Liga bbva

Alergia a competir (3-2)

  • El Betis cede una nueva derrota cuando iba 1-2 y lo apretó de verdad un Almería con diez. La celebración del gol de Salva Sevilla y la doble entrada de Azeez y Soriano espolearon al rival.

Y aún le quedan dos partidos más en esta recta final tan ominosa como insufrible en la que ya da la impresión de que no le va a ganar a nadie. Ni siquiera a equipos como el Almería o como los que le lleguen, Valladolid y Osasuna, que son manojos de nervios porque se juegan la supervivencia en la categoría. El Betis, fiel a la tónica que viene exhibiendo durante esta vergonzosa temporada, perdió ante un menor. Y lo hizo con todas las de la ley, enseñando sin pudor sus vergüenzas y, en este caso, incluso desaprovechando sus momentos en el partido y hasta una decisión arbitral favorable que debió inclinarlo a su favor.

Pero el Betis es un equipo más bonito que bueno. Eso ha quedado bien claro en este curso y, sobre todo, desde que el iluminado de Bosch decidió descapitalizarlo al firmarle el finiquito a su mejor entrenador, allá por diciembre. Desde entonces, el equipo, sin desbastar, no tiene por donde cogerlo, por mucho que haya voces interesadas en decir que últimamente competía. Mentira.

El Betis sólo juega a las claritas. Se gusta más que gusta y, si no lo aprietan o el rival es de medio pelo y tirita como el de ayer, es capaz de mantenerse en pie e incluso de lanzar mensajes engañosos que llevan a pensar en una resolución distinta a la de siempre, que no es otra que la derrota. Con dignidad, dirán algunos. Faltaría más.

Lógicamente, si a este razonamiento más que empírico se le une que el Betis jugó en Almería, por segundo partido consecutivo con la categoría perdida, todo se acentúa y adquiere su verdadera dimensión. Aunque, a decir verdad, cuesta recordar algún encuentro, incluso alguna fase de uno tras el del nefasto empate en Heliópolis ante el Rayo, en el que a este equipo se lo viera echar la hiel por la boca y ofrecer la sensación de que se jugaba la vida.

Eso era, además, lo que se esperaba en esta cita de su rival, el Almería, pero nada más lejos de la realidad. El equipo de Francisco, confeccionado por uno de los que se apuntan como el ideólogo del nuevo Betis, se maneja con lo justo. Y en su faceta defensiva, casi con menos de eso por mucho pundonor que le pongan un central pulido en la cantera como Fran Vélez y un veterano de plata y hasta de bronce como Rafita.

Quizá por ello, por la escasez de los locales y la animosidad del visitante si no lo aprietan, se vio un partido abierto, plagado de alternativas, de incidencias y de ocasiones de gol, jugado a ráfagas y en el que el balón iba de un área a otra cíclicamente.

Nadie sujetó el partido. Calderón no quiso y Francisco no supo, aunque los roles de ambos se alternaron con las sustituciones, cuando el partido entró en la vorágine, cuando el árbitro, con una decisión atropellada como la expulsión de Suso, se lo brindó al Betis. Pero entonces, o quizá un poco más tarde, el que supo jugarlo fue el Almería. Se vio perdido y, aun con diez futbolistas, le metió una marcha de más, le dio intensidad, se enfadó, peleó. Y superó al Betis.

Sólo tuvo que aprovechar los errores verdiblancos, la descoordinación de una defensa en la que sólo Perquis parece apto, la endeblez suprema de unos laterales que son extremos, la apatía en que ha entrado N'Diaye y, por momentos, hasta Lolo Reyes. Por ello se habían adelantado en el marcador los rojiblancos tras el descanso, al rematar Óscar Díaz casi en la línea de meta un centro relativamente cómodo desde la banda que defendía Juan Carlos.

El Betis, sin ser peor, se vio por debajo en el marcador, como suele, por los errores de los moradores de su zaga. Antes, había dispuesto de ocasiones en las que le faltó puntería. El Almería también había gozado de varias, pero en el Betis juega Adán.

Ocurrió, empero, que en la jugada siguiente al 1-0, el árbitro expulsó a Suso y el Betis se fue arriba, siempre guiado por Matilla, hasta desequilibrar el marcador. Braian y Salva Sevilla aprovecharon dos jugadas de los laterales, que, eso sí, para arriba van como cañones, sobre todo Juanfran. Pero cuando parecía que esos goles y alguno más que pudiera caer iban a provocar que el Betis se llevase de la mano a su vecino andaluz a Segunda, el partido adquirió una nueva dimensión dentro de la locura que siempre fue.

Lo que sucedió es que era el minuto 71 y se entró en la verdad. Salva Sevilla espoleó a sus paisanos con una celebración desmedida y mientras Calderón apostó por el ineficaz de Leo Baptistao y por Chica en vez de Juanfran, Francisco acertó de pleno con la entrada al campo de Azeez y Soriano. Fuerza y garra para una remontada con diez que parecía imposible, pero que se consumó en el minuto 94 por medio del nigeriano a pase del maño.

Significó el colofón a la verdad, a la intensidad, a la rabia, a las ganas, al rebelarse contra la injusticia... A todo eso que hace al fútbol igual de bonito que la técnica o la estrategia bien ejecutadas. A todo eso que se empezó a ir con Mel y que se fue definitivamente sin él porque no le dejaron tiempo para recuperarlo.

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