regata sevilla-betis · la crónica

Gloria bañada de verdiblanco

  • Igualdad Los sevillistas aguantaron el ritmo hasta la curva de Chapina, que fue clave en el triunfo bético Experiencia La veteranía de los béticos acabó marcando la diferencia

El Betis impuso su condición de favorito y se hizo con el triunfo en una nueva edición de la tradicional regata sevillana, que volvió a reunir a toda la ciudad alrededor del río Guadalquivir para sentir la emoción de una rivalidad que nunca falla. Los verdiblancos aprovecharon su mejor posición en la curva de Chapina para imponerse a un bote sevillista que aguantó lo que pudo pero terminó arrojando la toalla en la llegada al Centro de Alto Rendimiento de la Cartuja, donde los vítores a ambos conjuntos se transformaron en sonrisas y rostros tristes cuando un bote llegó por delante del otro.

Con todas las cartas puestas sobre la mesa, los ocho de cada plantel sólo esperaban la bajada de la bandera roja para echar el resto en busca de un triunfo para la historia. Los sevillistas formaron con Eduardo Murillo, Pedro Murillo, Juan García, Sergio Canalejo, Juan Luis Aguirre, Beltrán Hidalgo, Manuel Morón, Patricio Rojas y Marta Rodríguez como timonel, mientras que el bote bético estaba compuesto por Noé Guzmán, Marcelino García, Felipe Toledo, Elías Cabrera, Joaquín Pabón, Rafael Morón, Sergio Iglesias, Daniel Sierra y Tomás Jurado de timonel.

Apasionante se preveía la carrera tras una salida en la que los sevillistas, comandados por su capitán, Juan Luis Aguirre, decidieron que la opción más viable era intentar tomar la mayor ventaja posible para llegar a la curva de Chapina con más opciones que su rival. Pero la lógica reflejaba que las fuerzas estaban muy igualadas y el esfuerzo aún no podía ser tenido en cuenta a pocos metros de comenzar, por ello ambos equipos movían las palas a ritmo semejante cuando quedaba demasiado para presagiar qué podía pasar.

Con los jueces preparados en el centro para evitar cualquier tipo de confrontación fuera del reglamento, los remeros llegaron al ecuador de la carrera sintiendo que su oponente se encontraba o al lado o muy cerca. Sin embargo, los sevillistas tomaban cierta ventaja traducida en muy pocos metros en algunos compases de la regata, insuficiente a sabiendas que la carrera se decidiría tras la curva de Chapina, donde cada cual sabría ya si la realidad era cruda o bien aportaba un atisbo de optimismo.

Al paso por el Puente de Triana, la cercanía entre los dos botes se redujo y el choque de palas fue inevitable, siendo el momento de mayor confrontación entre ambos bandos. A partir de ese momento, los verdiblancos comenzaron a tomar distancia Llegaba el momento de la verdad, la curva de Chapina, donde el Betis, que remaba por la calle de Sevilla, tenía todas las opciones para usar la táctica de forma que la igualdad en la regata terminara en ese punto. Y así fue. Los verdiblancos se abrieron poco antes de tomar la curva al tiempo que los remeros del Sevilla hicieron lo posible por marcar una trayectoria lo menos perjudicial posible. El bote bético encaró la parte final viendo cómo su rival ya estaba detrás y los ánimos le eran favorables, ya que los sevillistas habían perdido el ritmo de remada expuesto a las condiciones de verse relegados a tener que hacer una remontada casi imposible con las fuerzas justas. Los hermanos Murillo trataron de todas las formas posibles de aumentar la velocidad e intentar el milagro, pero las fuerzas ya no eran ningún regalo, sino que parecían haberse marchado al bando rival, crecido al ver ante sí que la victoria estaba cerca.

El CAR de la Cartuja aparecía a la vista de los remeros para alegría de los béticos y rendición de los sevillistas, mientras las gradas del Centro de Alto Rendimiento se alzaban plagadas de espectadores expectantes ante la imposibilidad de saber con exactitud quién llegaba primero a falta de menos de quinientos metros. La otra orilla del río también era escenario de indumentarias verdes y rojas convertidas en apoyo a cada uno de los remeros de la competición.

El bote bético, liderado por Noé Guzmán, levantó los brazos tras escuchar el sonido que le convertía en ganador de la clásica regata Sevilla-Betis al tiempo que los sevillistas bajaban los brazos y conducían su mirada a unos ganadores exhaustos pero merecedores de una gloria que por esfuerzo debía ser compartida. Pero cada año vence un bote y esta vez el turno correspondió al verdiblanco que, ante la masiva presencia de los ciudadanos sevillanos, se abrazó a su contrincante y citó a los espectadores al año próximo para un nuevo espectáculo de máxima rivalidad en el río Guadalquivir.

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