Deportes

Ser cuarto requerirá emoción

  • El Sevilla ata su puesto de privilegio gracias al cóctel de calidad e intención inicial y sufrimiento final en un ejemplo del sacrificio que pide la Champions

Si Manucho hubiese colado bajo el larguero el cabezazo que tuvo, franco, en el minuto 85, posiblemente hoy muchos sevillistas estarían lamentando la ocasión perdida y buscando culpables del empate en Vallecas. También Kakuta tuvo una clara oportunidad para llevar las tablas al marcador en el 53' a poco que su control defectuoso no hubiese facilitado la salida valiente de Beto. Es cierto. Pero también lo es que Vitolo pudo ampliar la ventaja a 0-2 en el minuto 19 si hubiese buscado los bajos de Cristian Álvarez tras un exquisito doble control, con el empeine y el muslo. Y que el propio Vitolo dispuso de nuevo del 0-2 en el minuto 58, tras un taconazo que abrió en canal al Rayo para que Reyes habilitara al canario en el área. Faltó muy poco.

En el fútbol, cuando las diferencias no son tan grandes, y en Vallecas se liman bastante las diferencias entre el Rayo y el Sevilla, siempre falta muy poco para que la balanza se incline hacia un lado o hacia el otro. ¿Jugó con fuego el equipo de Unai Emery por no saber, o no poder, matar el partido? Posiblemente, pero con esa emoción con la que tuvo a los sevillistas con los ojos fijos en el césped hasta el minuto 94, el Sevilla no hizo sino ilustrar el tremendo sufrimiento que va a implicar esta temporada hacerse con el cuarto puesto, esa posición de privilegio tras Real Madrid, Barcelona y Atlético.

Fue un ejemplo claro, vívido, de que las apreturas en la zona noble de la clasificación van a ir de la mano del Sevilla si éste sigue trazando la senda europea que mantiene, ora en el quinto puesto, ora en el cuarto, desde su prometedor arranque liguero.

El club no ha marcado la Champions como objetivo para esta temporada. José Castro dice cada vez que puede que no quiere sobrecargar de presión a los jugadores, porque ésta puede condicionarlos negativamente. Pero ellos mismos son los que, cada vez que salen por la bocana de vestuarios de cualquier estadio, saben lo que se traen entre manos. Y miran la clasificación, como la miran los aficionados, y saben que el Málaga venció con bastante fortuna en Riazor y que el Valencia podía apretar en Los Cármenes. Y son conscientes de que un fallo, sólo uno, puede derrumbar en una sola jornada la ilusión de presumir en toda Europa de ser el privilegiado cuarto clasificado de la Liga española.

En Vallecas, el Sevilla supo sufrir cuando no pudo jugar. Salió con la intención de jugar y hacerlo mejor que el Rayo, y se ubicó en el terreno de juego del rival, con muchos hombres más allá de la medular. Emery apostó por un equipo con el denominador común de la calidad individual. Ante la estrechez de espacios que implica el terreno vallecano y el achique que, además, aplica Paco Jémez, con su adelantamiento de líneas, era lógico apostar por Banega, por Reyes... y hasta casi justifica el capricho de situar a Figueiras en la izquierda estando en el banquillo el capitán de la plantilla, Fernando Navarro. Y de partida le salió bien.

El plan empezó a fallar cuando el Rayo apretó y al Sevilla le faltó aire. Banega ya no llegaba, Reyes aguantó lo que aguanta, Vitolo ya no veía a ningún compañero cerca. Y encima se lastimó Krychowiak y fue expulsado Carriço. Tocó sufrir, pero es que mantener el cuarto puesto, ser el cuarto, implica ese sacrificio, esa emoción. Que dure mucho y acabe igual.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios