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de libros

Hacia la oscuridad

El entresiglo, y la vanguardia asociada a él, se dirigio hacia la oscuridad decididamente; pero no sólo por un apetito de lo irracional, heredado del Romanticismo, sino por una necesidad de claridad sobre aquellos asuntos que la irracionalidad velaba. La proliferación de novelas y relatos en los que la locura y la muerte predominanban (como el propio Quiroga tituló en algún caso), no hacían sino señalar un interés científico por aquellas zonas del saber tradicionalmente ajenos a tal cuadrícula. También en cuanto atañe a la naturaleza nos hallamos ante el mismo caso. El salvaje que abre este volumen de cuentos no es ya -no puede ser-, un Adán previo a su condena; sino un homo sapiens en trance de convertirse en bestia civilizada, como ya habíamos visto en el Paraíso que Eça de Queiroz había recreado para la pareja bíblica.

Se ha dicho, y con razón, que Quiroga, como su amigo Lugones -o como el propio Borges, si a ello fuéramos-, descienden de aquel ancestro fenómenal, salido de las brumas del Norte, que fue Edgar Poe. Aun así, ya median demasiados años entre uno y otro para que dicha influencia no aparezca matizada. En Quiroga vemos una naturaleza hostil, unos amores contrariados, el friso del azar y el infortunio, asi como la fabulación histórica que ya habían manejado Apollinaire y Schwob en Europa. Con todo, en su escritura aún no se revela el contorno de la modernidad que la vanguardia traería, usando, como ya hemos dicho, los mismos materiales, barajados acaso con mayor violencia.

Sí puede decirse, en cualquier caso, que en Quiroga se expresa y se resume una inquietud que Freud expresaría en términos clínicos, pero que Poe muestra en su descarnada evidencia: en Quiroga se recoge una verídica modulación del dolor (del dolor que nos enloquece y nos agosta), quizá como necesidad de su propia y adolorida existencia. Conviene recordar, a este respecto, que Quiroga fue un hombre sin fortuna, que no se halló, en absoluto, privado de amarguras ni exento de arrojo.

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