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Un decenio de la lucha contra el dopaje en la gran ronda francesa

  • Desde el caso Festina hasta hoy, la organización sigue buscando el fin de la batalla

El Tour de Francia comienza hoy en Brest su edición número 95 y cumple diez años desde el escándalo Festina, que abrió la vía a un decenio de lucha contra el dopaje que ha manchado la credibilidad del ciclismo, convertido en un deporte permanentemente bajo sospecha.

Desde que en los días previos al lanzamiento del Tour de 1998 en Dublín la Policía francesa arrestó a un camión cargado con productos dopantes en la localidad francesa de Nauville-en-Ferain, el ciclismo ha multiplicado los escándalos y los planes contra el dopaje.

Aquella operación supuso el pistoletazo de salida de una carrera que nadie puede decir que haya terminado. Desde entonces, el Tour presume cada año de abrir una nueva etapa, antes de que la realidad de los tramposos le recuerde que la batalla no está ganada.

El caso Festina marcó el inicio de una guerra sin descanso que volvió a dejar muchas víctimas el año pasado con la expulsión de Rasmussen y los positivos de Vinokourov. Los organizadores se obstinan en multiplicar ingenios de lucha contra el dopaje sin que hayan alcanzado la tranquilidad que los aficionados anhelan. Inaccesible al desaliento, el Tour vuelve a prometer una edición marcada por la limpieza a sabiendas de que será difícil de cumplir pero consciente de que sin ilusión no hay futuro.

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