Alpinismo

A por la corona del Everest

  • La sevillana Lina Quesada intentará ser la primera andaluza en alcanzar el techo del mundo · La expedición parte el 8 de abril para hacer cima del 15 al 20 de mayo

Esta Feria tendrá un sabor muy distinto para Lina Quesada. Poca manzanilla podrá beber la sevillana, que el próximo día 8 partirá hacia Kathmandú (capital de Nepal) con un único objetivo: la conquista del Everest, 8.848 metros que ninguna andaluza ha alcanzado. Hasta ahora.

La alpinista, que sigue así los pasos de las cuatro españolas que la han precedido hasta ahora (Araceli Segarra, Chus Lago, Rosa Fernández y Edurne Pasabán), emprenderá sola esta expedición, aunque en este reto cuenta ya con la experiencia que le dan sus anteriores ochomiles (el Gasherbrum II y el Cho-Oyu) y su reconocimiento internacional. "Los sherpas, en las primeras expediciones en el Himalaya, no me dejaban cargar ni con mi mochila, porque no estaban acostumbrados a que las mujeres hiciesen lo mismo que los hombres", bromea la protagonista, que, eso sí, contará con una ayuda inestimable y necesaria: "La dificultad de la empresa es evidente, y para su éxito necesito de la ayuda de un sherpa especializado en alta montaña. En el campo 4 (a 8.400 metros), por ejemplo, tendré que pasar la noche. Allí casi no hay oxígeno, por lo que si surge algún problema prefiero no estar sola. Sería una imprudencia. Además, la última zona, de los 8.400 a la cumbre, es la más complicada. Es una pared vertical, donde el viento sopla con más fuerza y el oxígeno, por mucho que lo intentes, es imperceptible. No me gustaría verme sola en esa situación".

Todo está preparado y la salida es prácticamente inminente, pese a que los problemas políticos en el Tíbet a punto estuvieron de echar la aventura por tierra. Eso sí, al menos la alpinista sevillana podrá encarar la ascensión por la cresta sur, "una ruta más accesible, aunque el triple de cara". Y es que al permiso de escalada -ronda los 28.000 euros, 6.000 de los cuales son para el sherpa-, hay que sumar otros gastos necesarios como los 400 euros de las botellas de oxígeno -llevará ocho-, los 300 del botiquín o los 1.500 del teléfono satélite. "Hasta los 7.500 metros el itinerario es el mismo que realicé en la expedición al Lhotse -de 8.516 metros, aunque Lina se quedó en los 8.400-, y si la experiencia es un grado ya tengo un punto".

Con todo, el peligro es evidente. La montaña puede convertirse en una trampa mortal en cualquier momento, pero eso es mejor ni planteárselo. "No pienso en el riesgo, porque si no, me quedo aquí. Los accidentes, por desgracia, son bastantes habituales. No subo pensando en eso, sino en las sensaciones que me esperan arriba. Sólo pienso en la cima, porque ya he vivido la fatalidad en primera persona en la expedición al Dhaulagiri, hace ahora un año. Fue el peor momento de mi vida. Perdimos a un compañero. Regresé deshecha y con la idea de no volver, que no valía la pena y que estaba loca si lo intentaba de nuevo. Debo estar loca, porque regreso al Himalaya", afirma la aventurera, que espera, "con el permiso de la montaña", hacer cima del 15 al 20 de mayo.

La historia dice que el Everest no es la cima más difícil del mundo, pero en simbología no tiene ninguna que la supere. "El Everest es un símbolo. La aspiración de todo alpinista es subirlo, porque representa todo los ideales de este deporte. Es una meta. Cuando subes alguna cima de los alrededores lo ves. Todas las montañas miran al Everest, pero sólo desde él puedes verlas a todas. Ver la tierra a más de 8.800 metros de altura no está al alcance de cualquiera, por lo que más allá del miedo me siento afortunada de poder intentarlo", reconoce Lina Quesada, que el próximo año sí se replantea el futuro a sus 39 primaveras recién cumplidas. "En 2009 tengo prevista una expedición con otras cinco andaluzas al Manaslu (8.200 metros), también en Nepal, una montaña más técnica, pese a ser más baja que el Everest. A partir de ahí veré qué pasa, porque este deporte no te permite hacer una vida normal".

A 8.848 metros está la gloria; pero más abajo se encuentra la valentía de los que no llegan, aunque se llevan el mismo respeto. Por eso, lo de subir o no con oxígeno, es una polémica que a 20.000 kilómetros de distancia no se entiende. "Es cierto que te ayuda, porque parece que estás a menos altura. Pero no creo que haya que restarle méritos por ello a la ascensión. La dificultad y el riesgo son los mismos. Es una polémica instaurada desde hace tiempo, aunque el mismo Hillary lo usó y nadie discute su gesta" , explica.

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