De libros

La selva parcelada

  • 'Diario de Kenia (1902-1906)'. Richard Meinertzhagen. Ediciones del viento. La Coruña, 2012. 406 páginas. 23 euros.

Tres buenos libros sobre el sureste africano: Al norte del sur, de Shiva Naipul, Colinas que arden, lagos de fuego, de Javier Reverte, y este Diario de Kenia de Richard Meinertzhagen. Los dos primeros, dedicados al África poscolonial; el tercero, a la parcelación del globo previa a la Gran Guerra. Javier Reverte, prologuista de Diario de Kenia, define a Meinertzhagen como "un oficial británico tan cruel como inteligente"; Elspeth Huxley, en sus palabras liminares, lo titula escuetamente de asesino. Antes que ellos, T. E. Lawrence recordaba el "cerebro salvaje" y el poderoso físico de Meinertzhagen; lo cual, dicho por Lawrence de Arabia, tan parecido a él en muchos aspectos, nos hace temer que Meinertzhagen fuera un caballero brillante y meticuloso, con dotes de estratega, poseído por una desmesurada sed de sangre.

Lawrence, tan admirado por Graves y Malraux, era objeto de burla de Rosita Forbes por su infantil secretismo. No parece que nadie quisiera reirse de Meienrtzhagen; su testimonio lineal, preciso, a veces tedioso, nos dan fe de una cegadora propensión al rifle. Son innumerables los animales abatidos durante su estancia en Kenia; y no son pocos los súbditos locales del Imperio que sucumbieron a la puntería de Meinertzhagen. Aún así, su expeditiva resolución de conflictos con las tribus colindantes no parece responder a una crueldad ingénita, sino a una calculada cuestión disciplinaria y estratégica. Esto explica que Meinertzhagen sea partidario (como Roosvelt), de la creación de parques naturales en el África, así como contrario a la importación de colonos. Extrañamente, Meinertzhagen defiende la propiedad africana de aquellas tierras; y prevé los futuros conflictos con la colonia blanca. Digamos que Diario de Kenia es el testimonio de un militar y aventurero, trufado de naturalista: una vez asegurado el orden de la Corona, una vez roturada la selva, su lugar está en otra frontera, en otro limes donde aún sean posibles el estrépito, el asombro y el caos.

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