El otro partido

¿Los fantasmas no visten de blanco?

  • El Denia dio el susto gordo y recordó al Isla Cristina y al Cádiz, otros dos amarillos

¡Uffffff! ¡Qué susto más gordo! Ésa era la sensación con que los aficionados sevillistas abandonaron el Ramón Sánchez-Pizjuán. A pique de un repique. De infarto. Menos mal. Vaya tela... Éstas y muchas otras frases, con más de uno llevándose las manos al corazón, fueron repetidas por las personas que abandonaban el coliseo de Nervión con mucha más rapidez de lo habitual. Entre lo escaso del público, que no llegaba a 20.000 espectadores, y el miedo al fantasma aparecido por allí, la gente salió corriendo, con los pelos de punta. Un alma en pena se había aparecido por Nervión.

Muchos, medio en broma, medio en serio, recordaban al inicio que el Denia viste exactamente igual que el Cádiz, último equipo en dejar fuera de una eliminatoria a doble vuelta al Sevilla, en la Copa de 2006. Y otros, más avispados y con mejor memoria, se iban más allá en el guiño, hasta la temporada 97-98, cuando el Isla Cristina de Paco Chaparro llegó desde Lepe, donde se jugó la ida, con un 1-2 en contra y remontó en Nervión con un 2-3, idéntico resultado que figuraba en el marcador electrónico ayer hasta el minuto 89, momento en el que Chevantón abrió la espita de la esperanza, el que encontró la estaca para matar al vampiro amarillo. Su gol salvador fue chillado por la grada local con inusitada furia. ¿Pero los fantasmas no visten de blanco inmaculado? Pues no, para el Sevilla está claro después de lo de ayer que la sábana es de color amarillo, ese mismo que denostaron los actores de teatro tras la muerte de Moliere sobre el escenario con ese tono en su atuendo. De ahí, al mundo del toro, al de los supersticiosos en general y, evidentemente, al terror entre los sevillistas.

Maresca fue el que empezó a propiciar que sonaran cadenas fantasmales cediendo un córner evitable que terminó en el 2-2, minuto 28 de la segunda mitad. El Sevilla, el vigente campeón de la Copa del Rey, estuvo eliminado durante unos 20 minutos. Y fue Maresca también el que evitó la gran tragedia al propiciar el penalti con el que Kanoute, sobre el minuto 90, terminó de exorcizar al fantasma de amarillo.

Fue curioso ver que el partido concluyera con Chevantón, en el córner de Preferencia con Gol Sur matando el tiempo, defendiendo con uñas y dientes un balón de oro mientras el crono corría contra la heroicidad de los alicantinos. El uruguayo salió en la segunda parte y acabó siendo decisivo, como en Denia.

Con el derbi a la vuelta de la esquina como regalo de Reyes para la afición sevillana -muchos, preferirán carbón por aquello de los nervios y más después de lo de anoche-, Manolo Jiménez dispuso un equipo con futbolistas que estaban disfrutando de pocos minutos y apostó por la conexión brasileña. Hacía mucho tiempo que no se veía a los cuatro brasileños del Sevilla juntos en un mismo once. Y pareció que ésta iba a funcionar. Los brasileños conectaban, Daniel le dio a Luis Fabiano el balón del 1-0 -el paulista lleva ya 19 goles-, Adriano hacía estragos por la izquierda, Renato mandaba, aun falto de ritmo... Hasta que el propio Renato, con un despiste, propició el 2-1.

Desde ese momento, el Sevilla pasó de los olés del jogo bonito a la pérdida de rumbo. Fazio, autor del 2-0, cometió un dudoso penalti que supuso el 2-3. Y Monchi, portero de aquel Sevilla que cayó ante el Isla Cristina, miraría al cielo angustiado. Menos mal que no se certificó la tragedia para el Sevilla. Con el derbi ahí al lado, las consecuencias podrían haber sido imprevisibles. El terremoto quedó en susto, pero qué susto.

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