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Mallorca-Betis (1-1): Mucho tiempo perdido

  • A remolque El Betis, tras un arranque a merced del rival, se rehízo, pero sólo en tiempos de posesión y sin remate alguno Conformismo Únicamente cuando marcó el Mallorca fue el Betis a por el partido

Bien está lo que bien acaba, sobre todo si eso pudo ser mucho peor. Es lo ocurrido ayer en el rodeo de un Mallorca que se vislumbra con claridad como enemigo directo del Betis en la lucha por la supervivencia. Se adelantó el equipo balear con gol del ex bético Varela y empató el Betis con ese gol que debería haber ya patentado, centro desde un rincón para que aparezca Edu y la mande al fondo de la jaula enemiga. Al cabo, un empate que sabe bien, sobre todo porque el Betis no fue a por todo el botín hasta que el rival le hizo sangre mediante la cuña peor, la de la misma madera, la del nazareno Fernando Varela.

Tardó el Betis en entrar en el partido, hizo como en Montjuïc o una semana antes frente al Realísimo. Y en esos minutos, unos diez, de mirada perdida y dedo en la nariz, sólo Varela ya pudo hacerle un auténtico descosido al Betis. Manzano, que va de estratega reconocido, metió a Ibagaza en una posición escorada y errante, anárquica, y que iba a descolocar bastante al sistema defensivo bético, sobre todo a Fernando Vega. Arango hace la media punta y Varela va a babor. Bueno, pues de esa manera puede el Mallorca formarle un lío al Betis de tal envergadura que la tarde hubiese sido de las que no tienen arreglo.

Ya en el primer lance, Varela la rompe solito ante Ricardo y el balón va al limbo de las ocasiones perdidas. No se agarra al piso el Betis, Basinas y Borja Valero ganan la batalla por la parcela ancha y son diez minutos angustiosos, diez minutos como aquellos de Montjuïc a la postre tan incruentos. Y al fin recompone el Betis la figura, se hace con el balón y logra una especie de control del juego que, sin embargo, no acaba con el repertorio de ocasiones baleares.

Una volea de Ballesteros roza una escuadra, Varela galopa y tira rozando el poste, otra vez Varela para largar una volea desde la media luna que pasa cerca del larguero y una rosca venenosa de Arango sobre la campana intermedia no coge puerta de puritito milagro. A todo esto, un tiro precipitado y sin sentido es la producción de un Betis que, sin embargo, ha tenido más tiempo el balón que su rival.

En la continuación tampoco aparece un Betis yendo abiertamente por el partido, Güiza le pega un pelotazo al larguero con todo favorable para hacer gol y al poco se deja Varela de amagos y marca. Van cincuenta y seis minutos de juego, el nazareno ha llegado al borde del área, no ha sido ni siquiera hostigado por alguno de los que eran sus compañeros, se perfila con toda comodidad y como en la diestra tiene un cañón, le pega abajo para que Ricardo la considere imposible.

Mientras tanto, los marcadores que interesan al Betis sólo emiten malas noticias. Y ahí, a la hora de partido, el Betis parece rebelarse, tira la línea más arriba, Pavone sigue fajándose como se fajaba cuando las duras, Edu avisa con una media vuelta que saca con la cara Ramis para evitar el empate, pero el empate ya se anuncia. Y llega, cómo no, de la misma forma que está llegando la inmensa mayoría de goles verdiblancos, con un centro desde un costado para que Edu vuele sobre el nido enemigo y ponga las cosas en su sitio. Parece mentira, pero el Betis vuelve a sacarle partido al lance de siempre, señal inequívoca de que en fútbol más vale la pericia y la concentración que el espionaje.

Afortunadamente para el Betis, la tarde, que iba camino de cerrarse en agua, se arregla en gran medida. Incluso algún resultado que hasta ahí se mostraba dramático presenta otro cariz. Pero el Betis vuelve a pensar más en lo que tiene que en lo que puede alcanzar, más en guardar la ropa que en ganar metros camino de la otra orilla. Y es una pena, pues el Mallorca ha visto cómo con el gol de Edu se le encendía la reserva y se le iba la mirada.

Ocurre, sin embargo, que quién dice que el Betis no se fue arriba por falta de ganas. Posiblemente, la causa no fuese tal, sino que hay veces en que el miedo a perder es el mayor impedimento para ir abiertamente a por el triunfo. Un triunfo hubiese sido como un bálsamo para atenuar lo que está por venir. Bálsamo y, a la vez, tiro de mucha gracia a un Mallorca que estaba haciendo una gran campaña, pero que ha entrado en una dinámica de empates que no conduce a ningún sitio bueno.

¿Y este empate lleva al Betis a alguna parte que merezca la pena? Posiblemente sí, probablemente no, ¿quién sabe? La verdad del cuento es que de la tarde mediterránea pudo volver con el ánimo infinitamente peor al que lucía cuando dicha tarde ya era noche. Un empate vale bastante más por lo que se le quita al enemigo que por lo que uno consigue para sí, como al que se privó de dos puntos es un enemigo que se ha convertido en directo, enemigo que cayó en la primera vuelta en Heliópolis, pues miel sobre hojuelas. En el debe del Betis, lo mucho que tardó en fajarse, la cantidad de tiempo que perdió y la manera tan absurda de hacerlo.

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