regata sevilla-betis

Una hegemonía duradera

  • El Betis logró la séptima victoria consecutiva en una regata en la que el Sevilla jamás perdió la cara

  • El bote bético recorta la ventaja sevillista a nueve en el palmarés de la prueba (30-21)

El Betis hizo historia en la regata sevillana por excelencia al sumar la séptima victoria consecutiva sobre el Sevilla en una prueba en la que destacó la extrema igualdad. Tanto fue así que el árbitro de la prueba se convirtió en uno de los protagonistas del día, de tantas advertencias a las que se vio obligado con el fin de evitar que las palas de ambas embarcaciones colisionaran durante el fragor de la competición, que no fue menor.

Las pruebas de potencia previas a la 51ª Sevilla-Betis, los llamados remoergómetros, pronosticaban que la de este año sería una prueba de mayor igualdad que en anteriores ocasiones, al menos más emocionante que lo sucedido en este largo lustro de superioridad verdiblanca. Finalmente, el ocho pesado bético, que remaba con 63 vatios más de potencia y 57 kilos más de peso, se alzó con el triunfo por poco más de tres segundos de ventaja, dejando una marca que será recordada durante décadas: la del récord de siete triunfos seguidos, lo nunca visto en el más de medio siglo de regata.

Después de este entorchado, el Betis reduce la diferencia en el palmarés general una unidad más, una menos. De ese modo, el ocho pesado bético se sitúa ahora a nueve victorias del sevillista (30-21), que ve reducida su ventaja desde el contundente 30-14 que lucía el marcador global en 2010, año en que el Sevilla levantó su último cocodrilo.

La duradera hegemonía con la que se consolida el Betis en el derbi sevillano del agua estuvo sin embargo en cuestión durante varias fases de la regata, una prueba en la que el barco del Sevilla sorprendió con una fuerza desatada desde el mismo inicio.

Los botes béticos y sevillistas tras la prueba Los botes béticos y sevillistas tras la prueba

Los botes béticos y sevillistas tras la prueba / José Ángel García

La boga en los primeros minutos transcurrió en un inquietante paralelo que obligaba al juez de la prueba a exhortar a los botes a cada poco a reconducir sus calles sin desviarse. El peligro de colisión, por más que mandara la estrategia, era tan cierta como la mañana primaveral que se había acomodado en la autovía fluvial sevillana.

La orilla de Triana correspondía al Betis, que veía en esas primeras paladas cómo el aspirante al título se portaba de modo respondón. El Betis, en efecto, era una vez más el favorito, pero poco, pero menos, por lo que estaba presenciándose en los primeros kilómetros de la prueba.

Con menos peso en el barco, también con menos vatios en sus extremidades, la palada del Sevilla se mostraba agresiva. Tampoco se quedaba atrás la bética, ajena a la sobrevenida rebelión que pretendía llevar a cabo el rival. La sincronía de los dos botes era notable. El juego en paralelas, sin embargo, enervaba al árbitro, que parecía el único que no disfrutaba de la emoción que transmitía la competición a ambas orillas.

El puente de la Barqueta, la primera de las metas volantes, macó la primera ventaja bética, una distancia sutil, de apenas unos metros. A diferencia de años anteriores, la ventaja del Betis no aumentaba, todo lo contrario que la incertidumbre reinante entre los aficionados.

La carrera en paralelo amenazaba con prolongarse, al igual que el frenesí de la bandera y el altavoz del árbitro, quien vigilaba la boga reglamentaria. Avanzaban los metros y llegaba el punto culminante de la curva de Chapina, que suele definir al bote con menos paladas de esfuerzo.

El Betis logró defender su plaza, ganando prácticamente gran parte de la carrera. A partir de entonces, la ventaja bética fue consolidándose. De los centímetros de una proa a los varios metros y, de ellos, a todo un bote de ventaja al paso por el tumultuoso puente de Triana, con bengalas y botes de humo incluidos.

Al litigio le quedaba el último tramo. A la altura de la Torre del Oro, línea de meta de la vieja regata, el Betis tenía en su mano el triunfo. Faltaba sólo el último apretar de dientes. El lactato y la fatiga proferían sus primeros alaridos. Ya no quedaban tácticas sino mecánicas. Y la del Betis de nuevo la del campeón.

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