Los Nuestros | Carlos Jiménez. Jugador del CW Dos Hermanas

Un ejemplo para los canteranos

Carlos Jiménez.

Carlos Jiménez.

Carlos Jiménez (08-06-1989) tiene "el veneno del cloro" metido en el cuerpo. No es para menos después de 20 años jugando al waterpolo. Desde pequeño, cuando daba brazadas en solitario en la piscina del Centro Acuático de Montequinto, supo que el balón lo atraía. Y una vez lo agarró, ya no hubo quien lo devolviera a los cursillos de natación.

"Aprendí a nadar con tres años, así que muchos de mis primeros recuerdos ya son en el agua. Entonces veía a los mayores jugar con la pelota y me llamaba la atención, pero no fue hasta que cumplí los ocho que me cambié de deporte", recuerda el sevillano.

Fue Rúper, todo un referente en el CW Dos Hermanas, quien recondujo la trayectoria de aquel niño que fue creciendo en la pileta hasta convertirse en un prometedor juvenil y en un determinante veterano. Un ejemplo para las jóvenes promesas nazarenas que venían por detrás de él y, sin ir más lejos, para su hermano Luis, cuatro años menor e igualmente comprometido con el waterpolo.

Para antes de debutar con el primer equipo del Dos Hermanas Carlos tuvo que superar una larga lesión que lo alejó de la competición durante demasiado tiempo. "Por jugar a la pelota con los pies y no con las manos me caí y me fracturé el húmero. Tenía 14 años y fue muy duro. Me quedaba poco para empezar a viajar con el sénior y aquello frenó mi progresión. Pero tenía claro que iba a volver, costase lo que costase", recuerda.

Y volvió. Vaya si lo hizo. Tras pasar en cama el primer mes y superar otros muchos de rehabilitación en el Centro de Alto Rendimiento de Sevilla, Carlos se zambulló de nuevo en la piscina junto al resto de sus compañeros. Algunos habían seguido durante su convalecencia. Otros se habían sumado al proyecto en su ausencia. Pero a todos los unía el mismo objetivo: llevar al Dos Hermanas a Primera Nacional. Aquello sería una gesta inolvidable para el club.

Ahora que el equipo masculino de la entidad nazarena se ha consolidado en la segunda división del waterpolo nacional, y tras superar con éxito una larga temporada en la que el descenso fue un peligro real, Carlos echa la vista atrás y rememora lo complicado que fue aquel logro.

Esa historia, mezcla de superación, de entrega y de sacrificios, se la repite una y otra vez a los más pequeños del club. Para que no se olviden los orígenes ni se infravaloren los logros que antaño parecían casi imposibles. Porque la receta para el éxito también debe incluir altas dosis de humildad.

"Muchos de los niños del Dos Hermanas no recuerdan aquella época, por eso es importante que la conozcan. Yo tuve la suerte de vivir un ascenso y he jugado varias temporadas en la categoría que soñé, pero muchos amigos se quedaron por el camino, porque por estudios o trabajo tuvieron que dejarlo, o bien porque les pilló ya mayores. Por eso creo que cada año que el equipo esté en Primera se debe valorar igual que el anterior. Y por eso también era tan importante no bajar", reflexiona.

Con los 29 años llamando a la puerta, el protagonista de esta historia sabe que su carrera como jugador de waterpolo puede estar próxima a su fin. Cuando llegue ese momento, dejará de pelear cada balón en la piscina, pero el lazo que lo une a este deporte y a su club se mantendrá intacto.

"Siempre estaré ahí, ya sea en el agua o en la grada. Este deporte crea familia y es imposible desengancharse. Sin ir más lejos, en el último partido de liga vinieron a vernos varios ex compañeros y fue muy bonito sentir su apoyo. Además, el club esta haciendo un gran trabajo de cantera que seguro que traerá muchas alegrías en los próximos años", vaticina sin un ápice de duda.

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