Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

El VAR y qué satisfechos de sí mismos

Sin contar las veces que el artilugio pecó por omisión, todas las cuentas son objetables

Desconozco cuáles son las formas de hacer las cuentas sobre el balance del VAR, pero me da la impresión de que la gran mayoría de aficionados no comulga con un balance tan positivo como el que han presentado Luis Medina Cantalejo y sus cuates. Decir con toda la trompetería que sólo han sido cinco los fallos del VAR es, como mínimo, de un triunfalismo sideral que nada tiene que ver con el rosario de frustraciones soportadas.

Y es que las cuentas siempre están pendientes de cuál es el color del cristal con que se mira. El VAR, ese artilugio que iba a dejar edulcorado el tercer tiempo, ese espacio que va de un partido a otro y que mayormente se emplea para discutir las decisiones arbitrales, sólo ha arreglado y con bastante éxito el fuera de juego. Es la jugada más complicada de aclarar porque el ojo humano difícilmente puede estar en dos sitios a la vez y eso lo ha solucionado.

Lo ha solucionado aunque a veces surjan dudas de cómo se trazan las líneas, pero convengamos en que el asunto ha mejorado. Ocurre que cuando se habla de los cinco fallos se obvia las veces que el VAR pecó por omisión. Y he ahí lo que encocora a los que se han sentido perjudicados, el porqué en jugadas similares unas veces entra y otras no. Cómo hay veces que va con la lupa a escudriñar si la falta existió y en otras similares no advierten al árbitro de la transgresión.

Dicen Medina y la compaña que la idea es acabar con los penaltitos para que los penaltis sean penaltis de verdad. Y ahí entramos en otras arenas movedizas, ya que nos topamos con una apreciación que puede ser subjetiva. Y es cuando uno duda de que el error humano exista y no sea un fallo premeditado. La verdad es que ves lo satisfechos que están de sí mismos y cada vez resulta más difícil creer en la objetividad e imparcialidad de los que manejan la barca.

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