La Crónica

Para dar las gracias (0-1)

  • El Betis, con poco fútbol y arrojo, vence al Valladolid merced a un fallo de su portero y a un linier que hiló fino. El equipo acusó estar tres semanas sin competir.

El Betis sumó tres puntos para dar las gracias. Si rezan los tópicos que la Liga es larga y la suerte asoma de manera compensada, ora buena, ora mala, los verdiblancos deben ir preparándose para cuando ésta le sea adversa. Porque, sin merecer tampoco la derrota, el fútbol desarrollado por el Betis sobre el cuidado y rápido piso pucelano dejó mucho que desear y hasta hubiese sido muy criticado si cinco minutos antes de que Rubén Castro anotara el valiosísimo gol verdiblanco Bueno hubiese logrado lo propio solo ante Casto, cuando el balón que empalmó se marchó fuera.

Y la fortuna no vino únicamente por ese gol postrero, que no agónico porque el Betis tampoco es que lo buscara con denuedo, sino porque en la jugada, amén de la buena acción de Álex Martínez, se aliaron una pérdida absurda de Manucho, un fallo de manos blandas del guardameta Jaime y hasta la impericia de Marc Valiente solicitando un fuera de juego que el juez de línea, que seguramente vio a Rubén Castro en línea con el balón, no señaló. Y es que la duda, incluso, embargó al canario, quien antes de aprovechar el regalo blanquivioleta miró hacia el portador del banderín para estar seguro de su posición.

En esa acción se resume un partido que ni fu ni fa, que cayó del lado verdiblanco como pudo caer del blanquivioleta. Porque el Betis, jugar, no jugó bien. Es más, ni se apreció el Betis de Mel. Porque ni mandó ni fue valiente, aunque en su defensa siempre haya que argüir que el partido le  cayó en lo alto tras una especie de pretemporada de más de tres semanas sin jugar que, sin duda, alteró los nervios del más templado.

Quizá el primero fuese Mel. Porque a la hora de la verdad, el técnico madrileño ni apostó por el 4-4-2 con extremos que parecía la nueva seña de identidad, máxime tras la exhibición del arranque en San Mamés, ni por ese 4-3-3 que debía servir para poblar el centro del campo, evitar un tanto los déficits avistados frente al Rayo y, de paso, frenar a Ebert, el mejor elemento del rival. A la hora de la verdad, Mel apeló a un 4-4-2 asimétrico con Nono desempeñando el rol que otrora le correspondía a Salva Sevilla.

Un engendro, en definitiva, que, como buen sabio, fue rectificando con los minutos hasta acabar con un Betis, al menos, reconocible que merodeó los terrenos de un Valladolid siempre de menos a más en dominio, rapidez en la circulación del balón, frescura y hasta seguridad. Un equipo, en suma, al que el Betis de verdad, el bueno, lo hubiese trastabillado al filo del descanso y apuntillado a la hora de juego.

Pero no lo hizo porque, hogaño, al menos, está cogido con alfileres. Primero, Mel debió sacar a Nono de la izquierda porque, lógicamente, ni frenaba las diagonales de Ebert ni las internadas de Rukavina -¿no es mejor poner un extremo zurdo y que se preocupe el lateral adversario de él?- y, posteriormente, como la tarea tampoco era la propia de Agra, apeló a un cambio que resultaría clave para el devenir del encuentro. Álex Martínez, quien debutara con éxito en Mallorca el curso anterior como extremo pese al desastroso partido del equipo, entró el campo en esa posición para equilibrar aún más el 4-2-3-1 que ya lucía sobre el césped desde que, minutos antes, Igiebor reemplazase a Jorge Molina. Y es que jugar con dos delanteros por el centro fuera de casa y con Rubén Castro en tres cilindros...

Así, sin que el Betis se adueñase tampoco del balón, sin que fuese, que no lo hizo nunca, de verdad a por el partido, sí se asomó dos veces con peligro al balcón del área. El Valladolid, que es poco y puede sufrir jugando como pretende porque no es capaz de circular el balón con rapidez -el cambio de categoría pesa excesivamente en este apartado-, ya no era nada.

Y el Betis, que tampoco es que oliese la sangre, ni decidiese ir por fin de caza, aprovechó a ese buen elemento que es su ayer extremo izquierdo para inquietar. Y si Jonathan Pereira lanzó fuera por poco, no ocurrió lo mismo con la concatenación de errores y carambolas de las que se aprovechó Rubén Castro para que su equipo, que sí mejoró las prestaciones defensivas exhibidas a la fecha gracias a un gran Mario, despeje malos augurios y piense que, encima, le falta un partido.

Nombres propios

Rubén Castro   Incluso a medio gas justifica jugar los noventa minutos. Estaba cuajando uno de los peores partidos desde que llegó al Betis, incluso cuando el sustituido fue Jorge Molina se podría haber entendido que Mel hubiese apostado por su relevo. Pero el técnico madrileño le dio la titularidad incluso estando al 50% y lo exprimió porque sabe que lleva el gol en los genes y que sin él no ganaba el partido. Y así fue.

Igiebor   Le faltó haberse puesto la camiseta al revés. El nigeriano echó algo de agua sobre al buena imagen ofrecida ante el Benfica. Unos problemas con las medias ya desesperaron a Mel antes de entrar al campo, luego se resbaló un par de veces, aunque se mostró muy activo y participativo, quizá lo más positivo de un futbolista que tiene músculo, cualidad que se echa en falta aunque más atrás.

Mario   Segurísimo en la plaza donde se hizo grande. Fue el adalid de la mejoría defensiva. Perfecto en la ubicación y atentísimo al corte y en los cruces, el canario volvió a demostrar, a falta de que se estrene Perquis, que es el mejor central de esta plantilla. Incluso en el juego aéreo evidenció su supremacía sobre un Paulao que a veces ni salta. Y lo hizo en la plaza en la que triunfó hasta ser fichado por el Barça.

Álex Martínez   Demostró que era la opción más lógica desde el inicio. Era arriesgado poner al lateral como extremo desde el inicio, máxime porque Mel sabe cómo de justo está aún su Betis, y una derrota podría haber dirigido las miras hacia el sevillano. Pero era una opción y la utilizó antes de que fuera tarde. Álex le dio la razón a su técnico cerrando la banda y llegando con peligro.

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