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Al dramón sólo falta ponerle fecha

  • El Betis cosecha una derrota que suena a definitiva tras sucumbir a un nefasto planteamiento de Calderón El técnico arriesga con un 4-2-4 que no corrige tras el 1-0 y retrasa además los cambios hasta fundir al equipo

Al dramón sólo falta ponerle fecha

 El Betis cosecha una derrota que suena a definitiva tras sucumbir a un nefasto planteamiento de Calderón  El técnico arriesga con un 4-2-4 que no corrige tras el 1-0 y retrasa además los cambios hasta fundir al equipo

No será el Domingo de Ramos en Heliópolis frente al Sevilla -ése quizá sea hoy el único consuelo de los béticos-. Pero el partido vivido ayer en Heliópolis roza el esperpento por motivos ya vistos a lo largo de la temporada y todo hace indicar que lo que se presumía desde hace meses es ya una realidad que casi no sostienen ni las matemáticas. Éstas, si acaso, permiten que lo que pocos se atreven a nombrar, el descenso, sea apenas cuestión de fecha. Incluso, para los más optimistas, continúan siendo el único asidero al que agarrarse en esta época de zozobra en la que unos pocos iluminados han metido a una entidad que parecía coger aire, desterrado el causante de su última enfermedad, pero que ha agravado la dolencia al punto de que el primer equipo no ha podido quedar inmune. Lo del Betis es una crisis con mayúsculas con todos sus avíos y el golpe de gracia, ayer, le llegó fiel a su historia y a su idiosincrasia, con un batacazo cuando más llano parecía que podía ser su tortuoso camino.

Heliópolis reventaba de gente un lunes, porque la complicada empresa al menos podía afrontarse con algunas cartas en la mano. Una victoria sobre el Málaga significaba volver a atisbar la línea del horizonte. Permanencia a cinco puntos y, además, de tres equipos aún en su calendario. Y, para colmo, el equipo fue capaz de adelantarse en el marcador e ir ganando hasta el minuto 83 de partido. Pero entonces asomó el sino del Betis. Como si el destino hubiese diseñado el guión de todo el curso y se empeñase, con contumacia, en negarle cualquier gracia en la que lleva camino de ser una de sus temporadas más aciagas.

Claro que hay que ser justos con el fútbol y el Betis, ante el Málaga -el análisis del curso será posiblemente aún más cruel-, hizo bastantes cosas mal, comenzando por el planteamiento de su entrenador, Gabriel Humberto Calderón, que de salida ya lo invalidaba para reaccionar, tanto si comenzaba perdiendo como si lo hacía ganando, como por fortuna ocurrió.

Porque el técnico argentino se dio cuenta en Valencia el jueves de que Jorge Molina debe jugar en este equipo. Y la apuesta por el alcoyano no es que le saliese mal, al contrario. El problema fue que alineó de salida también a Rubén Castro y, en las bandas, a Leo Baptistao y Juan Carlos. Mucha mecha, demasiada. Un 4-2-4 más que un 4-4-2 y con el equipo, como era de esperar, muy largo, muy deslavazado.

Así se antojaba factible marcar primero, pero imposible controlar el balón ni el partido, como por desgracia acabó sucediendo hasta dar la cara en las postrimerías del choque.

Y si riesgo había en la pizarra ante un eventual gol del Málaga, también escondía el planteamiento su errata si llegaba el 1-0 en la primera parte. Lo hizo Lolo Reyes, a la media hora, gracias a un fallo garrafal de Caballero, quien quiso blocar un balón relativamente cómodo pero traicioneramente mojado en lugar de repelerlo. Y tras el descanso asomó el problema, esa mácula de la valentía cuando está más próxima al harakiri que a otra cosa.

Si Calderón corregía su idea inicial sacrificando a uno de los de arriba para dotar al equipo de más control del juego, con Nono o Matilla por ejemplo, corría el riesgo de que su mensaje no se entendiera, de que el equipo se le acoquinase. Y no lo hizo. Ésa era la solución en el minuto cero, pero quizá no en el 46. Aunque peor era continuar con los cuatro delanteros, con el partido vergonzosamente abierto jugando en casa, con 1-0 y ante un rival también de medio pelo.

Se podrá argumentar que el Betis dispuso de mejores ocasiones, cierto, pero también el Málaga gozó de alguna para el empate antes de que Schuster le diese otro repaso a Calderón manejando los mimbres de su banquillo. ¡Y eso que el alemán tampoco es que sea un lumbreras! Pero leyó bien el partido en un momento determinado y acertó.

El Betis había jugado el jueves, dos días después que el Málaga ante el Espanyol, pero Calderón asfixió a su equipo. Aguantó los cambios hasta el minuto 78 y éstos no le sirvieron para nada. Fueron reajustes tardíos e inválidos que, además, no cerraron el partido. Schuster dio entrada a Juanmi y cambió de banda a Amrabat, suplicio para Juanfran, para que lo fuese luego de Chica. Y por allí llegaron los dos rejonazos del Málaga antes de que Rubén Castro hasta fallara un penalti. Injusta justicia porque no fue mejor que el Betis ni tuvo más ocasiones, pero sí se mostró lógico con los cánones del fútbol. Y eso que con sus carencias había dado vida a un Betis que se alimentó de ellas y se creyó con el gobierno de la situación.

Nada más lejos de la realidad. Porque cuando el rival lo apretó de verdad le sacó el escaso aire que le quedaba. Y le hizo dos goles en cinco minutos como pudieron ser tres, por mucho que el Betis tuviese una de N'Diaye bajo palos y el penalti. Pero con 1-0 los partidos se cierran y más en el caso de los equipos deficientes como este Betis a punto del descalabro por méritos muy propios.

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