Barcelona | sevilla · el otro partido

La importancia del cómo

  • Lo previsible de la derrota no reduce los efectos secundarios del horrendo partido sevillista · El equipo volvió a dar sensaciones muy preocupantes de cara al martes

No por esperable deja de ser dolorosa y sonrojante la goleada con la que el Barcelona venció al Sevilla. Porque esa derrota se produjo en una final por un título, una final que por activa y por pasiva se dijo que el Sevilla saldría a disputar. Pero esas intenciones se quedaron en la sala de prensa o en la charla técnica dentro del vestuario, porque el Sevilla, ayer, no disputó una Supercopa a la que acudía, por si fuera poco, con una ventaja de dos goles.

Y aunque delante estaba todo un Barcelona con sus mundialistas, esta vez sí, a pleno rendimiento, no se entiende que el Sevilla que pregona el buen fútbol y el buen trato del balón comenzase a presionar a la hora de partido, o que se marchara del mismo sin tirar a puerta. No se comprende esa pasividad y esa actitud de equipo empachado de títulos al que lo mismo le da una Supercopa más que menos, aunque en las vitrinas del Sánchez-Pizjuán figure una exclusivamente.

Porque el resultadismo es una opción totalmente respetable e incluso lógica cuando se ganan partidos, pero cuando se pierden, y más con la imagen que el Sevilla dio anoche, las consecuencias pueden ser terribles, y más con el encuentro a vida o muerte que le espera al Sevilla el martes ante el Sporting de Braga.

La Champions es el futuro de la entidad de Nervión, pero lo de ayer era un título al que no se le dio la importancia que merecía. Desde una convocatoria en la que se queda fuera un baluarte como Kanoute, pasando por una alineación en la que se reconvierte a un lateral en central y se le da la enésima oportunidad a un nefasto Romaric, hasta una actitud y una intensidad similares a las que se vieron en el tercer y cuarto puesto del Carranza.

Y eso que el Barcelona también se lo tomó como un amistoso, con la salvedad de que para los profesionales blaugranas fue el partido de presentación ante su afición. El Sevilla no. El conjunto de Antonio Álvarez se lo tomó como un trámite desagradable antes de una previa de la Liga de Campeones que se puso cuesta arriba el pasado miércoles en Braga, y que elevó su desnivel en la Ciudad Condal, porque el Sevilla, ahora, deberá remontar el 1-0 y la imagen de equipo pequeño que dejó anoche.

Y esa remontada la debe iniciar Álvarez, aunque quizás ya rondara su mente viendo cómo ha tirado su equipo el partido a la basura. Es de perogrullo que lo ideal hubiera sido enfrentarte al Sporting de Braga con la moral que un título da, o al menos dar una imagen de equipo que va con dos goles de ventaja en una final y que vende cara su derrota. Entre otras cosas, porque Antonio Álvarez ha declarado en alguna que otra entrevista que el subidón de adrenalina que supuso el gol de Rodri en Almería mantuvo sus efectos beneficiosos cuatro días después para alzar la Copa del Rey, por lo que aún se entiende menos la actitud de un Sevilla al que hay que medicar para que los efectos secundarios de esta derrota no se mantengan hasta el martes.

Se podrá argumentar que es pronto para sacar conclusiones, pero no es menos cierto que el Sevilla se está jugando el pan de la temporada muy pronto, y que de tres partidos oficiales sólo ha dado imagen de equipo grande en la segunda parte de la ida de la Supercopa. El martes se puede y se debe dar la vuelta a la tortilla, obligatoriamente con otra imagen, y a ser posible que no tenga que ser Rodri en el descuento.

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