Betis | valladolid · la crónica

Derbi caramelo

  • Matemáticamente El Betis sella su permanencia con un empate ante el Valladolid que desnuda, una vez más, las carencias de su plantilla Clásico Chaparro se sale con la suya con una alineación que miraba de reojo al partido del Sevilla, que se presenta como el último objetivo para maquillar un curso más gris de la cuenta

La Matemática es la reina de las ciencias aunque algunos matemáticos, excesivamente puristas, no la consideren una ciencia natural. Y la Matemática, tras varias semanas negándose a dar su brazo a torcer, abrió la palma ayer en el exilio cartujano. Ninguneando a Pitágoras y sucesores, el Betis había sellado su permanencia con la disertación futbolística, como no se recordaba en estas calendas zozobrantes que van para tres años, del Calderón. Pero por más teoremas que se aplicasen desde que los verdiblancos se gustasen ante el Atlético hace ya tres fechas fue necesario que las calculadoras echaran ayer humo para constatar que ni un séxtuple empate era capaz de enviar al Betis a los avernos.

No fue un día feliz para el beticismo. ¡Faltaría más! El partido que el equipo de Chaparro despachó ante el Valladolid fue asqueroso y, además, la fiel infantería desalojó el exilio medio poncino pendiente del transistor y sin la seguridad de que el domingo asistirá al derbi sin más objetivo que ansiar la victoria más soñada y, de paso, tratar de hacerle la puñeta al Sevilla.

El técnico trianero, que tan brillantemente ha manejado durante todo su periplo los escasos recursos que le cayeron en suerte, no es nuevo en esta plaza. No será un experto en matemáticas, pero de fútbol sabe un rato. Y las cuentas de la vieja, que al final son las que valen, le aconsejaron tras ganar en el Calderón que ya no quedaba más partido que el partido: el derbi. Y en eso también se ha salido con la suya.

Las alineaciones frente a Almería y Valladolid tras el fallido refrendo ante el Villarreal se llenaron de derbi. Quien haya querido pensar en irresponsabilidades no sabe de esto. No tiene ni idea. Y si no que mire el panorama y vea como con dos míseros puntos bastaba. Y con menos, que los de abajo no lo van a ganar todo, seguro que no será así.

Es la óptica para explicar la presencia de hombres como Babic o Sobis ayer, para que se comprenda la amarilla de Capi junto al Mediterráneo -otra cosa es que se publicite- o las suplencias de gente que se presume tan importante como Fernando Vega o el propio Pavone. Incluso se explica el mimo con el que los técnicos han guiado a Mark González para que llegue en la mejor forma posible al partido de los sevillanos. Ítem más: si entre Ricardo y Casto las distancias son mínimas, ¿por qué no pensar en el futuro si Chaparro quiere seguir y considera que el portugués necesita un escaparate como antesala del adiós que él pretende?

Ocurre, claro, que con tantas prebendas el Betis es aún menos Betis. Además, lo del Valladolid no es nuevo. Ahí están Deportivo, Recreativo e incluso Levante en contraposición a Real Madrid o Barcelona, por no citar lo conquistado lejos de Heliópolis.

Este cuasi Betis, que sigue sin conocer la victoria en el destierro de la Cartuja tras cuatro partidos, sí supo en esta ocasión al menos disponerse de la manera correcta para la victoria. Nada que reprochar a la táctica empleada en el latifundio del noroeste hispalense. Esos metros, esos interminables metros que no supo leer un ineficaz técnico tarifeño, no existieron en la pizarra de un sesudo entrenador trianero. Claro que no.

Contra los metros, velocidad. Así, la apuesta velada por Odonkor y Mark González en las bandas e incluso por Sobis en detrimento de un Pavone menos dinámico. Y como eje Arzu, para desahogar rápido el juego de ataque hacia los pasadores, Juande y Rivera, entonados tras los titubeantes minutos de los inicios.

Así se pone el Betis a los cinco minutos. Mandoncillo y con ganas, una vez le cogió el gusto a los balonazos con los que el Valladolid trataba de darle réplica. Rivera ve espacios a ras de césped, Juande los dibuja por el aire... A Mark González le falta un puntito. A Odonkor le faltará siempre...

Pero el gol llega por ese camino, aunque en segunda instancia, tras una internada del alemán que García Calvo aborta con la mano izquierda alejada del arabesco de su tronco. El chileno, desde lo once metros, anotó justo tras el descanso el tanto que el Betis había merecido antes.

Con el derbi ya en todas las camisetas, incluso en las de los que en vez de asirlas volvieron a regalarlas, los mercurios y el sopor fueron todo uno. Y si el Betis insistió con su fútbol, el Valladolid jamás abandonó su manual y Llorente, eterna boya ayer, habilitó a un ratón eterno, Víctor, que con su gol acabó por sacar a los verdiblancos del partido. Ni con diez supo ya leer el juego el equipo de Chaparro. Ni siquiera los cambios. Ni esos dos puntos de más que juzgaba necesarios pero que en realidad no iban a serlo... Los miedos, las carencias, afloran en estos instantes. El balón se convierte en enemigo de un grupo de jugadores cogido con alfileres y apto para competir sólo a ratos.

Aunque lo mejor es que en las citas grandes lo ha logrado. Y, ahora, se le presenta el caramelo más oportuno para endulzar los estertores de un ejercicio deficiente en su conjunto. Un derbi siempre es un derbi y la posibilidad de fastidiar al eterno rival también juega. Ojú.

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