Betis-barcelona b

Victoria tan gris como necesaria (1-0)

  • Rubén Castro pone rúbrica a un partido al que el Betis sólo le metió mano por la inocencia del filial azulgrana Velázquez coge oxígeno con los puntos, pero su equipo incluso da un paso atrás en su fútbol.

¿Cómo ha quedado el Betis, niño? Ha ganado. Poco más habría que explicar del partido disputado ayer por los verdiblancos. Un bodrio, uno de tantos encuentros aburridos y sin apenas destellos de calidad de los que se juegan en una categoría tan sórdida como ésta. Una victoria gris, sin alharacas, pero a la vez tan necesaria para la supervivencia de un equipo y un entrenador que, visto lo visto, dan la sensación de no ir a ninguna parte. Con todo, los puntos son los puntos y tampoco hay que apresurarse en darle la boleta a un entrenador que da la impresión de estar sentenciado desde hace ya mucho tiempo.

Porque ya han pasado partidos desde aquellos ridículos tempranos frente a la Ponferradina y el Albacete y el Betis sigue sin decir nada. Su fútbol, como casi siempre, está al albur de los acontecimientos, a ver qué propone el rival y con la permanente incógnita de si saldrá con barbas y será San Antón o, por contra, la Purísima Concepción.

Y eso que frente al Recreativo había emitido señales en positivo. Velázquez parecía haber llegado al convencimiento de que su equipo debía ser protagonista en los partidos, mandar sobre el césped y someter al rival aun a costa de desprotegerse atrás. Esa sensación se acrecentó en una primera parte de ensueño en El Sadar, pero, definitivamente, el Betis se desnudó ayer para ofrecer su verdadera imagen, la de un equipo con alma y con ganas pero con pocas cosas más que proponer.

Y si ganó sólo fue por dos razones, aunque tal vez habría que reconvertirlas a una sola. Los verdiblancos disponen del mejor delantero de la categoría, del futbolista más importante de cuantos pululan por estos maltrechos céspedes. Rubén Castro, con 34 años a sus espaldas, se merendó con su décimo gol del curso a un animoso Barça B. Un equipo, el de Eusebio Sacristán, obligado a cumplir a rajatabla los cánones de la entidad, que se ordenó bajo un curioso 2-3-2-3 con el que ocupó el campo de forma elogiosa y propuso lo poco que allí se vio. El ritmo lo marcaron los azulgrana, pero el gol lo metió el de siempre. Fue lo único que le faltó al Barça, que tuvo en Bagnack a un central exquisito con y sin balón, en Samper a un termómetro del partido y en Adama la velocidad medida que a duras penas controló Álex Martínez y que hubiera reventado a cualquier otro lateral.

Así, con ánimos, con control y con gusto, pero sin intimidar, el Betis llegó a sentirse cómodo en un partido feo, gris y en el que fue desparramando más ocasiones que fútbol mientras que Adán apenas mostraba sus guantes verdes para lanzar algún balón recogido con mimo. Rennella besó el poste tras un pronto servicio de Molinero, Kadir, nuevamente incisivo pero sin acabar de romper, no halló luego a Rubén Castro; Ortolá se lució posteriormente ante el franco-italiano...

Cada diez minutos, los verdiblancos amagaban, aunque fue tras el descanso cuando el canario dio de verdad en una jugada medianamente trenzada que pasó antes por Kadir y Rennella. Quedaba un mundo, pero el gol se antojaba definitivo. Se presentía que era un soplo de aire fresco entre el bochorno, el único rayo de luz en un partido tan oscuro como insípido, una pelea entre hombres agobiados y niños sin tensión ni excesiva hambre.

Fue el resquicio que halló el Betis, esa indigencia trufada con inocencia de los azulgrana. Fue el hueco que también encontró Velázquez para sobrevivir a una grada hostil que explotó contra él cuando el árbitro lo expulsó al filo del descanso. El bético está quemado, vive en un sinvivir y quizá ni la victoria de ayer sirva para mitigar los sufrimientos que le hace pasar su equipo. El paso adelante es evidente. Una derrota hubiera tenido los efectos de un tsunami ayer en la Palmera. Pero igual de constatable es el paso atrás porque el fútbol del equipo vuelve a ir a menos. El Betis vuelve a desconcertar al que lo sigue y Zaragoza, en una semana, será otra moneda al aire. ¿Ganará? ¿Perderá? ¿Jugará bien? ¿Seguirá Velázquez? Son todos los interrogantes que despierta este Betis que hace la goma y no juega a nada.

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