la decencia que lo caracterizó siempre. Y en ese empeño no se casó con nadie o se casó con aquellos que no pudieran comprarle. Logró así para sus empresas lo que para sí mismo había conseguido: libertad de pensamiento y de acción. Lo que no supuso nunca una imposición de criterio único porque seguramente él jamás pretendió tener un único criterio sino tratar de acoger y compartir los criterios de una sociedad plural. Esto no quiere decir que, habiendo renunciado por su discreción a los protagonismos que algunos actores sociales o del mundo de la empresa se han venido otorgando, eludiera comprometerse decididamente cuando una amenaza de conflicto afectara a nuestro país. Este fue el caso del anuncio de la pretendida separación de Cataluña por parte de algunos a la que se opuso con una valiente radicalidad que no solía caracterizarle. Nacía este posicionamiento, no ya desde sus intereses empresariales, que también, sino desde la emoción profunda de sentirse un español tan catalán como andaluz. Y es que también en el cultivo de las emociones fue educado. De ahí le venían los rasgos de una personalidad en la que el sentido del humor, que tanto contribuye no sólo a la diversión sino a la comprensión del mundo, tenía acento andaluz, y en el que el pragmatismo, que también lo caracterizaba, podía expresarse en lengua catalana. Las dos lenguas que hablan sus hijos (hijos de catalán y de extremeña, si no fuera que Consuelo García Píriz, su mujer, es tan sevillana como extremeña o acaso más sevillana que extremeña) y que han nacido en Barcelona en medio de dos lenguas.

Para mí la muerte es un castigo que nos llega cuando menos lo esperamos; otros la toman como un premio. No sé cómo la tomaría José Manuel Lara, pero la última vez que con él estuve hablaba del futuro próximo de tal manera y con tanta energía que parece que no pensara en que iba a irse tan pronto, tres meses después. Ojalá esperara en su última hora el premio de la eternidad gozosa. De existir ese premio, lo merecía sin duda.

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