Mirandés - Betis · la crónica

Y que encima deba dar las gracias... (0-0)

  • El Betis cuaja su peor partido de la era Mel, en cuanto a fútbol y actitud, y deja escapar la opción de coliderar la tabla. El equipo verdiblanco, sin crear una ocasión clara de gol, se obliga ahora a ganar al Valladolid.

Y encima debe dar las gracias. El Betis desperdició en Anduva la posibilidad de encaramarse a la azotea de la tabla junto a Las Palmas y, con su empate, pasa a ser el último del pelotón de cabeza, de esos cinco equipos que llevan más de media temporada arriba y que son los rivales directísimos de los verdiblancos, que no logran arrancar y caminar a paso de oca para despegarse. 

Y no lo consiguen los hombres de Pepe Mel por partidos como éste, por no ser capaces de ganar fuera de casa a rivales de medio pelo porque, además, no hacen méritos para ello. 

El encuentro fue muy similar al de Alcorcón, éste con la excusa de que se trató del estreno del técnico madrileño, y al de Albacete. También se asemejó algo al de Soria, pero, sin duda, éste fue el peor de todos. Y es que al mal fútbol global de todas las líneas del equipo se le unió una actitud que no es la adecuada para manejarse por una categoría en la que todos los adversarios van a echar la hiel por la boca para tratar de vencer al gallito. 

Con este resultado, el Betis se obliga además a vencer al Valladolid el próximo domingo. De haber ganado, unas tablas con los pucelanos hubiesen servido. Pero, sobre todo, los futbolistas heliopolitanos hubiesen afrontado el partido con menos tensión. Ahora, la presión es máxima. Es lo que tiene no ganar en estos encuentros ásperos y taciturnos. 

Dudó Mel durante la semana si alinear a Rennella o dar pegamento a las líneas con Fabián como mediapunta. Al final optó por otorgarle esta misión al delantero franco-italiano, pero éste no es Jorge Molina. Ya quedó palmariamente demostrado en Alcorcón, donde Mel repitió el once de Merino, y en Albacete, donde el madrileño se guardó al alcoyano, con cuatro tarjetas entonces, para tenerlo frente al Girona. Aun así, repitió con Rennella y el resultado fue el mismo: 0-0. 

Aunque no cabe achacar a este apunte táctico toda la responsabilidad de la nefasta faena desarrollada por el Betis. El equipo nunca se metió en el partido y los cambios, por desgracia, tampoco solucionaron nada. El encuentro fue plano, sin alteraciones en el pulso bético; un desastre. Ni una ocasión clara, ni un saque de esquina. 

El control y el ritmo del partido los impuso el rival y el balón en las zonas donde hay que tenerlo, también fue del Mirandés. El Betis jugó acobardado, siempre muy cerca de Adán y sin la unión de líneas que exigen los manuales y a la que sólo colaboró Portillo durante la primera parte. Dani Ceballos naufragó de nuevo y la apuesta, quizá obligada, por los dos medios defensivos no condujo a nada. Si Mel vuelve a optar por esta combinación, Reyes debe ser uno de los dos. El chileno es el único dinámico, que presiona de verdad y capaz de sacar a la zaga del borde de su área. Bruno y, sobre todo, Jordi no son rápidos y temen ver metros por detrás. Y Mel no remedia que el equipo se le haga largo en estos partidos. Quizá el recurso era buscar algún balonazo sobre Rennella, pero ni eso fue capaz de hacer ayer el Betis. 

Amén de esa coordinación entre líneas, ya que el equipo jugaba el partido por zonas, nunca como un todo, que fue lo que logró Jorge Molina por ejemplo ante el Girona, se echó de menos agresividad en el medio del campo. La ausencia de Reyes, de nuevo a escena. Aun jugando mal, un par de robos en condiciones podrían haber generado una contra salvadora. 

Pero no fue así. El Betis, roto, acabó encima el partido amorcillado en tablas, sufriendo la vivacidad y plena ubicuidad de Igor Martínez, una pesadilla para la zaga, ya que no contento con percutir por el centro y por la izquierda de vez en cuando se mudaba y hacía sufrir también a Varela. 

Obligado el cambio por lesión de Molinero, Mel logró más cohesión con la entrada de Fabián a la hora de juego, pero todo resultó fugaz; apenas un par de jugadas hiladas. El palaciego, como Portillo en la primera parte, descubrió prontísimo que carecía de socios. Y el Betis volvió a dar el paso atrás, lejos de mostrar una querencia por los puntos, por demostrar lo que su técnico predica, que quiere ser dominador de los partidos. Pero con el afán de holgar de más de uno, estamos ante un imposible. 

Ahora le viene su liga, en la que parece hallarse más a gusto. Pero de poco le van a servir los puntos que pueda conquistar ante Valladolid y Las Palmas si en las citas de este pelaje que le restan, como las de Huelva, Alavés o Santander, vuelve ese absentismo impropio y tan difícil de entender.

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