Deportes

Llenemos medio vaso (0-0)

  • El Betis no puede ganarle al Málaga, pero sí es capaz de romper de una vez por todas la racha de seis derrotas seguidas. Los hombres de Mel se vacían para vencer, aunque con pocas ocasiones.

Cuando un equipo arriba a un partido después de seis derrotas consecutivas, poco se le puede exigir, sólo que se deje la piel sobre el campo e intente subvertir la situación. El Betis no salió del litigio contra el Málaga con los tres puntos en su saca, pero al menos sus futbolistas podrán sentir, por primera vez en mucho tiempo, que no han sido castigados por el rival, ya sea en el resultado o en el juego. Los verdiblancos mantuvieron el pulso en lo más alto en todo momento y si esto deporte se midiera por los méritos, tal vez hubieran salido como ganadores.

Pero el fútbol sólo entiende de goles, de meter la pelota entre los tres palos del rival para cuantificar los éxitos y los fracasos, y la cruda realidad indicó que ninguno de los veintiocho protagonistas de ayer fueron capaces de lograrlo. Sí estuvo cerca el equipo de Mel en alguna ocasión, sobre todo cuando Rubén Castro le puso un balón atrás a Pozuelo en los albores del segundo periodo, pero, a fuer de ser justos, hay que convenir que la mejor parada de los dos guardametas la realizó Casto en un cabezazo a bocajarro de Rondón.

Sirvan estos datos para concluir que el partido estuvo bastante igualado en líneas generales y que tanto uno como otro contendiente acumularon méritos, y deméritos, para lo que al final concluyeron, es decir, con unas tablas en el electrónico del estadio Benito Villamarín.

¿Puede el Betis, a partir de ahí, recibir con alegría ese resultado? Pues será mejor ver la botella medio llena y para ello hay que resaltar que, por fin, concluyó la racha de derrotas consecutivas; que el equipo supo pelear en cada minuto del litigio para defender su suerte; que no se vieron las debilidades defensivas de las citas anteriores; que los hombres de Mel evidenciaron sobre el césped que el grupo no tiene un encefalograma plano y que sí lucha como si le fuera la misma vida en cada balón; y que en lugar de conformarse con esas tablas el entrenador madrileño trató de dar un paso adelante con cada cambio que realizaba, demostrando que su mensaje de la previa no era baladí, que no le transmitiría a los suyos que un empate era bueno en ningún momento del juego.

Son circunstancias, por tanto, que invitan a una visión optimista de la situación, pero tampoco sería conveniente olvidarse de esa necesaria autocrítica que es fundamental para crecer. No se sabe muy bien si el Betis fue capaz de minimizar al Málaga o, por el contrario, no supo aprovechar que el equipo de Pellegrini fue ayer un grupo de futbolistas con mucho más nombres que contenido, cercano incluso al aburguesamiento. Se exceptúan los intentos de Joaquín y la contundencia cara a la galería de Demichelis y la verdad es que el Málaga tampoco nada tuvo que ver con ese rol de aspirante a la zona noble de la tabla clasificatoria que se le asigna por los millones invertidos por un jeque en su construcción.

El Betis, tal vez por ello, se quedó con la miel en los labios a pesar del brío que puso en todos los lances desde que arrancara todo. Porque los verdiblancos, después de diez minutos dubitativos que fueron dominados por los visitantes, pusieron todo el ardor en la partida para decantarla hacia su lado. Era un Betis ordenado atrás, con sus carencias pero bien situado; con ese trío de centrocampistas en el que Cañas corre sin cesar, Iriney recupera y Beñat se encarga de los pases para descerrajar al adversario; y con Pozuelo y Rubén Castro moviéndose por detrás de Jorge Molina en pos de cazar algún balón favorable.

Los béticos supieron meterle intensidad en esa fase, incluso con el riesgo de perder el fuelle demasiado pronto, pero tal vez era la única manera para llegar al fin que se había marcado Mel. El partido tenía que ser intenso para marcarle el territorio a un Málaga teóricamente superior en lo técnico y por ahí se movieron los suyos. Pero las opciones reales de gol tampoco tuvieron mucho que ver con ese esfuerzo porque se limitaron a una llegada de Rubén Castro tras una excelente jugada de Beñat y Pozuelo y pase final de éste, y a una parada de Willy Caballero a su compañero Demichelis.

El riesgo de desfondarse en el segundo tiempo existía, pero el Betis volvió a salir intenso y hasta pudo hacer el 1-0 pronto a través de Pozuelo. Entonces llegó el paradón de Casto a Rondón, justo antes del cambio de Beñat, que demostraba que Mel le pidió que no se guardara nada en la primera hora de juego, y ya nada sería igual. Porque el Betis lo seguiría intentando, jamás daría un paso atrás, pero entonces sí convino que tal vez era el mejor momento para el primer empate. Un punto es un punto después de seis derrotas consecutivas y habrá que ver la botella medio llena. Mejor así.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios