Sevilla | osasuna · el otro partido

Vaya regalito de Reyes

  • El Sevilla cargó de razones a los que dudaban de su juego con un pésimo partido y cedió el segundo puesto · Sonora pitada a un equipo que sigue en Champions

"Estamos segundos". "Miramos al Barcelona". "El equipo está ahí". "Grandes como Valencia y Real Madrid están por detrás de nosotros"... Se acabó el argumento de que el Sevilla es el segundo, el primero de los perseguidores del Barcelona en una Liga apretadísima en la que los grandes ganaron sus partidos de casa en duelos directos y el equipo de Manolo Jiménez falló ante el colista de la clasificación. El de la segunda posición era la razón que se esgrimía desde diferentes estancias del club cuando salían a la palestra las dudas que ofrece este equipo por mucho que esté arriba en la clasificación. Pero la dinámica no ha cambiado con el año nuevo y se repitió el mal partido de Génova o Mallorca. Incluso peor quizás, anodino, sin pulso.

Razón, lo que se dice razón, la que tiene el público, que castigó con una sonora y merecida pitada a sus jugadores en noche de paraguas, en una malhadada víspera de cabalgata de Reyes Magos en la que Jesús Navas se apareció como un paje real con un soberbio gol que se quedó en nada, un escueto punto que es insuficiente en el poderoso frente que tiene abierto este Sevilla imbricado en la lucha con los más pudientes.

El regalo de Jesús Navas, justo premio a su continuo esfuerzo por cambiar la dinámica, se convirtió en carbón con un gol en el minuto 91. Pandiani marcó en una segunda jugada tras el saque de una falta, una opción que sabe aprovechar Osasuna con su juego directo y que el mismo Manolo Jiménez se había encargado de advertir a sus pupilos de que éste era el principal arma de un conjunto, el pamplonica, al que se le quita la fuerza y el empuje en el centro del campo y se queda en nada, en un mar de dudas a poco que se dé el paso adelante y se destruya su primera línea de presión.

Pero el Sevilla de ayer, no se sabe bien si por tener la mente puesta en esa especie de quite del perdón que se le ofrece con la Copa del Rey tras la eliminación europea, se olvidó de que mañana se celebra la Epifanía, es decir, el día en que los Reyes venidos de Oriente se postraron a Jesús con regalos exóticos. De regalo a la afición, nada de nada. Un regalito de partido brindó a sus aficionados el Sevilla, un equipo que, de haber ganado, habría aparecido en los papeles como segundo clasificado de la Liga. Pero, siendo todavía segundo, no supo a qué jugar, si a nadar o a guardar la ropa, si a reservar fuerzas para la Copa o a tratar de cerrar el partido. Lo dicho, un regalito.

El lazito del regalo fue esa concatenación de errores en el minuto 91. La falta de Fazio en el centro del campo, el despeje corto de Romaric, la duda de tirar el fuera de juego o de tapar a Pandiani, o la comodidad de Masoud en su disparo. Un cúmulo de yerros que fue como la gota que colmó el vaso del mal partido, pese a Jesús Navas.

El niño con carita de paje había hecho lo más difícil, marcar en un día aciago un gran gol. Hizo más. Participó en las otras tres ocasiones de gol, tres, que provocó el Sevilla. A saber, el centro que Kanoute envió fuera en el minuto 24; el mano a mano que le sacó Roberto en el 85 tras una pared con Renato; y el córner que, taconazo de Squillaci de por medio, envió Kanoute al poste en el 93. Muy poco ante el colista.

La cara que se le quedó a Jiménez en el antepalco, desde donde siguió el partido móvil en mano debido a su sanción -fue expulsado en Mallorca-, era la de cualquier sevillista multiplicada por mil. Él es el primero que sabe que está en el ojo del huracán, en el centro de todos los debates, el del juego, el de los números, el de las posibilidades de la plantilla. Ayer, ni juego, ni números. El argumento del segundo puesto se fue al limbo, como el gol de Jesús Navas.

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