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Prohibido jugar al trote

  • El Sevilla sella su visado para los octavos de la Champions pese a contagiarse del pobre nivel del Stuttgart. La lesión de Duscher dejó a los blancos con diez y estuvo cerca la derrota

El Sevilla ya es, por méritos propios, el primer equipo radicado en España que ha metido su bola en el bombo de los octavos de final de la Liga de Campeones 2009-10. Lo hizo sin brillo, sin embargo, porque no fue capaz de mantener ante el Stuttgart ese poderío que se evidenciaba en el pleno de puntos que había contabilizado hasta el momento, pero nadie podrá discutirle la justicia de la clasificación dentro de un grupo en el que viene mostrando una superioridad sobre los rivales casi insultante. Ayer tampoco fue una excepción hasta que los hombres de Manuel Jiménez se decantaron por jugar al trote y eso, en el fútbol actual, está terminantemente prohibido.

Es el primer resumen de un partido extraño, de un litigio que nada tuvo que ver con el fútbol de verdad. Cierto que era una cita oficial de la Liga de Campeones, que había público de pago en las gradas, que televisiones de medio mundo podían emitir el espectáculo y que, para colmo, existía una bolsa de 800.000 euros en juego, pero aquello no alcanzó siquiera al nivel de intensidad de uno de los entrenamientos que realiza la primera plantilla blanquirroja. Se exceptúan los primeros veinte minutos y allí parecía que se había escapado todo el gas de golpe de la botella. Era un Sevilla laxo, incapaz de cambiar el ritmo en ningún momento, confiado en las distancias que parecían existir respecto a quienes defendían la camiseta del Stuttgart.

Dentro del fragor casi fundamentalista en el que se ha metido la tropa de Jiménez en el presente curso, en el que cada balón se disputa como si fuera el último, parecía como un oasis de tranquilidad. Si el Stuttgart tampoco exige mucho más, debieron pensar los profesionales nervionenses, tampoco es cuestión de desgastarse más de la cuenta. Pero es complicado jugar al fútbol sin intensidad cuando se está acostumbrado a dejar la última gota de sudor hasta en las sesiones preparatorias de la ciudad deportiva. Parece que no se sabe qué papel recitar en cada momento y hasta se multiplican por varias unidades los riesgos de lesión.

Más o menos eso fue lo que ocurrió en el Sánchez-Pizjuán. El Sevilla contaba con una pareja neófita en el eje de operaciones al disponer Jiménez que ahí jugaran Zokora y Romaric. Era novedosa la dupla para los blanquirrojos, claro está, pues en muchísimas ocasiones ambos han compartido papel estelar con el barcelonista Yaya Toure a la hora de defender a Costa de Marfil en esa parcela del campo tan trascendental. Y no comenzaron mal ambos, aunque Zokora le cedía casi todo el protagonismo a Romaric y era éste quien se encargaba de tratar de acarrear el balón a sus delanteros. Además, tanto Jesús Navas como Diego Capel robaron la pelota a los defensas más de una vez para que el peligro se intuyera desde el principio a favor de los intereses sevillistas.

Ya podía haber llegado antes en un robo de Diego Capel que facilitó la conducción a Kone, la otra gran novedad, pero el gol no tardaría y en el minuto 14 ya se contabilizaba el 1-0. Pase interior de Romaric, prolongación magistral de Luis Fabiano y definición propia de un 9 frío y certero de Jesús Navas. El Sevilla estaba por delante en el marcador y aquello, indudablemente, parecía coser y cantar ante la impericia de un Stuttgart que, por si fuera poco, le añadía la desgana a su mal juego.

El dominio de la situación del Sevilla era tal que ni siquiera necesitaba cambiar de velocidad para sentirse muy superior. Pero la situación se tornó a complicada por la sencilla razón de que los anfitriones se fueron contagiando poco a poco. Para empezar, se lesionó Kone y su sustituto, Negredo, no se sacudió la frialdad de su precipitada entrada al campo en toda la noche. Y por continuar con algunas de las razones para esa mutación negativa, también se debe contabilizar que Zokora desapareció al mismo tiempo que se le agotaban las fuerzas a Romaric.

Para colmo, tampoco Luis Fabiano, como su compañero Negredo, llegó a entender que había que echar una mano atrás. Ni siquiera se percataron de ello cuando Duscher se lesionó y dejó a los suyos con uno menos y todo el eje en manos de Zokora. Entonces ya era un Sevilla a un ritmo de veteranos y, claro, empató. Como pudo haber perdido. Clasificado, sí, y elogios sin cesar por esa trayectoria, pero jugar al trote está prohibido. Ésa es la mejor lección de la noche.

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