Ejerció como periodista en Tenerife, hasta que el profesionalismo del baloncesto le abrió una puerta tras fajarse durante años en el deporte base. Barcelonés de nacimiento, donde empezó a entrenar en el colegio en el que estudiaba, se afincó en la isla desde hace décadas y allí hizo carrera en el mundo de la canasta. Con escolares, baloncesto femenino, de delegado, de asistente... de todo. Viene desde abajo.

Casi se ha hecho a sí mismo, copiando lo bueno de allí, lo mejor de uno o las ideas revolucionarias del otro, para crearse una filosofía del juego en el que priman dos cosas: la unión y el juego de ataque. No quiere decir esto que desdeñe la defensa, todo lo contrario. De hecho, su Tenerife hizo del Santiago Martín un fortín en la ACB durante su etapa, pero es de los técnicos que prefieren ganar, por ejemplo, 95-94 que 72-71. En este sentido, ha explicado en varias ocasiones que le gusta que el jugador entienda que iguala el tiro bueno es a los ocho segundos de posesión y no a los 20. Mover la pelota rápido y con sentido es la idea por encima del simple hecho de pasársela a alguien que vista con la misma camiseta como obligación.

Esta idea igual casa mejor en una plantilla en la que apenas uno o dos hombres son capaces de agachar el culo, aunque como contrapeso exige máxima intensidad y solidaridad de todos para poder volar hacia el aro contrario. Con referentes como Aíto García Reneses o Pedro Martínez, entre otros, no tiene miedo en apostar por los jóvenes, siempre y cuando estos entiendan que pese a su edad ya son profesionales y se les exige igual que a un veterano. Tranquilo en la banda, aunque cuando hay que abroncar a alguien lo hace sin tapujos, Alejandro Martínez fue el hombre milagro de La Laguna. Llevó al Tenerife desde la tercera categoría a la ACB yendo de la mano durante 12 temporadas. Ahora sólo tiene seis partidos para mantener al Betis en la Liga Endesa.