Aniversario Barcelona'92

Estiarte: "Barcelona era la ciudad perfecta, lo tenía todo y no se le escapaba nada"

  • El 'Maradona del agua', que participó en seis juegos olímpicos, cree que las Olimpiadas de 1992 marcaron "un antes y un después"O

Para Manel Estiarte fueron los Juegos "perfectos", el acontecimiento que marcó "un antes y un después" en el movimiento olímpico que, a partir de entonces, creció en busca de un modelo organizativo más globalizado e impersonal, consciente de que el sello de Barcelona'92 no se repetiría jamás. Nadie mejor que el Maradona del agua (Manresa, Barcelona, 26 de octubre de 1961) para explicar cómo fueron aquellos dieciséis días de magia y sueños que para él tuvieron un amargo e inesperado epílogo: la derrota en la final de waterpolo ante Italia después de tres prórrogas.

Internacional por España en 580 ocasiones y autor de 127 goles en seis Juegos Olímpicos (Moscú'80, Los Angeles'84, Seúl'88, Barcelona'92, Atlanta'96 y Sydney'00), si hay un deportista que tiene cosas que contar del evento deportivo más importante del planeta ese es Estiarte. "Los de Moscú los viví con la ilusión del niño que cumplía un sueño y, en Los Angeles, ya quería competir por una medalla. Pero fueron dos Juegos en los que hubo un boicot. La villa olímpica de Seúl la recuerdo más gris, más fría. Los de Atlanta me dejaron muy buen sabor de boca porque ganamos, pero la ciudad no quiso vivir los Juegos, y en Sydney todo era demasiado grande y estaba demasiado lejos", señala.

Barcelona, en cambio, no tuvo comparación: "Era la ciudad perfecta, lo tenía todo y no se le escapaba nada. Todo era muy familiar y todo salió redondo: la organización fue impecable, el éxito de las medallas, hacía sol todo el día y se respiraba un ambiente fantástico por la calle". Para Estiarte, los Juegos de la capital catalana fueron una experiencia maravillosa que jamás olvidará, pese a que el sueño de conquistar el ansiado oro olímpico acabara en el fondo de la piscina Bernat Picornell aquella tarde del 9 de agosto.

Pero transcurridas dos décadas y, visto en perspectiva, subir al podio en unos JJOO, algo que no había sucedido nunca en la historia del waterpolo español, solo puede calificarse de rotundo éxito. "Ya han pasado 20 años -recuerda- y te das cuenta de que la vida es mucho más que un partido ganado o perdido, pero en aquel momento, aquella final era nuestra vida, jugábamos en casa, ante nuestra afición, nuestras familias, y queríamos ser campeones sí o sí".

El ex waterpolista manresano reconoce que aquel duelo con los italianos que se perdió en el último suspiro por 8-9 no lo ha vuelto a ver nunca más. "Seguramente, antes de empezar los Juegos hubiéramos firmado la medalla de plata, pero no antes de la final. De todas formas, la vida nos dio otra oportunidad y la cogimos cuatro años después, en Atlanta. El oro que logramos allí, además, revalorizó la plata de Barcelona", señala.

Para Estiarte, el sueño olímpico de Barcelona'92 empezó cinco años antes, cuando Juan Antonio Samaranch, entonces presidente del COI, dijo aquello de "a la ville de...". Tenía 25 años, jugaba en el Pescara italiano y Seúl'88 entre ceja y ceja, cuando la capital catalana fue designada como ciudad olímpica: "Pensé que tenía que llegar, porque así tendría la suerte no sólo de participar en los Juegos que se celebraban en casa, sino de terminar mi carrera ahí".

Manel Estiarte por supuesto llegó, pero el destino le regaló dos Juegos Olímpicos más, y aún pudo disputar los de Atlanta y Sydney, donde fue abanderado de la selección olímpica española, antes de poner punto y final a su vida de waterpolista a los 39 años. Pero entre esos recuerdos, no hay nada como Barcelona, nada como desfilar en último lugar "en un Estadio Olímpico que se venía abajo" junto a todos los atletas españoles, algunos novatos como un jovencísimo Pep Guardiola, a quien Estiarte -aun no habían trabado la gran amistad que les une en la actualidad- sorprendió mirando embobado a todos lados. "Para mí eran los cuartos Juegos, y esa emoción del niño ya la había vivido en Moscú. En aquella ceremonia inaugural yo desfilaba sacando pecho, con el orgullo de hacerlo ante nuestra gente. Aquello lo disfruté como un veterano, como el hermano mayor que acompaña a los demás en los Juegos de casa", recuerda.

Aquella medalla de plata se fraguó a partir de 1987 justo cuando al equipo español de waterpolo, integrado en su práctica totalidad por catalanes, llegó una hornada de chavales madrileños como Jésus Rollán, Salvador Gómez, Pedro García, Miki Oca y, posteriormente Iván Moro, con ganas de comerse el mundo. Seúl cogió al grupo demasiado joven (España, sexta, se quedó pronto fuera de la lucha por las medallas), pero el plan ADO les dio los medios económicos y técnicos para dar el definitivo salto de calidad cuatro años después, esta vez a las órdenes del espartano y durísimo técnico croata Dragan Matutinovic. "En Los Angeles nos entrenábamos entre dos corcheras en las piscina pequeña de saltos de la Picornell, porque la grande estaba reservada para los bañistas. Para preparar Barcelona, lo tuvimos todo a nuestra disposición: piscina para nosotros solos, gimnasio, una concentración en Andorra con las mejores instalaciones... todo", destaca Estiarte. Aquel plan de desarrollo para deportistas olímpicos permitió a España ganar 22 medallas en Barcelona, un récord que la delegación española no ha sido capaz de batir en los cuatro Juegos posteriores.

Estiarte, en cualquier caso, considera perverso el debate sobre el número de medallas que se han conseguido en cada cita olímpica. "Es algo que no me interesa. Lo importante es que ahora somos competitivos en todos los deportes, porque yo viví la época en la que no lo éramos en casi nada", sentencia.

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