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Reyes y los Magos dejan carbón dulce

  • Nervión vuelve a presentar un ambiente hostil pese al poco público y termina resoplando de alivio tras un partido para olvidar

En una noche tan especial como la del 5 de enero poner un partido de fútbol a las 22:00 es no apreciar lo más mínimo al aficionado a este deporte. Programar a esa hora el Sevilla-Osasuna es, directamente, reírse de él y querer someterlo a una tortura china. Pero el fútbol tiene cosas tan peculiares como que alrededor de 15.000 espectadores acudan a su casa, que es el estadio de su equipo, a animar, quejarse, sufrir, protestar o simplemente comerse un paquete de pipas. Sólo por ese sentimiento de pertenencia que el fútbol genera y que todos sus actores, desde jugadores a directivos pasando por los que rigen sus designios, se están encargando de hacer desaparecer.

El Sevilla necesitaba tranquilidad para cosechar buenos resultados y cosechar buenos resultados para generar tranquilidad. La paz social es una quimera y hacer que el estadio vuelva a rugir es imposible ahora y a medio plazo, puesto que cuando el motor empezó a dar síntomas de tener graves defectos se prefirió llevar el coche al desguace y sacar un bonobús anual que intentar arreglarlo, porque al fin y al cabo, con más comodidad o menos, lo importante es llegar al destino, el cómo importa poco.

Los profesionales del Sevilla tienen que asumir que van a sufrir un ambiente reacio cuando jueguen en casa. Eso como poco, puesto que si el equipo se marca la primera parte de anoche lo normal es que se desaten las hostilidades. Por supuesto que no es lo ideal, pero en ningún contrato de ningún futbolista aparece reflejado que en casa contarán con el apoyo inquebrantable de los suyos. Sería lo ideal, por supuesto, pero si a los altos dirigentes les da igual que los estadios den pena jornada tras jornada a base de horarios ridículos y precios desorbitados, a los jugadores, que en teoría se embolsan más dinero con este juego que los que mandan, no debería preocuparles tampoco mucho.

Volviendo a la tranquilidad y a los resultados, el Sevilla tenía que ganar como fuese. Lo ideal hubiera sido dando muestras de que el equipo se ha rehecho, mostrando que de verdad está capacitado para remontar el vuelo y, al menos, ilusionar con que haciendo una segunda vuelta estratosférica se pudiera luchar por el objetivo. Pero lo ideal no ocurrió anoche. El Sevilla tiró la primera parte y en la segunda se encomendó a un Reyes que a base de atributos masculinos se echó el equipo a la espalda y lideró una victoria que da vida al Sevilla, a Míchel y a un Del Nido que, de nuevo, escuchó cómo un estadio que nunca coreó su nombre en la época exitosa sí se acuerda de él ahora que las vacas han perdido peso.

El Sevilla es ese mal estudiante que desde diciembre sabía que los Reyes Magos no le traerían la videoconsola y la bicicleta por sus malas notas en el primer trimestre. Pero los Reyes Magos, cuando dejan carbón, lo dejan del dulce.

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