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Messi vuelve a ser un niño (0-4)

  • El Barcelona arrolla al Athletic con un argentino afeitado y con el 'look' y el fútbol con el que triunfó

Messi recibe la Copa del Rey de manos de Felipe VI.

Messi recibe la Copa del Rey de manos de Felipe VI. / Antonio Pizarro

Leo Messi volvió a parecerse en el Estadio de la Cartuja al Leo Messi que se convirtió en el dios del fútbol mundial y le dio al Barcelona su título número 31 de la Copa del Rey. El argentino se afeitó y con ese look recordó a aquel jovencito que maravilló a todos los aficionados al fútbol en su irrupción como azulgrana para ocupar, sin discusión posible, el trono del balompié en el universo durante tantos años.

No hubo discusión posible, paredes, irrupciones desde atrás, visión del juego siempre, mando y encima dos goles de una factura impecable, con pases a la red que firmarían los más grandes de la historia. Messi no tiene nada que envidiarle a ninguno de ellos, le podrán afear no haber ganado jamás el título con Argentina, pero no hay dios más grande en este deporte y lo ha demostrado un montón de veces con este Barcelona, al menos en la Copa del Rey, porque, sin duda, no es normal que no haya ganado más Champions con semejante nivel futbolístico.

De la mano de este gran Messi, y por qué no decirlo también de Griezmann y de De Jong, la superioridad del Barcelona sobre el Athletic llegó a ser insultante. Los hombres que vestían ayer de amarillo fueron infinitamente mejores desde la primera campana hasta la última y lo extraño es que tuvieran que esperar hasta la segunda mitad para plasmar en el marcador tan tremenda distancia entre los dos equipos que competían por conquistar esta Copa del Rey. Los barcelonistas circularon por una galaxia completamente diferente desde el pitido inicial y la distancia entre uno y otro equipo fue sencillamente sideral, como si se dedicaran a la práctica de dos deportes diferentes o, también, como si se enfrentaran un equipo de juveniles con otro que juega todos los días en la mejor competición que se pueda organizar.

Había sido sencillamente migroso que el Athletic saliera ileso en el arranque del juego, que la final no hubiera quedado finiquitada en los diez primera minutos. El Barcelona partía con la intención de no dejar ni una sola opción a la duda y movía la pelota con velocidad en las cercanías de Unai Simón para que se produjeran tres ocasiones de gol, una de ellas clarísima, en esos diez primeros minutos.

Pero el fútbol no entiende de merecimientos y sí de meter la pelotita entre los tres palos, algo que no llegó a hacer De Jong de una forma realmente increíble. Corría el minuto 5, cuando Messi se metía solo en el área vasca y dejó el pase atrás para el centrocampista holandés. El primer gol parecía ya un hecho, pero el disparo se estrelló en el poste para alivio de todo el Athletic Club.

Después llegaron las otras dos opciones para Dest, en un disparo que debió ser fácil para él, y para Messi, después de una combinación de carámbolas de billar con Griezmann y la devolución del francés. Pero no llegaba ese cero a uno que plasmara en el marcador las diferencias entre uno y otro equipo y eso conducía a que el cuadro azulgrana fuera subiendo el pie del acelerador, que no siguiera con su acoso.

A pesar de que el Athletic Club jamás llegó a sentirse cómodo y estuvo excesivamente dominado, es cierto que Íñigo Martínez pudo anotar el primero en ese arreón inicial en el remate de una falta muy mal defendida por los hombres de Ronald Koeman.

Todo se atemperó después del arranque, sin embargo, y a pesar del dominio del Barcelona ya no eran tantas las aproximaciones hasta Unai Simón, más allá de una pared entre Messi y Mingueza. El Athletic había salvado la primera embestida y era cuestión de tratar de mejorar las cosas tras el intermedio.

Marcelino García Toral lo iba a intentar con la entrada de Lekue por un Muniain demasiado renqueante por sus problemas físicos, pero tampoco le iba a servir de mucho, el Barcelona estaba en un nivel al que el Athletic no podía llegar ni en sueños.

Seguía siendo algo prácticamente esotérico que el Barcelona no se pusiera por encima en el arranque del segundo acto. Primero, Unai Simón metía un pie increíble en un remate con todo a favor de Griezmann, después el guardameta internacional volvía a lucirse en una pelota rebotada que le cayó a Busquets en el área pequeña para abrir el marcador. Nueva intervención magistral del portero vasco, que también se lució en un disparo de Pedri.

Por medio, Iñaki Williams tuvo la opción de adelantar a los suyos, pero era un verdadero espejismo, el Barcelona estaba a años luz y sobre la hora ya se abrió la espita para que se marcaran claramente las diferencias entre unos y otros. De Jong le puso el balón por delante a Griezmann y el francés justificó la apuesta de Koeman por él. El Barcelona, esta vez sí, caminaba por delante y con todo merecimiento.

Tanto, que en una secuencia rapídisima se colocó con un 0-4 en apenas 12 minutos. De Jong, en cabezazo en plancha, antes de los dos pases a la red de un Messi sublime. El título, pese al dolor de un Athletic que ha perdido dos finales en el breve espacio de dos semanas, se iba para un Barcelona sencillamente superior. Cuando Messi se afeita y juega con el afán de aquel jovenzuelo, sólo queda rendirle pleitesía, no hay más.

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