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Urán, la revancha del eterno luchador

La vida de Rigoberto Urán, el tercer colombiano que se sube al podio del Tour, está ligada a la suerte o, mejor dicho, al combate contra la mala suerte.

Su segundo puesto en la carrera ciclista más importante aparece como la revancha de un luchador que, desde muy joven, se hizo cargo de su familia tras el asesinato de su padre. Vendiendo lotería superó la adversidad y, a base de celo, sustituyó en el cajón de París a su compatriota Nairo Quintana (tercero el año pasado), el primer colombiano en pisar el segundo escalón de los Campos Elíseos (en 2013 y 2015), y a Fabio Parra, el primero en hacerlo allá por 1988.

Nadie lo esperaba tan alto en la ronda gala, pese a que Uen 2012 logró la plata olímpica y estuvo ya dos veces en el cajón del Giro de Italia (2013 y 2014). En los últimos años, sus resultados hacían difícil imaginar que el ciclista pelearía con los mejores en el Tour.

Urán no ha sido quien más ha atacado, ni el más fuerte en la montaña, ni en la contrarreloj. Su segundo puesto se fundamentó en su regularidad. Así superó a Romain Bardet, quien lo acusó en varias ocasiones de falta de ambición, pero el colombiano ha sido quien más cerca acabó de Froome en sus cuatro triunfos.

Nacido en Urrao, un pueblo agrícola de la región montañosa de Antioquía, fue su padre, un enamorado del ciclismo, quien le inculcó la pasión por ese deporte y el responsable de que tuviera la primera bicicleta, una máquina partida en cachos de un tío suyo. La soldaron y el joven Rigoberto comenzó a pedalear por el pueblo hasta que en 2001, cuando tenía 14 años, un retén de paramilitares pagó con un disparo mortal una desobediencia del padre.

Urán estudiaba por las mañanas, entrenaba por las tardes y vendía suerte por las noches. El equipo local Orgullo Paisa se fijó en su talento y el muchacho vio en la bicicleta algo más que una pasión: con su primer sueldo compró una estufa a su madre. A los 18 años firmó por el equipo italiano Tenax, un abismo en su vida que le llevó a alejarse de su familia y a dar un paso que abrió una puerta a toda una generación de ciclistas colombianos. Por esa vía que él abrió llegaron los Soler, Quintana y Chaves.

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