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Promesas que pisan fuerte

Mario Dorado y Antonio Serradilla intercambian miradas antes de empezar a hablar. Una sonrisa nerviosa asoma en sus rostros. Se ceden mutuamente el primer turno de palabra. "Nunca nos han hecho un reportaje", confiesan. En este debut sin carreras ni balones, su único adversario es una grabadora en marcha. Un trance menor, aunque ellos al principio no lo vean así, en comparación con los muchos rivales a los que han debido superar año tras año para hacerse grandes en el BM Montequinto, su club de toda la vida. Las camisetas que lucen les recuerdan el porqué de su comparecencia. Toca hablar de balonmano. Poco a poco, metidos de lleno en la descripción de su trayectoria, van sintiéndose confiados, casi tanto como si estuvieran disputando una final del campeonato de España o de camino a Dijon para participar en la concentración nacional de promesas.

Con siete años, Antonio, animado por sus amigos, hizo sus primeras pruebas para jugar al balonmano. El hecho de que se le diera bien terminó por convencerlo. Mario, que en su día tuvo que elegir entre su gran pasión o continuar su andadura en el fútbol sala, no se lo pensó ni un momento a la hora de decantarse: "Mis amigos me dieron el empujón para seguir jugando con ellos. Y también destacaba". Ahora, con 16 años, ambos se sienten parte de esa gran familia que no deja de crecer en Montequinto, entidad en la que se ha apostado por un proyecto de cantera en el que sus responsables han depositado sus esperanzas y esfuerzos. "El sueño de todos es llegar con nuestro club a Asobal", afirma Mario.

Donde más seguros se sienten es en la pista. Y no sólo por sus casi dos metros de estatura, con los que intimidarán a más de uno. En las últimas temporadas, sus entrenadores los han ido probando en distintas posiciones rindiendo a un buen nivel. "Yo he jugado como extremo izquierdo y derecho, y también en los laterales, pero mi preferencia es el extremo izquierdo", indica Dorado. "Y yo he sido lateral derecho y central, pero mi mejor posición es la de lateral izquierdo", añade Serradilla. Preguntados por los aspectos en los que destacan, se quedan callados. "No sé que decir de mí, la verdad... Que te diga mi compañero". Mario pasa la pelota y la deja en el tejado de Antonio, que no defrauda en su exposición: "Tiene una gran condición física, muy buena altura y salta mucho. Y cosas negativas... Creo que no hay". "Algo hay, algo hay", apostilla Mario. "A veces fallo en la concentración, me duermo un poco", reconoce para, a continuación, coger el testigo y alabar a su compañero de equipo, que también sale bien parado de la encerrona: "Antonio destaca bastante en defensa. Es difícil que los jugadores se cuelen por su zona porque tiene los brazos muy largos. Y en ataque tiene un buen lanzamiento, tira por cualquier sitio que se proponga. Algunas veces, eso sí, se descoordina un poco".

Tras la disputa de sendos Campeonatos de España -Antonio con el equipo cadete, que se llevó la plata tras caer en la final ante el BM Granollers (33-21) y Mario con el conjunto juvenil, con el que acabó séptimo- ambos pusieron fin a la temporada a principios de junio. Con lo que ninguno contaba era con la llamada del seleccionador español de la categoría promesas, Francisco Martí. "No me lo creía y me sorprendió mucho. Estaba nervioso y con ganas de representar a mi país. Sólo me daba un poco de miedo el avión", explica Mario. "Yo di un salto de alegría en mi casa. Primero me llegaron las felicitaciones por Whatsapp, pero yo no sabía nada, pensaba que era una broma. Hasta que mi madre vio la convocatoria por Internet", recuerda Antonio con una sonrisa de oreja a oreja.

Muy emocionados llegaron a Dijon para disputar el torneo internacional de Francia del 25 al 27 de junio. "Contra Dinamarca hicimos un buen partido, empezamos ganando, luego perdiendo y al final remontamos; frente a Polonia siempre fuimos por delante; y ante Francia nos dimos cuenta de la calidad que tenían sus jugadores, pero empatamos", resume Dorado. Pero no todo fue competir en tierras francesas. Los sevillanos, por acudir a su primera concentración con la Española, tuvieron que soportar alguna novatada, como cargar los balones o guardar las maletas, si bien confían en tomarse la revancha en futuras comparecencias y animar la estancia a otros rookies. Una cosa sí tienen clara: siempre subirán por las escaleras. "En Dijon nos metimos 11 en un ascensor donde sólo cabían ocho. Quisimos subir, pero se quedó clavado. Nos pasamos 10 minutos muy agobiados, con los cristales empañados y sin que nadie viniera. Hasta que Mario llamó al guardia y nos salvó", relata entre risas Serradilla.

Ahora les toca descansar y cargar las pilas con vistas al próximo curso para seguir rindiendo al máximo en un deporte que los tiene cautivados. "Me molesta mucho que la gente diga que el balonmano es como el fútbol pero con las manos. Si lo conocieran de verdad se darían cuenta de que es muy emocionante, con mucho movimiento", valora Mario. "Sí, sí, es un deporte muy bonito", añade Antonio, más parco en su descripción pero igual de entregado. A ambos se les ilumina la cara al imaginarse de nuevo en la pista y ya casi han olvidado que una grabadora aún recoge sus palabras. En este debut de mucha oratoria y nada de contacto también han cumplido. Hablar de lo que apasiona es más sencillo de lo que creían. "Al final no ha sido para tanto", concluye aliviado Antonio. Mario lo mira y asiente. Reto completado, que venga el siguiente.

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