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La Carabela del sopor

  • El Betis conquista el cuarto Colombino de su historia con un aburrido empate en el a priori duelo estrella ante el Recre. El once de Tapia tuvo menos frescura que el sábado, pero más orden atrás

El Betis se llevó para Sevilla la Carabela de Plata después de un empate insulso con el Recreativo en el que se preveía el choque más atractivo de la XLV edición del torneo onubense. El equipo de Antonio Tapia, que dejó una imagen más segura pero menos brillante que ante los maños, encerrará hoy en sus vitrinas el que ya es el cuarto Colombino de su historia, el primero de este siglo y el primero en el nuevo estadio onubense. De 1968, 1983 y 1995, éste último con Lorenzo Serra en el banquillo, datan los anteriores triunfos verdiblancos, algo siempre agradable en un torneo como éste aunque sólo sirvan, mirando exclusivamente lo que buscan los entrenadores, para seguir avanzando en la preparación al convertirlo en un excelente banco de pruebas de cara a la temporada oficial.

En eso, en lo que se refiere a pruebas, el Betis sale de Huelva ofreciendo dos caras distintas, positivas las dos, pero con sus matices. Si ante el Zaragoza, donde de verdad fraguó el once de Tapia su éxito en esta cita del verano, se vio a un equipo suelto en ataque y quizá con cierta candidez atrás, anoche frente al Recreativo, un equipo inferior, fue todo lo contrario. Apenas tuvo fisuras atrás, pero no encontró la frescura necesaria arriba porque el contrario se aplicó en esos terrenos e impidió que la circulación fuera tan fluida como lo fue por momentos ante el Zaragoza. El resultado fue un pestiño de partido, un pestiño veraniego.

No lo pudieron impedir los cambios de Tapia. Para esta final que ni pintada por los organizadores Tapia le cambió la cara casi por completo al equipo. Se trata en esta fase de la pretemporada de ir repartiendo minutos entre todos y sólo Pavone y Óscar López repitieron con respecto a los que tan buena imagen dieron ante el Zaragoza. El lateral catalán, ayer en la izquierda, tuvo que hacer que un tercero –Fernando Vega– casi se uniera a ellos, ya que ni a los veinte minutos se habían llegado cuando pidió el cambio con molestias en la parte posterior de la rodilla.

Y era una final soñada en los lugares colombinos porque estaba anunciado un Recre-Betis para el cierre, pero con el formato de triangular no tenía por qué ser decisivo.  Y como final que era, el juego que ambos plantearon fue más trabado y frenético. Lo notó el centro del campo bético, que pudo pensar menos que en la primera noche al lado de la ría. Sin embargo, lo formaban una pareja de más empaque. Iriney y Arzu  son dos hombres que deben darle exquisita salida al balón en detrimento quizá del siempre necesario trabajo sucio. El ex céltico dejó un par de detalles para pensar que debe tener protagonismo en este Betis, sobre todo una estética apertura a Caffa que el argentino no terminó de culminar tras un bellísimo recorte. Fue, junto con un cabezazo de Sergio García a un meritorio pase de Xisco, lo más cerca que estuvo el equipo de Tapia de adelantarse en el marcador y dejar el resto de la noche en un trámite a la espera de la hora de la entrega de la Carabela plateada.

El cuadro local, muy debilitado tras consumarse su descenso, había puesto empuje y poco más. Dirigido por un activo Barber, tuvo más presencia que insistencia y elevar a la condición de ocasiones dos cesiones de infarto perpetradas por Ricardo sería conceder demasiado. Pero sí lograba frenar al Betis en esa zona de tres cuartos que ante el Zaragoza se bebían Odonkor, Juanma y compañía. Los primeros minutos de la segunda parte apenas sirvieron para asistir a intentos, más bien tímidos, desde fuera del área. Sergio García, Arzu y Odonkor probaron fortuna sin llegar a sorprender a Guaita. Pavone tenía menos acompañamiento y Sergio García luchaba contra la superioridad numérica a la que se amparaba el Recreativo en defensa.

Fruto de esta relación causa-efecto, el ritmo del partido cayó en picado mediada la segunda parte para desesperación de la concurrencia, esta vez sí en un número decente. Si el Betis estaba bien maniatado por los onubenses, a éstos les faltaba fuelle para llegar arriba. Tapia sí tenía organizado el sistema defensivo esbozado en el guión previo y en el momento en que el Betis decidió que ya no lo intentaba más en ataque, el tostón se sobrevino sobre el estadio onubense.

Lo intentó el Recre en alguna acción en que puso en apuros a Ricardo, aunque más por inseguridad de éste que por pericia de sus delanteros, y los minutos fueron cayendo uno sobre otro para acabar firmando una final ciertamente soporífera que si empezó con ritmo acabó al son de un mero entrenamiento.

Todo ello lo aumentó más la expulsión de Barber cuando ya en el Recre –¿lo pensó alguien de verdad alguna vez?– a nadie se le ocurriría ilusionarse con  la posibilidad de dejar el trofeo en casa, entre otras cosas porque le hacía falta marcar no uno sino dos goles en el portal de Ricardo, una empresa harto complicada en la noche de ayer, en la que el Betis se llevó a casa una Carabela de Plata, la cuarta de su historia, que se había ganado veinticuatro horas antes frente al Zaragoza.

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