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Tener el balón es tener la razón

  • España, el rey de la posesión, fue más fiel a sí misma que una Alemania que huyó de su propio modelo y del que nos copió

Tener el balón es tener la razón, estar en posesión de la verdad. Es creer en uno mismo, elegir subir por la escalera en vez de utilizar el ascensor, una teoría que también depende de hasta qué planta haya que llegar, pero bueno, es una declaración de intenciones.

Ayer en Durban cada cual hizo la suya. España fue fiel a sí mismo, incluso buscó una versión mejorada de lo que había ofrecido en Sudáfrica. Alemania no. El once germano le dio la espalda a lo que había propuesto, a lo que había ideado. La selección de Löw había llegado incluso a plagiar el modelo español, aunque, eso sí, con la pegada como colofón. Si España era el rey de la posesión, Alemania lo era del gol. Casi el doble de lleno traía el saco anoche que el equipo de Del Bosque, aunque al final fuera ésta la que se llevara el gato al agua. Conclusión: las estadísticas están para romperlas.

A España, de todas formas, le costó. Hizo una primera parte como si se tratara de una vuelta de reconocimiento. Cuando se tiene el balón, cuando se controla y se dominan los tiempos del partido, la siguiente obsesión es ver el pase. La luz eterna es el espacio libre. El Santo Grial en una cita con las fuerzas tan iguales como es un Mundial. La posesión es la primera pata del banco, pero muchas veces faltan otras tres para que haya un sustento firme y se cumplan los cuatro puntos de contacto con el suelo: primero es tener el balón, segundo es tenerlo en terrenos en los que al rival le incomode, tercero es romper las líneas y cuarto, la suerte suprema.

A España en la primera parte le faltaban completar varias. Llegaba a tener un balance de posesión de 60 a 40 a favor. Lo importante es el balón. Es el mensaje que había que dar. A Maradona lo pillaron las cámaras haciéndole a los suyos esa reflexión: la verdad es el balón. Pero su gran error fue menospreciar a Alemania. Y lo está lamentando.

Alemania, por mucho que se quiera, no está cómoda con el estilo que había reinventado. Por momentos en este Mundial que ya abandona quiso ser España. Nosotros inventamos un modelo, el modelo de la picaresca frente a la evolución física del fútbol. Ese estilo cervantino se encarnaba en el futbolista bajito, pero inteligente, vivo e ingenioso. Digamos que ese landismo mejorado nada tenía ya que ver con las películas del actor -Alfredo Landa- que inspira el vocablo inventado. La lucha contra el prototipo alemán se iguala, sobre todo si el producto alemán se transforma interesadamente en algo parecido a lo hispano. El futbolista cuadriculado, físico, de raza aria, ojos grises y cabello rubio no se cumple tan a rajatabla en el fútbol alemán. Existen Schweinsteigers que recuerdan a los Briegel, Rumenigge y compañía, pero también la evolución ha traído un fútbol de toque, inspirado en la tendencia de los Xavi e Iniesta que hasta tiene apellido aceitoso porque sencillamente tiene raíces mediterráneas, el turco Özil.

Pero Alemania ayer no era ni la Alemania de antes ni la Alemania de ahora. Porque la recuperación es también un paso clave en la posesión. España presionaba, pero su rival sólo esperaba y así era difícil que pudiera sacar a relucir esa temible pegada. Amagó con aparecer algo en la segunda parte, pero cuando ya el partido se rompía. España, en cambio, se encontraba a sí misma. Jugaba con tres organizadores con los que dominaba el terreno de juego en toda su amplitud de largura: Piqué en campo propio, Xavi en las transiciones y Pedrito en los cuarenta últimos metros. Tardó en encontrar la fórmula, pero al fin apareció.

El camino del gol fue aclarándose, aunque fuera al final la vía hacia él la que había ido enseñando Alemania, el balón parado, el cabezazo, el remate físico... El testarazo de Puyol era una toda profanación del fútbol alemán. Pero igual que ellos habían tratado de profanar el modelo de los bajitos.

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