Sevilla | fenerbahçe · la crónica

Sin defensa ninguna

  • Debacle El Sevilla cayó ante el Fenerbahçe de una manera cruenta, pues tenía dos goles a su favor a los diez minutos de juego Desequilibrio El equipo de Jiménez jamás mostró la solidez necesaria

El sueño tornó en pesadilla para el Sevilla. El conjunto de Manolo Jiménez se despidió antes de tiempo -sí, antes de tiempo- de la Liga de Campeones al caer eliminado en la tanda de penaltis frente a un Fenerbahçe teóricamente, y en la práctica, evidentemente inferior. La fortuna, al contrario que en otras ocasiones, esta vez fue esquiva, pero la auténtica tragedia no hay que buscarla en los factores externos, sino muy dentro de la epidermis del equipo blanco. El Sevilla no tiene defensa ninguna a la hora de valorar esta dolorosa eliminación.

No se trata de una valoración con segundas intenciones, en absoluto, sino de una constatación de la realidad. Porque es imposible defender peor de lo que lo hizo en la noche de ayer el Sevilla. Cada lanzamiento a balón parado del Fenerbahçe se convertía en una verdadera tragedia para los blancos. Bastaba con que Alex se dirigiera hacia el balón para que las piernas comenzaran a temblarle a todos los futbolistas y también, por supuesto, a todos los aficionados, que no eran ajenos a esa paupérrima defensa.

Cada vez que el balón salía por los aires tras el golpeo del zurdo que lidera al conjunto turco la tragedia se incrementaba progresivamente, ya que no había ni un solo futbolista del Sevilla capaz de despejar con un mínimo de condiciones. Y encima Palop tampoco le marcaba el territorio a los suyos para que éstos fueran capaces de irse hasta el área grande y tener mayor margen de maniobra de esta manera. Era un verdadero sinvivir, sin duda, y en eso tienen su cuota de responsabilidad todos, desde el entrenador hasta el encargado de confeccionar la plantilla pasando por los propios futbolistas, por supuesto que sí. Hasta los propios aficionados, aunque éstos no jueguen por ese murmullo que se convertía en una verdadera psicosis insoportable para los propios protagonistas. El caso es que el Fenerbahçe remataba una y otra vez y, además, las faltas en las proximidades del área eran continuadas.

De nada le iba a servir, por tanto, a este Sevilla su extraordinario nivel de mediocampo hacia delante. Porque el arranque del partido no pudo ser más prometedor para los intereses del equipo que mora en el Sánchez-Pizjuán. Los seguidores nervionenses prácticamente se tenían que frotar los ojos para creerse que a los nueve minutos de juego ya tenían un dos a cero a su favor. Demirel, que luego se convertiría en protagonista por lo contrario, se convertía en un verdadero amigo y la eliminatoria no podía estar más encarrilada. Los turcos ya necesitaban un total de dos goles para seguir adelante y ni siquiera se había llegado hasta el minuto 10 de juego.

Pero cuando se habla de este Sevilla es evidente que es necesario un margen de maniobra mucho más amplio. Bastó con que se decretara un saque de esquina mientras atendían a Dragutinovic en la banda por una lesión para que la pesadilla comenzara a intuirse. Saque, por supuesto, de Alex y balón perdido que le cae a Deivid, completamente en solitario, para empalmarla dentro. Y los nervios aparecieron de una manera increíble. El Sevilla se convertía en un flan y, pese a su ventaja, parecía que lo tenía todo cuesta arriba.

Ocurre, sin embargo, que Jiménez tiene mucha calidad en su equipo y siempre cabe esperar que aparezca cualquiera de sus matadores. Le tocó el turno a Kanoute para volver a enderezar las cosas y situar una ventaja que ya debía ser definitiva. Ni siquiera se podía apelar al pánico a un gol del rival, ya que existía un colchón suficientemente mullido para soportar cualquier contratiempo.

Así se arribó al intermedio, con el Sevilla con todo a favor. Se imponía, por tanto, la inteligencia, esa cualidad a la que apeló Jiménez en las vísperas. Pero ocurrió justo todo lo contrario. Los blancos se sintieron cada vez más dominados por su rival, sin que su banquillo reaccionara tampoco con algún cambio que aportara solidez, y ni siquiera eran capaces de sacar una contra que asustara al Fenerbahçe.

Los turcos no tenían capacidad con el balón en movimiento, tampoco llegaban por ahí, pero sí se iban con todos sus hombres al área en cada falta para pavor local. Y en una de ésas aparece por allí de nuevo Deivid sin ningún sevillista en varios metros a la redonda. La defensa, sencillamente, no existió, otra vez más. El Sevilla se había autoflagelado y ahora el sentido de las cosas cambiaba. Los locales trataron de rebelarse, pero ya era tarde y tampoco fueron capaces de aprovechar alguna oportunidad. No tuvieron muchas, cierto. Y hasta la moneda salió cruz en los penaltis. Era lo normal, pero que quede claro por encima de todas las cosas que no hay ninguna defensa. Ni en el campo ni fuera.

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